La guerra del 2006 tiene sus propias reglas
Columna JFM

La guerra del 2006 tiene sus propias reglas

Este fin de semana se pudo ver, que los malos manejos políticos y la batalla presupuestal es sólo un capítulo más de esa guerra llamada elecciones en el 2006. Porque mientras la presidencia de la república y los legisladores alistan sus armas para el enfrentamiento que protagonizarán en estos días por el veto presidencial al presupuesto, los partidos dedicaron el fin de semana a preparar sus propias futuras luchas en busca de la candidatura presidencia. Y lo hicieron cada cual con su estilo y su realidad.

Este fin de semana se pudo ver con toda claridad que, malos manejos políticos aparte, la batalla presupuestal es sólo un capítulo más de esa guerra llamada elecciones en el 2006. Porque mientras la presidencia de la república y los legisladores alistan sus armas para el enfrentamiento que protagonizarán en estos días por el veto presidencial al presupuesto (¿qué mejor demostración de ello que durante hora y media el presidente Fox y el presidente de la cámara de diputados, Manlio Fabio Beltrones, estén parados uno junto al otro en un balcón de Palacio Nacional y no se dirijan ni una palabra, obviando, claro está las miradas algo más que penetrantes que le enviaba la señora Fox al ex gobernador de Sonora?), los partidos dedicaron el fin de semana a preparar sus propias futuras luchas en busca la candidatura presidencial. Y lo hicieron cada cual con su estilo y su realidad.

El PRI, aunque no nos guste, sigue siendo el partido que mejor sabe trabajar estas cosas a pesar de sus inocultables conflictos internos. La asamblea priista que comenzó el sábado, no sólo estuvo jalonada por una semana que, como hemos dicho, le permitió al PRI ganar en las urnas, en los tribunales y en el congreso casi todo, sino también por lo que parecía un serio nubarrón en el horizonte de Roberto Madrazo: la carta de siete gobernadores y el líder del senado, Enrique Jackson reclamando reglas claras para el proceso de selección interna dentro del partido. Pero será porque quizás como dice María de las Heras "los priistas primero ganan y después se dividen", el hecho es que la carta no pasó de ser un episodio más: Madrazo y sus adversarios internos se reunieron al día siguiente, tuvieron reunión de Consejo Político Nacional, llegaron a un acuerdo, se fueron a la Asamblea el fin de semana y aquí no pasó nada. Bueno, en realidad sí pasó: a Madrazo los resultados y la operación realizada en estos días le han dado un buen espacio para seguir controlando los hilos de su partido. Sin dudas, no le volverán a reclamar por lo menos de aquí a marzo próximo que deje su cargo y para entonces ya estarán en los prolegómenos de la elección interna. También lo sucedido ha demostrado que existen fuerzas no madracistas reales en el PRI que el presidente del partido debe tomar en cuenta. Pero también que esas fuerzas para demostrar su peso y ser significativas en la lucha interna deben estar unificadas no sólo a través de propuestas comunes sino también de alguna de sus diferentes opciones. Para cuando concluya la asamblea que se inició el sábado, si quieren tener alguna posibilidad de disputarle la candidatura presidencial a Madrazo esos grupos deberán tener una propuesta y un candidato común.

Pero lo interesante de cómo está trabajando el priismo es a qué le está apostando, lo que termina siendo, también y a pesar de las presiones centrífugas, un factor de cohesión: le apuesta a la estructura. Esa es su gran ventaja respecto al PAN y sobre todo al PRD: tener una estructura nacional operativa en todo el país que ha demostrado, en la mayoría de los casos, una eficiencia mucho mayor a la de sus adversarios. Esa estructura en un contexto nacional donde no aparece (López Obrador posiblemente ya no lo es en esa dimensión) un candidato que pueda levantar una ola de entusiasmo entre los electores no partidistas (como ocurrió en su momento con Fox), puede ser definitiva en el proceso. Madrazo lo entendió muy bien el sábado cuando concentró su discurso en respaldar la organización del priismo y golpear donde más les duele tanto a Fox como a López Obrador, al primero calificándolo de "timorato y berrinchudo", al segundo de "taimado, que dice que nunca está enterado de nada". Esa será la apuesta del PRI en lo que resta de este proceso hacia el 2006: tratar de mantener la unidad, en la medida en que lo logre fortalecer su estructura en todo el país, aupar un candidato sobre esa base y criticar, más que a los otros partidos a los personajes que éstos puedan lanzar a la candidatura sabiendo que sus estructuras son más débiles que las suyas.

El PAN se reunió en Morelos e hizo una pasarela de dirigentes y militantes buscando algo que ha perdido en los últimos tiempos: su identidad. El panismo sabe que está en una encrucijada en la cual no puede romper con el presidente Fox pero tampoco puede atarse política y acríticamente a las vicisitudes políticas del sexenio. Sabe que puede recurrir a su historia y su pasado, pero que debe proponer algo nuevo hacia el futuro. Sabe que el fenómeno Fox no se repetirá en el 2006, cualquiera que sea su candidato y sabe, además, que para resolver todo eso le queda poco tiempo en un partido que, aunque es cuidadoso en sus formas, también está dividido internamente. En ese proceso de búsqueda de identidad, hubo algunos momentos muy significativos y que mostrarán cómo jugarán los panistas sus propias cartas: Felipe Calderón (que sigue subiendo en el ánimo de sus compañeros de partido aunque no aparezca en forma significativa en las encuestas nacionales) y Carlos Medina Plascencia criticaron el viernes a los diputados por la forma en que sacaron el presupuesto, pero fueron, sobre todo Felipe, muy duros con el secretario de gobernación, Santiago Creel, por la falta de trabajo político para alcanzar acuerdos que permitieran aprobar un presupuesto cómodo para el gobierno. Calderón fue más allá y dijo que lo que sucedí quizás era que la secretaría estaba demasiado ocupada inaugurando cosas, participando en actos públicos, promocionándose pues, y descuidando el quehacer político cotidiano. A algunos panistas no les gustó esa dureza, otros la apoyaron, sobre todo cuando al día siguiente tanto el propio Santiago Creel como Luis Ernesto Derbez, llegaron a la reunión panista en Mazatepec en sendos helicópteros. Decía don Jesús Reyes Heroles que la forma es fondo y éste, obviamente, resultó un error de forma que refleja un problema de fondo de dos destacados miembros del gabinete, ambos con legítimas aspiraciones políticas para después del 2006, en un partido que, insistimos, está buscando su identidad no sólo para esas elecciones sino también para el futuro.

Finalmente, López Obrador también mostró sus cartas. Su partido, el PRD no hizo nada el fin de semana, más que mostrar cómo se ahondan las diferencias internas con ejemplos tan claros como el rechazo de la corriente de izquierda democrática que sigue encabezando René Bejarano (aunque formalmente esa responsabilidad esté en manos de Javier Hidalgo y Dolores Padierna) de deslindarse del ex legislador preso, argumentando que si el propio López Obrador no lo ha hecho, ellos tampoco tienen que hacerlo. Pero mientras el PRD comienza a mostrar algo más que huellas de sus desavenencias internas, y su votación sigue cayendo en forma dramática en todo el país, López Obrador ya ha demostrado que no le apostará al PRD de cara al 2006. El jefe de gobierno capitalino, confirmando dónde está su corazoncito, decidió iniciar su campaña electoral en su natal Tabasco. Allí presentó su libro sobre un proyecto alternativo de nación y convocó a crear en todo el país esos comités de apoyo que originalmente impulsaban su hermano y el propio Bejarano y que en el pasado había dicho que no apoyaba. Ahora las semanas han pasado y López Obrador ha decidido que será con base en esos comités que lanzará su campaña para ponerle la mayor distancia posible al PRD y de alguna forma imponerle a éste su candidatura, como lo hizo en su momento el propio Fox con el PAN. Para el jefe de gobierno, al que nunca le ha gustado sujetarse a controles de ningún tipo, su partido es un lastre: lo necesita por obvias razones, pero no quiere depender de él, por eso aunque sea un costo político para el PRD, no se deslindará de los Bejarano y otros mientras los necesite.

El que también estuvo en campaña este fin de semana, aunque en condiciones cada vez más complejas, fue Jorge Castañeda. En un momento en el que los partidos parecen monopolizar la escena, la tesis de la candidatura independiente parece atractiva como idea, como concepto, ante el hartazgo ciudadano con los partidos y los políticos. Pero incluso para eso se necesita una estructura que Castañeda, de gira en estos días por Veracruz, no ha obtenido aún y que podría transformarse en un problema mayor si finalmente Convergencia decide apostar a otras cartas de cara al 2006.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *