Hoy no es julio del 2006
Columna JFM

Hoy no es julio del 2006

Las encuestas no mienten, pero tampoco son oráculo o verdad absoluta. La encuesta publicada ayer por María de las Heras es transparente: si hoy fueran las elecciones Andrés Manuel López Obrador tendría 40 por ciento de votos, Roberto Madrazo el 33 por ciento y Santiago Creel el 23 por ciento. Con diferente metodología, ayer Reforma publicó también una encuesta que le daría a Andrés Manuel un 36 por ciento, a Madrazo un 25 por ciento y a Creel el 24 por ciento. Pero como explica María, las elecciones no soy hoy sino dentro de trece meses y todo puede cambiar.

Las encuestas no mienten, pero tampoco son oráculo o verdad absoluta. La encuesta publicada ayer por María de las Heras es transparente: si hoy fueran las elecciones Andrés Manuel López Obrador tendría 40 por ciento de los votos, equivalente a unos 14 millones de electores, Roberto Madrazo el 33 por ciento (11.5 millones de electores) y Santiago Creel 23 por ciento, unos 8 millones de voto. Con diferente metodología, ayer Reforma publicó también una encuesta que le daría a López Obrador un 36 por ciento de votos, a Madrazo un 25 por ciento y a Creel 24 por ciento. Llama la atención que en la encuesta de Reforma el PRI tendría los mismos 25 por ciento de votos que Madrazo, el PRD 23 y el PAN 21 (¿y dónde queda el resto?). En todo caso, lo que es claro es que la ventaja aproximada de López Obrador, hoy, oscila en los 10 puntos sobre Madrazo y bastante más sobre Creel.

Pero como explica también María, las elecciones no son hoy sino dentro de trece meses y todo puede cambiar porque la mitad del electorado potencial puede, según la misma encuesta, modificar en el proceso su voto y el electorado de López Obrador se integra, casi en un 70 por ciento, de ese tipo de votantes.

¿Qué es lo que puede cambiar de aquí a julio del 2006? Todo. No sólo porque el momento político se caracteriza por la volatilidad sino también porque las cosas en los partidos distan de estar definidas. Recordemos, una vez más, que para estas fechas, hace seis años, el PRI estaba en la mayoría de las encuestas muy por encima de los otros partidos, en el PAN, Diego Fernández de Cevallos estaba bastante por encima, en términos de popularidad, que Vicente Fox (que apenas comenzaba a despuntar en las encuestas), en el PRD el candidato era Cuauhtémoc Cárdenas que, además, era, con mucho, el hombre más popular en la oposición y el único al que se percibía con posibilidades de derrotar al PRI. Trece meses después las cosas fueron totalmente diferentes y el curso que tomaron se pudo percibir con claridad apenas en febrero del 2006, o sea unos cinco o seis meses antes de la elecciones y se definieron, muy probablemente, después de los debates presidenciales.

¿Cómo pueden cambiar las cosas? Comencemos por el PRD y el propio López Obrador. Este sin duda ha crecido ante las dificultades, sobre todo por el intento de desafuero. Es su mejor escenario, la pregunta es qué hará ahora cuando tenga que presentar propuestas y el discurso del complot en su contra sea insuficiente: ya lo vimos esta semana, no acepta debatir con Cárdenas, inventó para distraer lo de Palacio Nacional y filtró el nombre de su novia para entretener al respetable. Le falta mucho por recorrer porque, además, la enorme mayoría de sus electores potenciales no son perredistas y tienen sólo un acuerdo circunstancial con su candidatura.

En el seno del PRD falta por ver algunas cosas: primero y principal qué sucederá con Cuauhtémoc Cárdenas y la corriente que lo apoya, que es hoy minoritaria en ese partido pero influyente dentro y fuera del mismo y que puede modificar, en mucho, el panorama político, de acuerdo con las decisiones que adopte Cárdenas, sobre todo si permanecen las condiciones de notoria inequidad en el proceso interno (por menos de lo que ocurre hoy en el PRD, Cárdenas dejó el PRI). Habrá que analizar, también, que sucede con los procesos internos del partido que siempre se han caracterizado por ser poco aseados y que le han generado rechazo de sectores que potencialmente podrían haberle dado su apoyo. En este sentido, lo que suceda en la capital será muy importante, porque aquí se concentra el principal apoyo electoral de López Obrador y la disputa entre Marcelo Ebrard, Pablo Gómez y Jesús Ortega se percibe que será, por lo menos, muy dura.

En el PRI puede ocurrir todo, desde que lleguen a un acuerdo que les permita ir unidos al proceso electoral en torno a un mismo candidato hasta que se genere una explosión que modifique dramáticamente sus posibilidades. Si el PRI se mantiene unido, en torno a un candidato aceptable para todos, que pueda ganar votos entre los electores cambiantes, sus posibilidades de ganar la elección son reales. Pero si no es así no tendrá posibilidades. Y las tendencias centrífugas son muchas, aunque hay que recordar que cada vez que hablamos del PRI casi siempre se apuesta a la ruptura y, finalmente, prevalece, por las razones que sea, la unidad. Esta vez, con todo, será más difícil: allí está la confrontación del madracismo con los miembros de Unidad Democrática y sobre todo con la fuerte corriente, en votos y recursos, que representa Elba Esther Gordillo. Allí está también la figura y la corriente que respalda a Beatriz Paredes. No será fácil para los priistas conjuntar todas esas fuerzas en una sola. Si lo hacen sus posibilidades crecerán exponencialmente, sino estarán condenados a no ganar la elección.

En el PAN tienen que estar preocupados. La popularidad del gobierno, por ejemplo, está muy por debajo de la que tenía, hace seis años, la administración Zedillo y eso no le impidió al PRI perder la elección. La situación interna deja de ser clara y tanto el partido como su principal candidato, Santiago Creel, están a la baja: según la encuesta de María de las Heras está en 23 puntos, según la de Reforma en 24, con un partido que apenas supera el 20 por ciento. No es un buen escenario para partir en busca de la presidencia: hace exactamente seis años, en estos días Francisco Labastida dejaba la secretaría de Gobernación (como lo hará esta semana Creel) pero lo hacía estando arriba en todas las encuestas, por partido y por candidato. Y ya sabemos cómo terminó la historia. En el caso del PAN la apuesta tendrá que estar en torno a decidir si persiste en una línea de continuidad, aunque sea relativa, con la administración Fox, que representaría Creel, o buscar una opción de mayor distancia con líneas políticas diferentes, que es lo que representaría, sobre todo, Felipe Calderón. No es una apuesta sencilla pero mucho más temprano que tarde, el panismo tendrá que optar por una de esas alternativas.

Existe un factor que también se debe tomar en cuenta: siempre se habla de la elección con tres candidatos fuertes. Pero si nos atenemos a las experiencias anteriores, lo que vemos es que de ese tercio se desprenden dos y un tercero se cae, por la propia lógica de polarización del voto y la tendencia del voto negativo. Eso sucederá en 2006, la pregunta es cuál de los tres partidos tiene hoy posibilidades de ser parte de los dos verdaderos punteros y cuál irremediablemente se caerá.

Y finalmente queda un cuarto tema a considerar: ¿serán sólo tres los principales candidatos? Ya sabemos que los nuevos partidos, Alternativa y Alianza, tendrán que presentar candidatos propios, en el primero muy probablemente será Patricia Mercado (y si es la única mujer que sea candidata presidencial puede generarse un fenómeno interesante en ciertos sectores); ahí está también Jorge Castañeda con dificultades para tener registro como candidato y otros, pero no se debe desechar la posibilidad de que en torno a alguno de los partidos con registro, por ejemplo Convergencia, pudiera darse eso, una convergencia de distintos sectores y grupos que, sobre todo en el PRI y el PRD, pudieran quedar fuera como consecuencia de sus procesos internos. Una candidatura relativamente marginal afectaría el resultado electoral pero en términos menores, pero ¿qué sucedería si estamos hablando de grupos o personajes realmente de peso que confluyan en un esfuerzo de esas características? No lo olvidemos, faltan trece meses para las elecciones y todo, aún, puede pasar.

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