Desafuero y segundo piso en el año del gallo
Columna JFM

Desafuero y segundo piso en el año del gallo

El próximo nueve de febrero comienza el año nuevo chino. Será el año del gallo. Según los especialistas en esos temas, lo representativo de los originarios del año del gallo es que dicen lo que se piensan, incluso con agresividad y ello les provoca enemistades, son egoístas, no tienen en cuenta los sentimientos de los demás, son conservadores natos y están convencidos de que siempre tienen la razón. Aparentemente, muchos de nuestros precandidatos nacidos en este 2005 tienen esas características, pero pocos podrían reflejarse tan bien en ese modelo como Andrés Manuel López Obrador.

El próximo nueve de febrero comienza el año nuevo chino. Será el año del gallo. En nuestro caso, evidentemente, será el año de la búsqueda de las candidaturas presidenciales. Según los especialistas en esos temas, lo representativo de los originarios del año del gallo es que dicen lo que se piensan, incluso con agresividad y ello les provoca enemistades. Los nacidos en ese año (suponemos que las candidaturas nacidas en ese año también) son egoístas, no tienen en cuenta los sentimientos de los demás, son conservadores natos y están convencidos de que siempre tienen la razón. Además, no se fían de nadie, excepto de sí mismos. Pueden parecer valientes y arriesgados, dicen, pero en realidad son soñadores, dados a construir castillos en el aire, llenos de ideas grandiosas pero que no tienen ninguna posibilidad de llevarse a cabo: siempre prometen más de lo que pueden hacer.

Aparentemente, muchos de nuestros precandidatos nacidos en este 2005 tienen esas características, pero pocos podrían reflejarse tan bien en ese modelo como Andrés Manuel López Obrador. El domingo lo volvió a demostrar con la inauguración del segundo tramo del segundo piso del Periférico, en la ciudad de México. Fuera del hecho, por lo menos naif de haber inaugurado en tres ocasiones la misma obra pública, lo grave es que, una vez más, el estreno se hizo cuando esas obras aún están lejos de haber sido concluidas. Como en el pasado lejano, cuando en una gira presidencial se inauguraban oficinas u hospitales sin equipos, que eran llevados de un lugar al otro mientras se entretenía al presidente en turno y a su comitiva para poder realizar la mudanza, para que en todos los casos los viera terminados, aunque se concluyeran muchos meses después o quizás nunca. Así actuó López Obrador este domingo pasado.

No nos engañemos. No creo que la obra del segundo piso del Periférico sea un error. Cualquier gran ciudad, además de impulsar el transporte público, requiere de vialidades, de vías de comunicación rápidas, o por lo menos funcionales. En este sentido, es verdad que los segundos pisos no son una solución pero sí una ayuda a la vialidad de la ciudad que durante 20 años no había tenido obras de esta naturaleza. Claro que se puede objetar el hecho de que la inversión en transporte público no sea siquiera equivalente a la de obras viales o si la forma en que se construyó esta obra es la adecuada (¿cómo se presupuestó, por ejemplo, para descubrir ya iniciados los trabajos que la mitad de la obra no se podía construir?¿cuánto se invirtió en ello?¿cuánto deviene de deuda pública?) o si la opacidad que ha rodeado todo el proceso de construcción puede tener alguna razón lógica.

Pero lo que hace más controvertido el proceso es su evidente utilización política. Es verdad: toda obra pública tiene una utilización política, pero también hay límites para ello. Como decíamos López Obrador inauguró en tres oportunidades la misma obra: primero en el 2003, en el tramo llamado distribuidor vial de San Antonio; luego en pleno videoescándalos, en agosto del 2004, para tratar de hacer una demostración de fuerza inauguró el primer tramo del segundo piso (una obra inconclusa que no llevaba a ninguna parte); y ahora, para adelantarse al inicio del periodo ordinario en la cámara de diputados y presionar en el tema del desafuero, se adelanta una vez más la inauguración. Pero en esta ocasión las cosas no le funcionaron igual al jefe de gobierno: esta vez escasearon los invitados especiales, no fueron ni los grandes propietarios de medios de comunicación, ni los empresarios más importantes del país. Fue tan notorio que el principal invitado y donde se centraron los reflectores fue en el cardenal Norberto Rivera y junto a él cortó el listón la escritora Elena Poniatowska, ambos muy respetables pero muy lejos del peso político y económico de los invitados que asistieron a la “anterior” inauguración.

Y para colmo resultó evidente que la obra está inconclusa y estará en esas condiciones durante varias semanas más con lo cual, muchas de las personas y sectores que se benefician de ella, se han sentido en parte defraudados. ¿Por qué el apuro para inaugurar la obra? Porque el jefe de gobierno necesita mantenerse en la agenda política y comienza un periodo ordinario de la cámara de diputados en la que estará en debate su desafuero, y no quería contaminar una cosa con la otra. En realidad, es muy probable que no haya desafuero: los perredistas evidentemente no lo quieren, la mayoría de los priistas también consideran que el desafuero en lugar de ser un impedimento termina beneficiando al propio López Obrador. Existe, además, el precedente establecido por la propia cámara de diputados en el caso René Bejarano de que aunque solicite licencia, un funcionario electo mantiene el fuero, lo que combinado con el razonamiento legal del documento que se filtró del IFE el día de ayer (aunque el IFE especificó luego que no se trataba de documentos o posiciones oficiales de esa institución sino de estudios de asesores) podrían darle a López Obrador la posibilidad de participar en el 2006 aunque esté acusado formalmente del desacato por el caso de El Encino.

Pero si el tema del desafuero se agota, el jefe de gobierno necesitará mantenerse en la agenda nacional: hasta ahora ha tenido éxito y lo ha logrado, incluso pagando un costo alto que se refleja en las encuestas de popularidad, no tanto en quienes mantienen su respaldo al propio López Obrador, sino en los crecientes “negativos” que registra su persona, o sea la gente que bajo ninguna circunstancia votaría por él. En última instancia, el que en la ceremonia del domingo la enorme mayoría de los participantes e invitados hayan sido no los empresarios y las figuras nacionales que lo acompañaron en la primera inauguración, la de agosto del 2004, sino funcionarios de su gobierno y simpatizantes cercanos, demuestran también que mientras López Obrador se hace fuerte entre los suyos, fuera de ese círculo sigue manteniendo muchos adversarios. Y ello lo puede llevar a lanzar ya, de lleno, a la campaña.

Esto mientras su partido sufre una situación difícil para la elección de su dirigencia, proceso en el cual todo indica que la corriente de Nueva Izquierda que encabeza Jesús Ortega se ha decidido a desafiar al jefe de gobierno y pelear la presidencia partidaria al gobernador de Baja California Sur, Leonel Cota Montaño, apoyado explícitamente por López Obrador pero que no concita el respaldo de buena parte del perredismo.

¿Inició la despedida de López Obrador del GDF? Todo parecería indicarlo. Por lo pronto y como los diputados han decidido alargar el proceso del desafuero (aunque insistimos que muy probablemente al final no votarán, la mayoría, por él), se apresta a anunciar nuevas obras viales esta misma semana. Qué bueno, pero sería aún mejor que terminara las aún inconclusas, incluyendo el segundo piso actual y el tramo sur-norte, dejado atrás por tiempos electorales y costos financieros: se comprende cuando la deuda del gobierno del DF ha pasado ya los 41 mil millones de pesos y se ha triplicado en los últimos años.

Justicia estilo Oaxaca

¿Qué mejor demostración de que existe persecución política contra Gabino Cué que lo sucedido en los últimos días? Resulta que el domingo, cuando Gabino Cué fue ante la procuraduría estatal para que lo detuvieran, allí alegaron que existía un amparo que lo protegía, aunque el propio Gabino declaró que éste se había agotado 72 horas atrás. Ayer, se presentó directamente ante el juez que había librado la orden de aprehensión por una supuesta malversación de fondos (surgida, como aquí dijimos, de una ridícula acusación de oídas) y éste también decidió no detenerlo por considerar “no grave” la acusación que antes había considerado grave. Ahora el mismo juez tiene 72 horas para decidir si tiene lugar o no la acción penal. Ojalá alguien comprenda que tantos errores políticos de un gobierno con apenas 45 días en el poder son demasiados, aún en el califato oaxaqueño.

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