El otro TUCOM: ¿todos unidos contra Montiel?
Columna JFM

El otro TUCOM: ¿todos unidos contra Montiel?

La comida de la Unidad Democrática demostró el músculo y la capacidad de convocatoria de esa fuerte corriente interna del priismo, pero también el mayor de los problemas que deberá enfrentar si realmente desea derrotar a Roberto Madrazo: la necesidad de avanzar en sus acuerdos internos más allá de la retórica y evitar la feria de egos que pueden girar en torno a ella. Debe mostrar, además, que esa oposición a la dirigencia nacional de su partido puede transitar, simultáneamente, en un plano de unidad interna pero basada en una aspiración auténticamente reformista.

La comida de la Unidad Democrática demostró el músculo y la capacidad de convocatoria de esa fuerte corriente interna del priismo, pero también el mayor de los problemas que deberá enfrentar si realmente desea derrotar a Roberto Madrazo: la necesidad de avanzar en sus acuerdos internos más allá de la retórica y evitar la feria de egos que pueden girar en torno a ella. Debe mostrar, además, que esa oposición a la dirigencia nacional de su partido puede transitar, simultáneamente, en un plano de unidad interna pero basada en una aspiración auténticamente reformista. Sin ello será, sólo, un grupo de poder más en pos de la candidatura presidencial. Y en ese sentido, en sus propios integrantes se encuentran varios de sus principales escollos.

Algunos son menores, otros definitivamente mayores. Preguntémonos, por ejemplo, porqué no asistió el gobernador de Sonora, Eduardo Bours a esa comida de la que era uno de los convocantes. Se ha dicho que lo que sucedió fue que, originalmente, Bours, en su calidad de miembro del grupo pero no de precandidato presidencial, sería el único orador, pero en un encuentro previo, Francisco Labastida habría presentado la propuesta de que fueran los tres gobernadores y el líder priista en el senado, o sea los que han aceptado sus legítimas ambiciones de ser candidatos de ese partido, quienes hablaran. Bours se molestó y no llegó a la comida en lo que pareció más un simple berrinche que una decisión política madura de uno de los principales gobernadores del país. Y entonces, para los medios, ese fue uno de los temas preferidos de la comida.

El otro fue Francisco Labastida. El ex candidato presidencial tiene todo el derecho del mundo de continuar su carrera política pero no puede ignorar el hecho de que fue el candidato derrotado en las elecciones del año 2000. Puede hacer muchas cosas y aspirar a otras, pero no puede sentarse en la mesa con los cuatro hombres que el grupo Unidad Democrática aspira a lanzar para la presidencia de la república en el 2006. ¿Acaso vio usted en la campaña demócrata del año pasado a Al Gore acompañando desde las primarias a cualquiera de los precandidatos de ese partido?. Por supuesto que no, y recordemos que Gore en las elecciones del año 2000 fue el candidato que obtuvo la mayor cantidad de votos y perdió la presidencia con Bus, no en las urnas sino en la Suprema Corte de Justicia estadounidense. Labastida no tenía que haber estado ese día en esa mesa y si ninguno de sus compañeros en esa corriente lo advirtió es que sus reflejos políticos son demasiado lentos.

Pero el caso más delicado para Unidad Democrática es el de Arturo Montiel, el gobernador del estado de México. Montiel gobierna, para el priismo y para las elecciones del 2006, la entidad más importante del país. Ningún estado tiene más votos que el estado de México y con la nueva distritación es aún más importante para el 2006, tanto en lo referente a la elección presidencial como para la conformación de la próxima cámara de diputados. Montiel ha dicho que quiere la presidencia de la república y tiene derecho a aspirar a ello, aunque quizás no tenga el mejor perfil. Pero el propio gobernador está dando la impresión de que seguirá en ese camino hasta el final, imponiendo su candidatura al propio grupo del que forma parte. El miércoles pasado, todo indica que fue la posición de Montiel la que decidió que hubiera cuatro oradores en lugar de uno, también que allí se decidió la presencia de Labastida en la mesa de los precandidatos.

Pero ello es anecdótico, lo que no lo fue es el discurso del gobernador. El acuerdo era pronunciar cuatro discursos cortos, conciliadores, que sirvieran simplemente para una suerte de presentación en sociedad de la nueva corriente. La idea era no mostrar una posición de ruptura ni tampoco presentar propuestas, plataformas concretas para no polarizar el acto. Los otros tres oradores se ajustaron a ello: Enrique Jackson, Manuel Angel Núñez y Enríque Martínez, no fueron más allá de una serie de planteamientos generales, concentrados, particularmente, en la necesidad de que la elección del candidato de su partido se basara en un proceso abierto y democrático, aceptando que ese grupo tendría un solo candidato. Montiel fue el único que leyó un discurso que ya traía preparado y el que se involucró en detalle en el proceso interno de su partido, críticó duramente a la actual dirección, dijo que se estaban autoengañando, aseguró que el priismo en lugar de avanzar está retrocediendo y además presentó, un miniprograma político de varios puntos. ¿Fue un mal discurso? Depende cómo se lo analice. Le permitió al gobernador “ganar” las notas principales de muchos de los periódicos nacionales al día siguiente. El único problema es que por ese protagonismo y por ese discurso se perdió el tono, el objetivo original de esa comida. Montiel se mostró, como producto de ese discurso, como el único realmente confrontado con Madrazo y, de alguna forma, como la alternativa a éste. También se podría decir que se agandalló de sus compañeros de corriente.

Y le costó caro. Un día después del discurso no sólo recibió una muy dura respuesta del secretario de elecciones priista, César Augusto Santiago, sino que Madrazo decidió retirar a los delegados del CEN priista en el estado y no estuvo en la toma de protesta, como candidato, de Enrique Peña Nieto. Recordemos que el aspirante del madracismo para el estado de México era el empresario Carlos Hank Rhon. Llegó el mensaje desde el gobierno estatal de que no se lo dejaría pasar porque se harían cumplir estrictamente los requisitos de residencia y Hank se retiró de la contienda. Desde el propio CEN, operadores como Manuel El Meme Garza y Rafael Rodríguez Barrera, trabajaron para sacar por unidad al candidato que impulsaba Montiel, que era Peña Nieto. En ese sentido era clave la decisión del partido Verde que tenía como favoritos a Hank Rhon y al procurador Alfonso Navarrete. Desde el CEN, donde están los hilos de los acuerdos con el Verde, se decidió el apoyo a Peña Nieto y eso le terminó de despejar el camino hasta convertirse en candidato de “unidad”. Montiel ha hecho todo para demostrar que logró manejar e imponer la candidatura de Peña y al que quizás menos haya ayudado con ello ha sido al propio Peña. Ante la ruptura de Montiel con Madrazo, Peña se apresuró el propio sábado, en su toma de protesta, en tratar de recomponer las relaciones y Madrazo le envió un mensaje un tanto críptico de apoyo al priismo mexiquense, pero que podría entenderse como que, salvo cambios, el PRI del estado de México tendrá que basarse en sus propias fortalezas para ganar las elecciones del próximo tres de julio. Tan claro fue, que el propio Montiel se desdijo de lo declarado tres días atrás y terminó tratando de recomponer, él también, la relación con Madrazo, que mientras tanto anunciaba, como para que se entendiera que el enfrentamiento no era con todo el TUCOM, que este lunes y martes estará de gira por Hidalgo, la tierra de Núñez Soto donde habrá elecciones el domingo 20.

Pero Peña Nieto, nacido por cierto en Atlacomulco y con vínculos con varias de las principales familias políticas del estado, es el que puede salir más perjudicado de esta situación sino se zafa de ella. Apenas unas horas antes de aquel discurso en la comida de Unidad Democrática, la comisión de fiscalización del Instituto Electoral del Estado de México había decidido inhabilitar al candidato panista Rubén Mendoza Ayala por las irregularidades cometidas en la precampaña blanquiazul. Tres de los siete consejeros habían votado ese dictamen. Pero el gobierno de Montiel fue acusado de estar detrás de la decisión y el jueves, en la carta de Santiago a Montiel, éste (y luego lo retomaría Madrazo) le mandó decir al gobernador que “esperaba” que se le ganara a Mendoza Ayala en las urnas y no en los tribunales. Y algo sucedió porque los mismos integrantes del Instituto que habían votado por sancionar a Mendoza Ayala cambiaron de opinión y el viernes rechazaron el dictamen que ellos habían elaborado y aprobado a principios de la semana. Peña se tiene que enfrentar ahora a un partido dividido, donde tendrá que reconquistar el respaldo del CEN priista, con un Mendoza Ayala que nunca hubiera podido pagar por la publicidad gratuita que esas decisiones tan controvertidas le están haciendo, con un grupo de Unidad Democrática que tampoco (lo vimos el sábado) quiso avalar plenamente los dichos de Montiel y que mostraron su descontento no concurriendo, ellos tampoco, a la toma de protesta.

Montiel es el factor clave para el futuro de Unidad Democrática y, quizás la mayor ventaja para Madrazo. Mientras los gobernadores y Jackson tratarán de poner orden en sus cosas y controlar el accionar de Montiel, Madrazo simplemente seguirá con su estrategia desde la presidencia de su partido sin asumir costos y aprovechando errores de sus adversarios.

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