Raúl Salinas, condenado por impopular
Columna JFM

Raúl Salinas, condenado por impopular

Si existe un mínimo de sensatez en los jueces que hoy deberán determinar sobre la apelación de Raúl Salinas de Gortari, éste deberá quedar en libertad respecto al delito del que fue acusado: la autoría intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu.

Si existe un mínimo de sensatez en los jueces que hoy deberán determinar sobre la apelación de Raúl Salinas de Gortari, éste deberá quedar en libertad respecto al delito del que fue acusado: la autoría intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. Existen muchos pecados políticos, económicos y sociales cometidos por Raúl Salinas, pero aquella acusación pergeñada por el tristemente célebre Pablo Chapa Bezanilla y solamente aceptada por la enorme presión política generada en aquel momento sobre los jueces que atendieron el caso, no tiene el más mínimo sustento penal.

No se trata de simpatías o de causas políticas, tampoco de colocar en el mismo espacio las operaciones financieras de Raúl Salinas o la utilización de pasaportes falsificados o su forma de utilizar el poder que detentaba su hermano Carlos. Todo eso ha sido investigado y en algunos casos juzgado y condenado por los respectivos encargados de impartir justicia: fueron en ocasiones delitos y son injustificables. Pero en el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu no existe una sola prueba seria que involucre a Raúl Salinas. Todo se basó en un montaje realizado por Chapa Bezanilla y tolerado por el entonces procurador Antonio Lozano Gracia, que era, sencillamente, inaceptable. La lista de irregularidades, muchas de ellas explicadas en detalle por Carlos Marín en sus columnas, en estos días, resultaría hasta cómica si no hubiera sido parte de uno de los procesos más sonados de los últimos años, en donde la manipulación de la justicia fue de la mano con la dócil manipulación de muchos medios.

Chapa Bezanilla inició con los casos de Raúl Salinas y de Othón Cortés (aquel joven al que Chapa acusó de ser el segundo tirador en el asesinato de Colosio) la nefasta práctica de filtrar información falsa a los medios para sustentar investigaciones en la que tenía resulto a priori y por conveniencias políticas coyunturales, quiénes serían los responsables. En el caso Colosio, se quería llegar al estado mayor presidencial vía el general Domiro García Reyes para golpear esa institución y llegar, a su vez al entonces presidente Salinas: si no había pruebas se inventaban, como la estrecha relación familiar de Othón Cortés con Domiro que, sencillamente era falsa. Cuando, junto con Joaquín López Dóriga, publicamos en agosto del 96 el libro Domiro , un largo, desgarrador testimonio del general García Reyes, convencido de que sería detenido horas después de grabarlo por Chapa Bezanilla, explicando su visión de la campaña y de lo sucedido en Lomas Taurinas, Chapa Bezanilla emitió un comunicado acusándonos a los autores de obstruir la justicia y cosas por el estilo, en realidad amenazándonos, pero horas después, Chapa Bezanilla nos convocó a una reunión privada, reconoció que con la publicación del libro se le había caído el caso contra Domiro y Othón Cortés, pero nos ofreció, entonces, todo “lo que quisiéramos”, literalmente, para hundir a Raúl Salinas. Le dijimos que primero nos diera la información supuestamente nueva que tenía sobre el caso y que la valoraríamos. No volvió a hablar con nosotros pero semanas después se sacó el as que tenía bajo la manga: el cadáver de Muñoz Rocha enterrado en el jardín de una propiedad de Raúl Salinas (¿quién no recuerda la imagen macabra, absurda, de Chapa con el cráneo de la supuesta víctima en una bandeja?). La trama era de una mala novela: una bruja, que antes había sido líder de colonos priistas; la amante despechada de Raúl Salinas, María Bernal (entonces ya establecida en un cómodo departamento instalado por Chapa); la inhumación clandestina del cadáver del suegro de la bruja, enterrado clandestinamente en la casa de Salinas y el “hallazgo” de éste. Todo para sustentar una investigación que antes tenía como único elemento de prueba el testimonio de uno de los detenidos, Fernando Rodríguez, él sí uno de los organizadores confesos del atentado, que en su séptima declaración y previo pago de medio millón de dólares y el descongelamiento de todas sus propiedades, recordó, un año después del atentado, que Muñoz Rocha le había dicho que detrás del mismo estaba Raúl Salinas y de otro “testigo” que, increíblemente, habría entrado a la casa de Raúl Salinas, soteando todo su cuerpo de seguridad para presenciar el momento exacto en que el hermano del entonces presidente con un bate de béisbol mataba a Muñoz Rocha (por cierto, una escena copiada de la forma en que Al Capone, protagonizado por Robert de Niro, mata a un mafioso que lo había traicionado en el filme Los Intocables , una de las películas favoritas de Chapa desde que, en el marco de la manipulación mediática, comenzó a ser llamado el “Elliot Ness mexicano”): cómo alguien hubiera podido entrar a la residencia en Lomas de Chapultepec sin ser molestado, cómo pudo llegar hasta el lugar de los hechos y cómo pudo retirarse sin problemas, resulta una de las historias más increíbles de las investigaciones policiales en nuestro país.

Chapa, un investigador mitómano, corrupto, incapaz, fue destituido, investigado, huyó a España, fue deportado, castigado penalmente en México y tiempo después quedó en libertad. La última noticia que tuvimos de él, fue que se dedicaba a defender narcotraficantes en el estado de Morelos. Othón Cortés quedó en libertad pero Raúl Salinas no: se le redujo la sentencia a la mitad en una decisión que tenía un alto contenido político. Sus abogados esperaron entonces un cambio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, esperaron que se modificara ese momento político y diez años después de la detención, decidieron apelar por última y definitiva vez: hoy será dada a conocer la sentencia y ella debería ser el auto de libertad de Raúl Salinas. Podrá ser un personaje impopular hasta la médula, podrá haber cometido otros delitos o como él mismo dijo a Financial Times la semana pasada, podrá haber realizado operaciones financieras poco o nada éticas, aprovechando el poder presidencial de su hermano. Pero si queremos un sistema de justicia razonablemente sensato, que no se base en la popularidad sino en los hechos, en las pruebas, en los datos, Salinas de Gortari deberá ser declarado inocente de aquel crimen que marcó, en muchos sentidos, el fin de una era política y precipitó, de muchas maneras, a la crisis financiera, política, social de fines del 94 y principios del 95. La popularidad no debería ser un elemento para decidir inocencias de personajes públicos, como ha ocurrido, pero la impopularidad tampoco puede servir para fraguar culpables de delitos que, por lo menos ese, no cometieron.

El derrumbe de Mendoza Ayala

Lo que está ocurriendo en el estado de México debe ser algo más que un llamado de atención para el PAN. Luego de las vergonzosas acciones y declaraciones de su candidato, Rubén Mendoza Ayala, que van desde una particular concepción de la estética de la fealdad, hasta la “toma” de un camión con publicidad priista, seguida de una serie de declaraciones francamente prosaicas sobre las pelotas que pudieran tener él mismo o sus adversarios del tricolor, Mendoza Ayala ha terminado de hundirse: estamos hablando de una caída de más de 12 puntos desde abril hasta ahora y eso, salvo algún imponderable difícil de prever, lo dejará fuera de la contienda del próximo 3 de julio. Pero el problema es mayor: Mendoza va sin rumbo; el presidente del partido, Manuel Espino, un día opina una cosa y el siguiente otra; presidencia de la república dice que ojalá Mendoza no vaya a la “celebración” del dos de julio pero Espino (para no variar) desmiente al vocero presidencial y dice que Mendoza sí está invitado, y como el gobierno no aguanta la presión, dicen que también invitan a López Obrador y Madrazo que ese día van a estar en cualquier lado menos en el Angel de la Independencia. Así el PAN no tendrá oportunidades en el 2006.

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