Cada vez más lejos de los liderazgos regionales
Columna JFM

Cada vez más lejos de los liderazgos regionales

Cartagena, Colombia.- Los datos parecen brutalmente contradictorios: mientras aumentó el gasto público por persona en servicios sociales un 50 por ciento en América Latina, el gasto público en infraestructura descendió durante la pasada década del 1,2 a apenas el 0.6 por ciento del PIB. Los datos muestran que los avances son demasiado relativos, que los esfuerzos que se realizan a la hora de analizar los servicios que recibe un ciudadano en los países de América Latina, y México no es una excepción, no son suficientes, no alcanzan el nivel de calidad requerido y que las autoridades no terminan de rendir cuentas plenamente respecto a los recursos que reciben.

Cartagena, Colombia.- Los datos parecen brutalmente contradictorios: mientras aumentó el gasto público por persona en servicios sociales un 50 por ciento en América Latina (si se incluye el pago de pensiones, sin él el aumento es del 30 por ciento), el gasto público en infraestructura descendió durante la pasada década del 1,2 a apenas el 0.6 por ciento del PIB. Mientras se gasta más en educación se extiende el servicio pero en realidad no mejora: en México, el 20 por ciento de la población de ingresos inferiores tiene 3 años y medio de escolaridad, el 20 por ciento de la población de ingresos superiores alcanza los once años seis meses de educación. Los datos muestran que los avances son demasiado relativos, que los esfuerzos que se realizan a la hora de analizar los servicios que recibe un ciudadano en los países de América Latina, y México no es una excepción, no son suficientes, no alcanzan el nivel de calidad requerido y, sobre todo, que las autoridades y los proveedores (públicos y privados), incluyendo por supuesto los mexicanos, no terminan de rendir cuentas plenamente respecto a los servicios, a los recursos que reciben.

Pocas ciudades pueden presumir de la belleza de Cartagena, pocas tampoco, tienen tanta pobreza en un entorno no demasiado lejano, pero ver desde este espacio la situación del continente no es, en absoluto, una mala experiencia. Se desarrolló aquí, desde el viernes pasado, un foro organizado por el Banco Mundial y la Fundación Nuevo Periodismo, que reunió a un importante grupo de comunicadores, en este caso directores y periodistas de radio, que sirvió para analizar la situación del medio, pero también para conocer el informe que dará a conocer hoy lunes el Banco Mundial respecto a la experiencia de América Latina en la provisión de servicios públicos a partir de las reformas realizadas en la última década. El intercambio de experiencias entre comunicadores fue algo más que gratificante: conocer desde el desarrollo y las nuevas alternativas de algunas de las grandes cadenas de comunicación al mismo tiempo que se analizan las limitaciones económicas, pero también la creatividad y la relación con la gente de pequeñas estaciones ubicadas en regiones perdidas del continente, permite tener una nueva visión de las cosas. Pero también al cruzar esa realidad con la información sobre las limitaciones en la prestación de servicios, sobre todo a la hora de ver cómo las autoridades y proveedores no aceptan sus responsabilidades, la rendición de cuentas (accountability) sobre los servicios públicos que deben proveer al ciudadano se demuestra, una vez más, que está en los medios una de las vías para que, en el corto plazo (o la vía corta, como le llaman los especialistas del Banco Mundial) puedan canalizarse esas exigencias, esas demandas que en el espacio público no parece existir.

En el caso México, aparecen varios capítulos que deben ser preocupantes: en los hechos, con base en los datos que contiene el informe, no estamos liderando prácticamente nada en prestación de servicios en América Latina. Estamos en un relativo promedio en la mitad más alta de la región pero, salvo en los éxitos indudables obtenidos en el programa Oportunidades, no aparecemos liderando casi nada en la región. No lo hacemos en educación (la calidad de la educación en nuestro país sigue estando bastante por debajo de la de Chile y Argentina, lejos de la de otros países que se supone incluso con un nivel de desarrollo menor al nuestro como Polonia y a años luz de nuestros socios comerciales en el TLC, Canadá y Estados Unidos); tampoco en cobertura en salud o en servicios de energía en todas sus variantes; tenemos un buen lugar en telecomunicaciones pero tampoco estamos liderando nada allí. Un dato es más preocupante aún: ningún país del continente tuvo un gasto tan bajo como México en inversión en infraestructura, incluyendo inversión pública y privada, en los últimos cuatro años en el continente: ese solo dato debería demostrar lo que no dice el informe que dará a conocer hoy el Banco Mundial pero que se desprende de una lectura detallada del mismo para nuestro caso: estamos estancados y cuando en las actuales circunstancias mundiales no se avanza en realidad se está retrocediendo.

Los números marcroeconómicos de México son buenos, no cabe duda, existen avances reales, sobre todo en la articulación del sector financiero, existen (eso sí destacado en forma importante en este informe del Banco Mundial) avances notables en el programa Oportunidades, pero en todo lo demás nos vamos quedando atrás. Las tan comentadas reformas estructurales son un punto clave en todo esto: no tenemos inversiones privadas porque no se están abriendo los mercados, no se están ofreciendo oportunidades de inversión. Las mayores inversiones en la región son en telecomunicaciones y en energía: en el primer terreno no estamos tan mal aunque podríamos estar bastante mejor, en el segundo estamos, incluso comparados con todos los demás países de la región, en situación de casi desastre. No puede crecer la inversión pública porque no hay recursos para ello, porque no crecen los ingresos fiscales y entonces todo se va en el gasto corriente. Como no se realizan las reformas políticas necesarias, la rendición de cuenta de nuestros políticos sigue siendo casi un mito (y ello va desde la cerrazón de los legisladores a aceptar la reelección que permitiría, así sea marginalmente, un mayor control ciudadano hacia sus actividades, hasta el rechazo de gobernantes como López Obrador a transparentar o siquiera informar sobre cómo gasta sus recursos). Como no existe una reforma laboral congruente tampoco se pueden romper las barreras clientelares, que el propio informe del BM señala, en México como en buena parte de América Latina, como uno de los mayores problemas para mejorar los servicios, particularmente en educación y salud. Como no se realiza la reforma de pensiones, éstas cada vez inmovilizan más el gasto o la inversión en las demás políticas sociales. Como no se reforman los sistemas judiciales y de seguridad, no terminamos de tener una justicia eficiente y expedita y nuestra seguridad pública es lastimosa.

El actual estado de cosas podrá, si el clima electoral lo permite, mantenerse por un par de años más. Si no hay cambios, después del estancamiento vendrá, inevitable, el declive y éste puede ser pronunciado. En la vorágine de las declaraciones políticas no se habla de nada de esto: el tema es el desafuero aunque éste no aparezca como lejano, el enfrentamiento entre el gobierno federal y el capitalino (¿quién le da lecciones de comunicación al gobierno federal?¿qué presidente anuncia públicamente que ya no hablará de otra autoridad, de un contrincante, de quién sea?), la lucha por las candidaturas, todo de cara al 2006, o incluso un insólito, por absurdo, enfrentamiento mediático, desde el gobierno federal, con Estados Unidos, pero lo cierto es que el árbol no nos permite ver el bosque: mientras se busca desesperada y a veces inescrupulosamente el poder, el país se retrasa en casi todos los ámbitos y la calidad de vida cada día disminuye. Y los únicos que no lo ven ni parecen querer verlo, son nuestros dirigentes políticos, nuestros hombres y mujeres en los distintos ámbitos de poder.

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