Tláhuac y la estrategia de Sendero
Columna JFM

Tláhuac y la estrategia de Sendero

¿Fue una confusión la que propició el asesinato de los agentes de la PFP en el poblado de San Juan Ixtayopan?¿es verdad que todo se originó como dijo lastimosamente la delegada en Tláhuac, Fátima Mena, por las denuncias de robos de niños que nunca se habían verificado?¿es simplemente la reacción irracional del México profundo o estamos ante otro tipo de operación política que se repite una y otra vez en las mismas regiones de la ciudad de México con total impunidad?

La guerra no se evita, se demora para ventaja de otros.
Nicolás Maquiavelo

¿Fue una confusión la que propició el asesinato de los agentes de la PFP en el poblado de San Juan Ixtayopan?¿es verdad que todo se originó como dijo lastimosamente la delegada en Tláhuac, Fátima Mena, por las denuncias de robos de niños que nunca se habían verificado?¿es simplemente la reacción irracional del México profundo o estamos ante otro tipo de operación política que se repite una y otra vez en las mismas regiones de la ciudad de México con total impunidad?

Ayer decíamos que en lo sucedido en San Juan Ixtayopan existen dos componentes claves para comprender los hechos: por una parte, las bandas dedicadas al narcomenudeo y otras actividades relacionadas con el crimen organizado; por la otra, en una realidad que sigue sin querer ser aceptada por distintas autoridades, sobre todo locales, la presencia de grupos armados ultrarradicales que se han asentado en esa zona. Distintos desprendimientos de lo que fue el EPR están trabajando desde hace años en esas zonas semiurbanas, rurales, marginales de la capital del país: en Xochimilco, en Milpa Alta, en Tláhuac, en Iztapalapa operan varios de estos grupos y sus organizaciones de superficie. Allí, en Xochimilco, fue donde se dio a conocer uno de los desprendimientos más importantes del EPR denominado Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) que tiene presencia también en Morelos; en esa misma región, con lazos también en Puebla, comenzó a operar desde hace años el llamado Ejército Villista Revolucionario del Pueblo (EVRP). Ambos, además de tener trabajo de campo en esas zonas rurales insertadas en medio de la ciudad, tuvieron participación en sectores estudiantiles y con organizaciones como el Frente Popular Francisco Villa (sí, el mismo que tiene tan buena relación con la corriente que encabeza René Bejarano).

Estas organizaciones, o sus dirigentes originales, tuvieron en la mayoría de los casos una estrecha participación con corrientes maoístas que a su vez se relacionaron con los grupos de Sendero Luminoso en Perú. A mediados de los sesenta el que fuera líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, conocido como el Presidente Gonzalo (actualmente detenido en su país) fue entrenado en las escuelas de cuadros chinas y estableció una estrecha amistad con uno de los creadores de esa corriente en México, Florencio El Güero Medrano, un joven mexicano que a su regreso de China organizó núcleos armados en Oaxaca, Michoacán, Querétaro y Morelos. Desde entonces se establecieron las relaciones entre Sendero Luminoso (el principal referente ideológico y operativo de este tipo de grupos nacionales) y los distintos derivados guerrilleros que confluyeron en el EPR y posteriormente se dividieron en distintas organizaciones armadas.

En la estrategia de guerra popular prolongada, en la versión Sendero Luminoso que han intentado seguir una y otra vez estas organizaciones mexicanas, un punto clave es el establecimiento de zonas liberadas, de regiones donde puede o no haber autoridades formales del Estado pero cuyo control real está en manos de estos grupos. No se trata de estallidos tipo foquistas, como los realizados por las viejas organizaciones guerrilleras de los año 70 siguiendo el ejemplo cubano, sino de una tarea de asentamiento, de progresivo control que se basa, en muchas ocasiones en las relaciones con los sectores más marginales, más lúmpenes de la población, con el crimen organizado, con el fin de "sacar" a las autoridades del lugar.

Ese proceso se da a través de años, no de meses y normalmente ocupa a éstas organizaciones entre diez y doce años antes de que asuman públicamente su participación. Muchas de las acciones de secuestros, robos, tráfico de drogas son realizadas bajo la cooperación recíproca entre los participantes de esa organización con los que se dedican exclusivamente a actividades delincuenciales. Sendero Luminoso inició esa operación en dos zonas simultáneamente: por una parte, en la sierra, en Ayacucho, donde después de más de 15 años de trabajo terminaron apareciendo públicamente en mayo de 1980. Al mismo tiempo, fue asentándose en los barrios marginales de Lima. Se infiltró en organizaciones clientelares, de vendedores ambulantes, de marginales, hizo ligas con grupos dedicados a distintos ámbitos de la delincuencia, en particular relacionados con el narcotráfico y poco a poco fueron quitando el control del Estado de esos barrios, de esas regiones, a un grado tal que, con el paso del tiempo, esa fue su exclusiva zona de control, donde podía haber autoridades formales, pero donde ni éstas ni las policías que no fueran controlados por ellos mismos, podían entrar.

El mecanismo para lograrlo es conocido: el terror y la manipulación popular, el colocar, como lamentablemente ha dicho una autoridad tan importante como el jefe de gobierno capitalino, "la justicia por encima de la ley" (una habitante de San Juan Ixtayopan entrevistada por la televisión decía que ellos "no habían matado a nadie, que sólo habían hecho justicia"), y valerse de acciones masivas para alejar a las autoridades de la población. En esos barrios marginales de Lima y en la zona de Ayacucho, Sendero Luminoso puso de moda el linchar a los policías para que no entraran en su zona, antes habían colgados perros de los árboles como advertencia, y finalmente las fuerzas policíacas y de seguridad aceptaron que no podían entrar en esas zonas sin una demostración de fuerza mayor y el temor los llevó a abandonar esos barrios y pueblos.

No es muy diferente de lo que estamos viviendo. La participación de personajes ligados a Sendero se había puesto de manifiesto en el pasado en el EPR y sus derivados, estuvo presente entre los militantes más radicales del CGH en la huelga universitaria del 99 y entre movimientos como el Francisco Villa. Sus opciones se acentúan cuando las propias autoridades han decidido no atacar el problema, cuando las autoridades atribuyen esos actos de "justicia" a los "usos y costumbres" y permiten que crezca la impunidad hasta un grado en que se llega al ridículo de afirmar que se requieren cientos de elementos para controlar una turba que las primeras investigaciones ya han comprobado que no era superior a las 300 personas (sí, había muchas más personas en el lugar pero no participaban directamente en los hechos) o que se argumente que no se pudieron acercar helicópteros por miedo a que los derriben "a pedradas". El hecho es que, como sucedía en las zonas marginales de Lima, y como se ha repetido en otras zonas de grandes ciudades infestadas por los mismos problemas, como sucede hoy en Buenos Aires (de allí surgió en buena medida el movimiento de los llamados piqueteros), o en Sao Paulo y Río de Janeiro, en Medellín o Cali, o en Quito, el control ya no lo tienen las autoridades, lo tienen estos grupos, montados entre el revanchismo social, la ideología más radical y la delincuencia organizada.

Es un fenómeno que aquí se está dando desde hace algunos años pero que nuestras autoridades han preferido ignorar, sobre todo en la ciudad de México. Todavía podríamos estar a tiempo de controlarlo, de recuperar el control de esos espacios. Si sigue pasando el tiempo y no se actúa, esa pérdida será irreversible.

La investigación de la PGR

¿Irá hasta el fondo la PGR en las investigaciones de Tláhuac? Pareciera que ahora sí, que no sólo habrá detenidos por estos hechos (en los 24 linchamientos que se han dado en los últimos cuatro años en la ciudad de México ha habido absoluta impunidad) sino que también se investigarán las acciones adoptadas por autoridades locales y federales. Todo indica que hubo, por una parte, una actividad criminal organizada, y por la otra negligencia y falta de coordinación. En los dos ámbitos debería haber responsables.

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