Terrorismo, narcotráfico y ?populismo radical?
Columna JFM

Terrorismo, narcotráfico y ?populismo radical?

Las estrategias de seguridad antiterrorista de los Estados Unidos están basadas en un punto inamovible: la relación imposible de separar, desde su punto de vista, del terrorismo con una serie de fenómenos que, ubican en el primer lugar al crimen organizado y el narcotráfico. No es un secreto que en ese esquema de seguridad, la política y la política militar van de la mano.

Bogotá, 28 de abril.- Las estrategias de seguridad antiterrorista de los Estados Unidos están basadas en un punto inamovible: la relación imposible de separar, desde su punto de vista, del terrorismo con una serie de fenómenos que, ubican en el primer lugar al crimen organizado y el narcotráfico. Pero la idea es mucho más sofisticada y también más política, por eso va más allá.

No es un secreto que en ese esquema de seguridad, la política y la política militar, van de la mano. En el recorrido que estamos realizando por Estados Unidos y Colombia para analizar cómo funciona esa estrategia de seguridad continental, sigue siendo notable la forma en que los temas de antiterrorismo y narcotráfico se ven como uno solo, pero cuando se observan desde la óptica de la estrategia para la región, se le suma un componente clave para tener una visión global: falta lo que la administración Bush llama “el populismo radical”.

Estuvimos con el coronel David Mc Williams del comando sur de las fuerzas armadas estadounidenses. La Unión Americana tiene dividido el mundo, para estrategias de seguridad, en cinco grandes comandos: en nuestro continente, el comando sur abarca toda América Latina y casi todo el Caribe, con la excepción de México y Cuba, que están contempladas como parte del comando norte desde los atentados del 11 de septiembre: estamos en el comando norte porque éste es que el debe garantizar la seguridad interna de los propios Estados Unidos y las dos naciones limítrofes, Canadá y México, son considerados países con una “relación especial” y contemplados como parte de esa estrategia interior. Ese sólo hecho tendría que hacernos comprender, independientemente de que el ejército mexicano ha insistido siempre en que, sin menoscabo de la cooperación bilateral y regional de ninguna manera piensa trabajar en forma institucional como parte del comando norte, la forma en que se nos ve desde el otro lado de la frontera y, paradójicamente, la forma en que se podría potenciar la relación en lugar de matizarla o relativilizarla en forma casi constante. Somos uno de los muy pocos países que podría tener un trato altamente especial con Estados Unidos que no implicaría menoscabo de nuestra soberanía (como no se pierde la soberanía canadiense por esa relación) y los únicos que no la explotamos plenamente.

Pero ello se debe tomar en cuenta, también, en otro sentido y por distintas amenazas que, desde Washington, ven sobre la región y que, en todos los casos, se ciernen también sobre México. Según el comando Sur de los Estados Unidos las amenazas regionales para su país son el terrorismo y en ese contexto, ubican como coadyuvante de éste al narcoterrorismo, con su mayor manifestación en Colombia, en la relación de los grupos armados, tanto las FARC como el ELN y los paramilitares, con el narcotráfico; como amenaza central tienen al narcotráfico en sí; el tráfico de personas; las posibilidades de migraciones masivas; el lavado de dinero; los secuestros trasnacionales; las crecientes bandas urbanas como la mara salvatrucha y al final, pero no al último, “el populismo radical”. ¿Qué entienden por “populismo radical”? A “un gobierno que puede haber llegado al poder en forma democrática pero que se convierte en un peligro para la democracia porque utiliza el apoyo de sectores populares para subvertir las instituciones democráticas de su propio país, generando la inestabilidad y la desestabilización del sistema”. ¿Por qué consideran que esto tiene relación con el terrorismo y el narcotráfico? Porque en la medida en que las instituciones democráticas se “subvierten”, se deterioran y se genera ese ambiente de desestabilización institucional, se crea un clima propicio para el crecimiento del terrorismo, del narcotráfico y de las bandas urbanas. Esta visión va acompañada por la convicción de que en una región sin amenazas militares tradicionales, el desafío que implican estos fenómenos, requieren estructuras internacionales que no tienen límites geográficos precisos.

En estos momentos, esas amenazas además tienen para las áreas de seguridad estadounidenses, nombre y apellido: son los grupos armados en distintos países pero particularmente en Colombia; los grupos del narcotráfico, incluyendo en forma muy destacada los que operan en México (según la Guardia Costera, el 70 por ciento de la droga que ingresa a Estados Unidos pasa, vía terrestre, por nuestro país) y en términos del llamado “populismo radical”, la amenaza se llama Hugo Chávez y un régimen que, según fuentes de alto nivel en Estados Unidos, se lo ve como un peligro potencial para la región por su relación especial con Cuba, por su relación con grupos armados colombianos, por su impulso a otros políticos que tienen una formación y forma de hacer y entender la política similar y por su creciente armamentismo. El temor, en realidad, no parece ser Chávez en sí mismo, aunque preocupe la compra masiva de armas y la construcción de un ejército con dos millones de reservistas, sino la posibilidad de una asociación de distintos regímenes de estas características en la región.

Evidentemente cuando se habla de esto con los mandos militares estadounidenses, ellos dicen que ese aspecto es político y que ellos no hacen política, que esa la fija el departamento de Estado o en todo caso, el Pentágono. El detalle está en que cuando se habla con éstos el discurso es casi el mismo. ¿Qué es lo que desde el ámbito militar tratan de proponer a los otros ejércitos? Que apoyen las instituciones democráticas y que no se dejen llevar por la política, que su lealtad está con el país y sus instituciones y no con diversos movimientos políticos.

No se trata sólo de ideologías: por ejemplo, aparentemente, un gobierno como el de Luis Inácio Lula Da Silva en Brasil, no causa resquemor alguno, es un gobierno democrático que respeta las instituciones y el juego democrático. El gobierno de Chávez (o el recientemente destituido gobierno de Lucio Gutiérrez) es un gobierno que desconoce el juego democrático y ha vulnerado esas instituciones en su propio beneficio, acabando con los propios contrapesos democráticos: allí es donde identifican el peligro.

Se podrá argumentar que México no tiene nada que ver con esto. No es así: todas las amenazas que se contemplan en la visión estratégica de seguridad para la región, están presentes en nuestro país. Desde la extendida presencia del narcotráfico, hasta la violencia en las fronteras y el tráfico de gente que se considera un “camino” lógico para la presencia potencial de terroristas, pero también allí está el tema López Obrador y la necesidad de que el propio precandidato perredista muestre con toda claridad sus cartas: ¿cuál es el verdadero López, nos preguntábamos esta semana, el que denuncia el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial y asegura que deben ser “transformados” o el que llama a un acuerdo político amplio? Uno sería visto, sin duda, como un peligro potencial ya no en la región sino en lo que Estados Unidos considera su propio ámbito de seguridad interno. El otro podría ser aceptable y no generaría necesariamente conflictos, pero la diferencia es demasiada para que sea considerada como un simple matiz semántico.

El componente del “populismo radical” le otorga una nueva perspectiva a la visión estadounidense de la lucha antiterrorista y antinarcóticos. No se lo debería, ni se lo puede, ignorar.

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