Aguilar Zinser y las oportunidades perdidas de Fox
Columna JFM

Aguilar Zinser y las oportunidades perdidas de Fox

La muerte de Adolfo Aguilar Zínser sorprende y duele por la premura, lo absurda lo inútil. Es una pérdida porque, por encima de diferencias políticas o personales, de las concepciones distintas que se pudiera tener sobre muchos temas, Adolfo fue un homgre que hizo una gran contribución a la transformación política y democrática del país.

La muerte de Adolfo Aguilar Zinser sorprende y duele por lo prematura, lo absurda, lo inútil. Duele como duele siempre que se pierde una vida joven y que aún tenía mucho por dar. Es una pérdida porque, por encima de diferencias políticas o personales, de las concepciones distintas que se pudiera tener sobre muchos temas, Adolfo fue un hombre que hizo una gran contribución a la transformación política y democrática del país. Tuvo, como todos, luces y sombras, tuvo aciertos y errores, pero se caracterizó por un espíritu de búsqueda, de apertura, de transformación, de tolerancia, que se constituyó en su mejor contribución, durante muchos años, al debate político nacional.

Su mejor momento político fue su paso por la representación de México de las Naciones Unidas que coincidió con una situación tan especial como fue la presencia de México en el Consejo de Seguridad, donde se tenía que apoyar o rechazar la participación de la institución en la intervención estadounidense en Irak. Aguilar Zinser fue un firme defensor de la no intervención en Irak y en buena medida logró imponer esa opinión en la administración Fox. Su paso por el Consejo de Seguridad fue incómoda: el gobierno de Bush pidió, por lo menos en dos oportunidades en pláticas del presidente estadounidense con el presidente Fox, la salida de Aguilar Zinser. Fox resistió las presiones pero algunos meses después de concluida la primera etapa de esa intervención en Irak, finalmente Adolfo dejó la representación en la ONU cuando ya su relación política con el canciller Derbez y con el propio presidente Fox se había deteriorado en forma notable. Desde entonces, se alejó definitivamente del gobierno foxista y de un Vicente Fox al que había ayudado, y mucho, a llegar al poder, en una muy eficiente mancuerna en toda la campaña con Jorge Castañeda, una amistad de muchos años que se rompió por diferencias políticas surgidas a la hora de ser parte del poder.

Nunca me quedó claro cuáles fueron las causas de fondo que llevaron a la ruptura de Castañeda y Aguilar Zinser. Ambos, en su momento, me dieron sus respectivas versiones y ambas resultaban creíbles, pero eran demasiado antagónicas entre sí como para que fueran compatibles. Lo que sí fue verdad es que esa ruptura era parte del inicio del deterioro de las relaciones y acuerdos que habían permitido a Vicente Fox llegar al poder y que se fueron profundizando a lo largo de los siguientes meses y años, desgajando a los grupos y personalidades que hicieron posible la coalición que había ganado la elección e iniciado el gobierno. Pero de todas esas pérdidas, quizás la de Castañeda y Aguilar Zinser (la ruptura entre ellos primero, y la de ambos con la administración Fox después) fue la más costosa para el nuevo gobierno, porque lo terminó privando de la interlocución con muchos sectores y personajes que fueron claves no sólo por el famoso voto útil que impulsaron Castañeda y Aguilar Zinser y que hizo ganar a Fox, sino también porque el gobierno fue perdiendo cada vez mayor base social.

De la misma forma que el mejor momento de Adolfo fue su paso por el Consejo de Seguridad (y de allí el reconocimiento que recibió de Kofi Annan, de muchos sectores del mundo diplomático e incluso de Condolezza Rice, con la que no se llevó precisamente bien en su paso por la ONU) creo que el peor se dio en dos episodios: su ruptura con Cárdenas, luego de que había sido su vocero en la campaña del 94, por la forma y el fondo que tuvo aquel distanciamiento, y luego, su paso por el consejo de seguridad pública, el fenecido gabinete de orden y respeto al principio de este sexenio. Quizás la responsabilidad de aquel desastre burocrático no fue sólo de Adolfo, sino de un diseño institucional que no servía para lo que se pretendía: coordinar una seguridad pública marcada por las diferencias dentro del gabinete. Allí Aguilar Zinser, que tampoco era un especialista en la materia, simplemente no pudo hacer más que naufragar en un mundo de enfrentamientos internos donde, además, sus apuestas fueron las equivocadas. En buena medida, ese sentimiento de inoperancia en aquella responsabilidad fue la que lo llevó a buscar la salida a Nueva York, a la ONU, que fue la que provocó su ruptura con Castañeda. Y en ese camino los dos perdieron y perdió también, y mucho, la administración Fox que se terminó deshaciendo de dos de sus mentes más lúcidas.

Pero todo eso no era, no fue lo más importante. Si lo fue la calidad humana, la sinceridad, la inteligencia de Adolfo Aguilar Zinser. Lo demás, son partes de una serie de vicisitudes políticas y personales por las que todo político pasa. Esas cualidades de Aguilar Zinser han sido reconocidas en los últimos días por sus muchos amigos, por la secretaria de Estado de EU, Condolezza Rice, por el consejo de seguridad de la ONU y su secretario general, Kofi Annan, por el pleno de la OEA, incluso por muchos de los que fueron sus adversarios políticos. Lamentablemente, el Estado mexicano no se dio por enterado: ni el senado, ni la cancillería, ni el secretario Derbez consideraron adecuado homenajear a un hombre que simplemente ayudó, en lo que pudo, a que el nuestro fuera un país mejor.

La traición de Echevarría

Muchas veces dijimos en este espacio que la candidatura de Antonio Echevarría como gobernador de Nayarit por el PRD y el PAN no tenía mayor sentido que la amistad de este próspero empresario (a partir de sus redituables pasos por las secretarías de Hacienda y de Gobierno de los más tradicionales gobiernos priistas) con Vicente Fox, cuando éste trabajaba en la Coca-cola. Han pasado los años y esa impresión se ha reforzado: a punto de concluir su gestión Echevarría no ha logrado que el congreso local le apruebe una sola de sus cuentas públicas y su mayor objetivo en los últimos tiempos fue colocar a su esposa Marta como candidata a sucederlo. No lo aceptó el PAN y desde entonces, el gobernador le ha volteado la espalda a Fox y ha decidido que quiere acercarse a López Obrador. El candidato panista, Manuel Pérez Cadena ha tenido que hacer campaña en el estado como candidato de la oposición porque Echevarría le ha abierto todos sus recursos y espacios al ex priista y ahora perredista Miguel Angel Navarro. En los últimos días se han sucedido las denuncias del PAN en contra del gobernador por la utilización de recursos y programas públicos a favor del candidato del PRD. Todo ello se catalizó luego de una reunión, el 30 de mayo pasado, en la que participaron el presidente del PAN, Manuel Espino, el gobernador, el candidato panista Manuel Pérez Cárdenas y el presidente Fox. Allí Echevarría le dijo al presidente que “lo sentía mucho” pero que su proyecto político era otro y que no podía controlar a sus colaboradores si decidían apoyar a algún candidato. La reunión terminó en una ruptura casi total. El gobernador, luego declaró que él fue miembro adherente del PAN, nunca militante y que eso “como una calcomanía se adhiere y se desprende fácilmente” y que él se había despegado de su compromiso con el PAN.

No es un problema de lealtades porque Antonio Echevarría Domínguez nunca lo tuvo con el PAN. El problema es la falta de coherencia de los partidos políticos que, desde hace años, lanzan a cualquiera con posibilidades de ganar aunque nunca hayan tenido coincidencias políticas mínimas. Y Echevarría siempre fue absolutamente transparente sobre cuáles eran sus verdaderas intenciones. Ahora simplemente las hizo públicas.

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