A la deriva, flotando sobre videos
Columna JFM

A la deriva, flotando sobre videos

Mientras René Bejarano sigue soltando acusaciones y nombres de personas que cometieron el delito de ?reunirse? con Carlos Ahumada; mientras el jefe de gobierno capitalino, tarda casi nueve meses en ?descubrir? que Bejarano y algunos de los más altos funcionarios del gobierno capitalino habían entretejido una densa red de corrupción; mientras en las elecciones de ayer, salvo en Michoacán y eso por la labor cardenista, se confirmó, una vez más el derrumbe político y estructural del perredismo, y el priismo, incluso el más duro gana hasta cuando coyunturalmente pierde; mientras la sociedad se divierte o aburre con los escándalos cotidianos, el país parece estar a la deriva.

Mientras René Bejarano sigue soltando, como merolico y sin control alguno de la procuraduría capitalina, acusaciones y nombres de personas que cometieron el terrible delito de "reunirse" con Carlos Ahumada, aunque no tenga prueba alguna de que la reunión efectivamente se haya realizado y sin comprender que reunirse con alguien no es un delito (cómo si lo son el lavado de dinero, la corrupción y el tráfico de influencias, de los que se acusa a Bejarano); mientras el jefe de gobierno capitalino, tarda casi nueve meses en "descubrir" que Bejarano y algunos de los más altos funcionarios del gobierno capitalino habían entretejido en torno a su administración una densa red de corrupción, a pesar de tener en su poder desde un principio todas las pruebas de ello; mientras en las elecciones de ayer, salvo en Michoacán y eso por la labor cardenista, se confirmó, una vez más el derrumbe político y estructural del perredismo, y el priismo, incluso el más duro gana hasta cuando coyunturalmente pierde; mientras la sociedad se divierte o aburre con los escándalos cotidianos, el país parece estar a la deriva.

No lo apreciamos por la ola de escándalos y acusaciones de todos los días, pero en los capítulos principales de nuestra vida política y de cara al futuro, la situación puede ser ya dramática.

Esta semana, un hombre inteligente como el encargado de política públicas de la oficina de Los Pinos, Eduardo Sojo, trataba de verle algo bueno al paquete económico aprobado por el Congreso y decía que en última instancia la ley de ingresos aprobada era responsable, como lo habían sido los presupuestos de los últimos años. El secretario de Gobernación, Santiago Creel, hizo declaraciones en el mismo sentido. Lo lamentable es que pareciera que éstos y otros funcionarios parecen creérselo. Sí, es verdad que este año, como en los anteriores, finalmente diputados y senadores aprobaron los respectivos paquetes económicos y que, en términos estrictos, no se ha aprobado ninguna locura económica. Pero también es verdad que no ha habido avances en casi nada en todo este periodo, por lo menos en términos fiscales y presupuestales y cada año que pasa es una oportunidad perdida más.

No puedo entender cómo el gobierno federal y muchos de los dirigentes partidarios y legisladores que saben que lo votado sirve para poco y nada, se pueden conformar sólo con eso. La única explicación es que, como decían en aquella película de Fellini, "la nave va", sigue flotando, todavía no se hunde y eso se lo percibe como un éxito. Evidentemente estamos ante problemas graves, estructurales y como ninguno de los partidos y por supuesto tampoco el gobierno, parecen tener respuestas para afrontarlo, prefieren ignorarlo. El problema real no es el precio del petróleo o el tamaño del déficit presupuestal (de 0.3 a 0.22 no hay una diferencia real), el verdadero problema que tiene nuestra economía es que no genera los recursos necesarios para avanzar en los aspectos sociales y de infraestructura imprescindibles para generar un mayor bienestar de la sociedad. Podrá argumentar el gobierno que se ha reducido el número de personas en extrema pobreza: concedamos que puede ser verdad y que parte de ello deviene de los esfuerzos realizados por el programa Oportunidades, pero no nos engañemos, sin los más de 12 mil millones de dólares que envían los migrantes que viven en Estados Unidos cada año a sus familias, la situación podría aproximarse a la catástrofe.

No hemos, como país y desde hace años, podido incrementar significativamente los ingresos fiscales y los porcentajes no atados, no etiquetados, como se dice en el lenguaje presupuestal, son cada vez menores. Lo que hicieron diputados y senadores la semana pasada, fue jugar en términos contables con los números: incrementaron el precio del petróleo y el del déficit para tener más recursos en las cuentas públicas y lograr que entonces éstas cuadren. Eso, en sí mismo, no está ni bien ni mal, es un artilugio contable: el verdadero problema es que lo que no crece es el ingreso fiscal real y la carga fiscal se sigue concentrando exclusivamente en el mismo sector de siempre, que es bastante menos de la mitad de la población económicamente activa del país. Con la demagógica exigencia de no tocar en absoluto el IVA, lo que se hace es evitar que se amplíe de la única manera posible en un estructura productiva como la nuestra, la recaudación e impedir que crezca la base de contribuyentes.

No dudo, aunque el mercado petrolero no tiene palabra, que el precio del crudo puede estar en el 2005 alrededor de los 27 dólares como lo estimaron los legisladores. Tampoco que un déficit de 0.22 por ciento es manejable. Pero preguntémonos qué sucederá en el 2006 sí, como lo estima la Agencia Internacional de Energía, el precio del crudo se coloca, en el ámbito internacional, en unos 25 dólares por barril (lo que implicaría que la mezcla mexicana estaría en unos 21 dólares por barril), con costos cada vez más altos de producción y exploración y con una legislación que nos impide obtener los recursos básicos que necesitamos como país para participar en ese mercado de inversiones energético que, según la propia AIE, alcanzará un mínimo de 16 billones de dólares en los próximos 25 años, concentrándose en la generación de energía eléctrica, exploración y refinación de petróleo, y explotación de gas, asumiendo, dice la AIE, que de aquí al 2030, el consumo de energía en el mundo aumentará un 60 por ciento y las fuentes de aprovisionamiento serán cada vez más escasas. Tenemos todo para ser uno de los grandes beneficiarios de esos tres grandes procesos de inversión a nivel mundial. Pero por séptimo año consecutivo el tema no se ha abordado.

Podrán decir nuestros nacionalistas decimonónicos que se así se preservan los recursos naturales y no quedamos en manos de las transnacionales, incluso en el proyecto de nación de López Obrador y en la palabra de priistas como Manuel Bartlett esa será nuestra palanca de desarrollo futuro. Aceptemos sin conceder que pudiera ser así. Pero entonces se tendrían que generar los recursos suficientes desde el erario para poder capitalizar esos recursos, porque tener el gas en el subsuelo y el petróleo sin extraer, o exportado como crudo y sin refinar (y sin explorar para renovar las reservas) cada día nos sirve de menos, sobre todo si se asume que en el término de medio siglo las fuentes de energía se irán transformando en algo muy diferente a lo que conocemos ahora. En lugar de utilizar esos recursos con sensatez pero también con cierta audacia para aceptar inversiones en todos los ámbitos posibles que nos sean benéficos, en lugar de utilizar los recursos de allí derivados para equiparnos mejor como país y mejorar nuestra infraestructura económica y social, estamos haciendo el peor de los negocios posibles: extraemos crudo, lo vendemos sin refinar, le compramos a nuestros socios privados, nuestro petróleo ya refinado con lo que casi equilibramos las cuentas entre exportaciones e importaciones en el sector, pero, además, los recursos que surgen del petróleo los utilizamos para las exigencias del gasto corriente que nuestros ingresos fiscales no alcanzan a cubrir. Es una estupidez casi criminal.

Es verdad, fuera de ello, el presupuesto está equilibrado y no se ha votado ninguna locura en términos económicos, pero eso no puede ocultar el retroceso y la impresión de que simplemente, el país flota y lo hará mientras no ocurra algo, cualquier cosa, que nos termine hundiendo, como pudiera ser, una reducción ni siquiera brusca, sólo de un tercio del precio actual del crudo. Para eso no hay previsiones ni una visión siquiera de mediano plazo.

¿Puede hacer otra cosa el gobierno federal cuando está maniatado en este sentido por el congreso? Por lo menos debería decirle a la gente, con todas las letras, que las cosas si siguen así, terminarán muy mal. Porque ellos lo saben, como lo saben la mayoría de los dirigentes partidarios e incluso los legisladores, además de nuestros empresarios. Pero nadie hace nada, ni asume esa responsabilidad porque el juego político es tan de corto plazo, tan mezquino que ni siquiera alcanza para asumir algún costo. Y para el 2006 el que gane se quedará con los discursos de la falsa responsabilidad y el nacionalismo, pero con un país cada vez más rezagado.

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