El desafuero, la salud de JP II y de Isabel
Columna JFM

El desafuero, la salud de JP II y de Isabel

Es tan voluble e impredecible la política nacional que lo que pueda suceder hoy en la sección instructora, donde se podría decidir el dictamen sobre el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, puede estar influenciado por elementos tan alejados del debate sobre el desacato o no del jefe de gobierno en el caso del predio El Encino, como la salud del papa Juan Pablo II o de la señora Isabel de la Parra, esposa del presidente del PRI, Roberto Madrazo.

Es tan voluble e impredecible la política nacional que lo que pueda suceder hoy en la sección instructora, donde se podría decidir el dictamen sobre el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, puede estar influenciado por elementos tan alejados del debate sobre el desacato o no del jefe de gobierno en el caso del predio El Encino, como la salud del papa Juan Pablo II o de la señora Isabel de la Parra, esposa del presidente del PRI, Roberto Madrazo.

En el caso de Juan Pablo II, como sabemos, su salud se agravó en la tarde de ayer y al momento de escribir estas líneas había versiones contradictorias sobre la gravedad de su estado, aunque la mayoría de ellas coincidían en señalarlo como grave. Sin duda, la salud del Sumo Pontífice, la figura internacional más popular en México, ocupa y ocupará la atención de muchos mexicanos, más que lo que pueda suceder en San Lázaro con la sección instructora y el proceso de desafuero. Esa situación podría motivar a los diputados a decidir en uno u otro sentido su voto, para acabar su participación en este asunto mientras la opinión pública estará enfocada en otro acontecimiento mucho más trascendente.

Por otra parte, se informó de un agravamiento de la salud de Isabel de la Parra, la esposa de Roberto Madrazo, que estaba en un viaje por Asia cuando sufrió una recaída del mal crónico que la aqueja y debió ser internada, aparentemente en Bangkok, en Tailandia, donde los médicos que la están atendiendo le prohibieron volar a México por la gravedad de su estado. Ayer en la tarde, Roberto Madrazo no había decidido aún si viajaría a encontrarse con su esposa, pero se estaba preparando un avión-ambulancia con los equipos médicos necesarios para trasladarla a México. Mucho se especuló, ayer mismo, sobre la posibilidad de que esa situación le permitiera a Madrazo tener una salida para no estar en el país a la hora de que la sección instructora definiera su posición sobre el desafuero. Ayer mismo, el vocero del PRI, Sergio Martínez Cavaría, insistía, primero, en que no era seguro que Madrazo viajara mañana fuera del país, pero, además, que la posición que tomaran los dos diputados priistas miembros de la sección instructora, cualquiera que ella fuera, sería respaldada por el presidente del partido.

¿Qué pasará hoy en la sección instructora? En realidad, nadie lo sabe, ni siquiera es concluyente que se vaya a votar el dictamen sobre el caso, aunque ello sea lo más probable. En la noche del miércoles, en el PRI no había aún una opinión homogénea sobre cómo votar e incluso, si en la sección instructora se aprobara el dictamen de desafuero, no existiría ninguna garantía de que el mismo fuera respaldado por el número suficiente de votos priistas en el pleno de la cámara. Aún se estaban analizando los diferentes escenarios.

Existe, sin duda, una lógica jurídica respecto al tema, pero tanto en López Obrador como en el PRI y en el PAN, no se pueden obviar las repercusiones político-electorales del caso. En varias oportunidades hemos insistido en que el desafuero ha sido el instrumento político más importante de López Obrador en los diez últimos meses: luego de los videoescándalos, cuando estaba atrapado en un debate sobre la corrupción de sus principales colaboradores, la solicitud de desafuero terminó convirtiéndose en un instrumento invaluable para su causa, para avanzar en la teoría del complot y presentarse como víctima de un proceso que buscaba quitarle la candidatura presidencial y, llevado ya al exceso por algunos, directamente la presidencia de la república.

La insistencia de que la acción se realizaba contra el “hombre que encabeza las encuestas electorales para el 2006” le daba a esa premisa un peso que evidentemente no tiene, por lo menos si se lo quiere extrapolar al grado de dar esa tendencia como un irremediable resultado en unos comicios para los que aún faltan 15 meses. Como ya hemos dicho, quince meses antes del 2 de julio del 2000, las encuestas eran encabezadas por Cuauhtémoc Cárdenas, le seguía Francisco Labastida y en el PAN, Diego Fernández de Cevallos era más popular que Vicente Fox; la diferencia del PRI, como partido, con el PAN y el PRD, era notable. Y poco más de un año después el escenario cambió radicalmente. Y lo mismo, en cualquier sentido, sucederá ahora: pensar que los movimientos político-electorales permanecerán estáticos durante tanto tiempo, a pesar de que los principales actores se moverán de sus actuales posiciones, de que habrá campañas internas con gran presencia mediática además de una campaña electoral donde participarán no sólo candidatos sino también partidos, alianzas y distintas corrientes políticas, sociales y económicas, es desconocer cómo se mueve una campaña electoral en México.

Pero la estrategia de López Obrador de aferrarse al tema del desafuero y llevar el discurso a su máxima expresión, incluyendo la tesis del golpe de Estado, políticamente fue la correcta. Lo difícil para López Obrador era quedarse en el discurso de su obra de gobierno; explicar porqué no se reducía la inseguridad; porqué aumentaba la deuda del gobierno local; porque pese a toda la publicidad, el crecimiento real del DF apenas fue del 3.9 por ciento, y se ubicó en el lugar 17 nacional, contra tasas de crecimiento de casi el 9 por ciento en Quintana Roo, y participaciones muy superiores en Baja California, Querétaro, Estado de México, Zacatecas, Nuevo León o Michoacán, entre otros estados. Es un instrumento mucho mejor hacer girar la política en torno al desafuero que explicar porqué no se abre el GDF a la transparencia y la información pública. O qué pasó realmente con la investigación del caso Ponce Meléndez, de dónde salían sus recursos, los de Bejarano, qué tanto permeó la corrupción generada por estos influyentes funcionarios. O incluso explicar porqué los servicios de energía eléctrica o de agua potable son cada día peores. O porqué se han deteriorado de tal forma los servicios de salud locales. El desafuero evitó hablar de todo ello y ubicar cualquier crítica a la gestión gubernamental del DF en el esquema del complot. Y los adversarios del jefe de gobierno, en su mayoría, terminaron participando de ese juego.

¿Habrá hoy desafuero? Por lo menos parecía probable que existiera un dictamen que lo propusiera al pleno de la cámara de diputados. Ojalá no se vote en ese sentido, que se acabe con esta coartada política que le ha servido a López Obrador para instrumentar una campaña política adelantada, en la que cualquier rendición de cuentas sobre su actual gestión de gobierno ha quedado cancelada. La estrategia de López Obrador de cara al 2006 no cambiará: seguirá en el camino de la polarización porque así puede prosperar su candidatura en esos comicios, colocando al electorado en la posición de votar a su favor o en su contra, sin mayores alternativas y sustentado sólo en un discurso que, hablando de un “nuevo proyecto de nación”, en realidad, no ha mostrado más que generalidades que, en la medida en que la victimización se mantenga, no tendrá porqué abandonar. Está gastando en su campaña antidesafuero más de un millón de pesos diarios en spots de televisión y nunca ha explicado de dónde proviene ese dinero. Dejando atrás el desafuero, podría exigírsele, como a todos los demás, rendición de cuentas y, de cara al 2006, propuestas que vayan más allá de su supuesta persecución.

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