Prometer no empobrece
Columna JFM

Prometer no empobrece

Al jefe de gobierno capitalino le urgía irse a la campaña, no quiere sufrir el desgaste de gobernar la ciudad y, por eso, aunque todavía no ha dejado su cargo, ya desde el domingo se presentó como candidato presidencial: tiene candidatura, programa y estructura.
López Obrador ya presentó sus promesas (que no compromisos) de campaña, por sobre todas las cosas e independientemente de la enorme superficialidad con que fueron presentadas, permiten confirmar que una cosa es prometer y otra cumplir.

Al jefe de gobierno capitalino le urgía irse a la campaña, no quiere sufrir el desgaste de gobernar la ciudad y, por eso, aunque todavía no ha dejado su cargo, ya desde el domingo pasado se presentó como candidato presidencial: tiene candidatura, programa y estructura, ya tendrá tiempo el perredismo para terminar de acomodar sus tiempos y necesidades a los del jefe de gobierno.

López Obrador no ha querido debatir sobre el tema ni con sus propios compañeros de partido, pero el domingo ya presentó sus promesas (que no compromisos) de campaña que, por sobre todas las cosas e independientemente de la enorme superficialidad con que fueron presentadas, permiten confirmar que una cosa es prometer y otra cumplir, que una cosa es enlistar los buenos deseos y otra muy distinta es confrontar esas promesas con los hechos.

En primer lugar, destaca la irresponsabilidad financiera del programa propuesto. López Obrador prometió todo: establecer la pensión alimenticia para los adultos mayores (o sea regalar 700 pesos para todos los mayores de 65 años en el país); otorgar atención médica y medicinas gratuitas para todos; garantizar un salario mínimo que esté por encima de la inflación; revisar la edad de la jubilación; mejorar la atención en el IMSS y el ISSSTE; garantizar la educación pública gratuita en todos los niveles; entregar de manera gratuita todos los útiles escolares; crear 200 preparatorias y 30 universidades nuevas (¿no sería más importante mejorar las existentes?). Eso implica miles de millones de dólares en una inversión sin retorno. Por supuesto que eso y más sería deseable, pero cualquiera que tenga un mínimo de seriedad sabe que no es posible, con los recursos públicos con que cuenta México, prometer todo eso y cumplirlo. Porque además, López Obrador dice que no aumentará los impuestos, que no cobrará IVA en alimentos y medicinas, aunque asegura que aumentará la recaudación fiscal y que va a ahorrar en burocracia nada más y nada menos que 100 mil millones de pesos. Vamos a los datos: AMLO en el DF y a lo largo de cinco años de gobierno, no ha logrado aumentar la recaudación fiscal en términos reales; todas las calles de la ciudad están congestionadas de vendedores ambulantes promovidos por el propio gobierno capitalino y sus grupos clientelares, que obviamente no pagan impuestos y que, por el contrario, debilitan constantemente las finanzas públicas y la economía nacional, entre otras razones por la proliferación del contrabando; transitan por la ciudad unos 8 mil taxis piratas controlados por las propias organizaciones políticas del GDF que tampoco pagan impuestos. No puede ahorrar cien mil millones de pesos de la burocracia federal porque, sencillamente, no hay de dónde recortar tanto. Hubiera sido deseable que López Obrador ya lo hubiera hecho en el DF, que tiene más trabajadores que cuando asumió López Obrador el cargo (sobre todo si tomamos en cuenta no sólo los trabajadores del sector central sino también los de las delegaciones) mientras que el gasto burocrático ha crecido: ¿por qué haría algo diferente en la presidencia de la república? Promete entregar la pensión alimentaria para todos los adultos mayores pero sabe que financieramente ello es inviable; promete medicinas y útiles gratuitos pero no toca en su programa el mayor desafío de las finanzas públicas nacionales: el tema de las pensiones que para el 2007 comenzarán literalmente a quebrar al estado y las instituciones de seguridad social. ¿Cómo se puede cumplir con todas esas promesas (medicinas, útiles escolares, atención médica, educación gratuita y pensión alimenticia para todos), con programas que no tienen ni siquiera los países industrializados y con un nivel de vida mucho mayor al nuestro, si no se aumenta la recaudación fiscal, si no se reforma el sistema hacendario, si no se reforma el sistema de pensiones para evitar que esa bomba social estalle, si no se realizan las reformas al sector energético (que explícitamente rechazó en su discurso) y no se impulsa la inversión privada? Quizás la opción, como se hizo en el DF, será aumentar geométricamente la deuda pública, pero sabemos a dónde nos conduce ese camino.

Lo importante en todo caso, es que en ningún momento, López Obrador dijo cómo hará para realizar, para llevar a la realidad estas promesas de campaña. Tampoco en ningún momento ha dicho porque no lo hizo (salvo la pensión alimentaria para los adultos mayores) durante sus cinco años al frente del GDF.

Pero si en este terreno de las promesas imposibles de cumplir hay mucha tela para cortar, existe todo otro capítulo en las mismas que deja dudas más serias. Dice que definirá una política integral del agua, pero en los hechos, el tema del agua ha sido una de las mayores carencias de su gobierno: desde hace años la comisión nacional del agua ha insistido para que se realicen una serie de obras tanto para una mejor utilización del agua como para un mayor aprovechamiento de la misma, pero también para actualizar todo el sistema de drenajes de la ciudad que está al borde del colpaso: no se ha hecho nada al respecto. Otra de esas propuestas desconcertantes es la construcción de un “tren bala” del DF a Estados Unidos: ¿qué entiende por “tren bala”; hacia qué punto de Estados Unidos; cuál es la relación costo-beneficio de una obra de esas características; para qué serviría? Dice que va a construir un aeropuerto internacional en Tizayuca, una de las propuestas que ya existían para reemplazar el aeropuerto capitalino y que según muchos especialistas (y todos los representantes de las líneas aéreas) ocasionaría múltiples problemas a la hora de organizar el tráfico aéreo. Por supuesto, no puede apoyar la propuesta de un gran aeropuerto en Texcoco porque desde el GDF apoyó y financió la oposición, por razones estrictamente políticas, al mismo. Bueno, la propuesta de convertir las islas Marías en la isla de los Niños mejor dejarla como una ocurrencia más del jefe de gobierno, en este caso inspirada en aquella publicitada conversión que hizo Fidel Castro de una isla en Cuba que servía como penal en la “isla de la juventud”.

Con Estados Unidos, dice que se debe priorizar el tema migratorio. Y éste sin duda es importante pero, ¿realmente el migratorio es el tema prioritario con Estados Unidos o es un tema cuyos avances se derivarán de lo que se logre en otros ámbitos como la seguridad, el comercio y la integración? Dice que garantizará la seguridad pública, combatirá el desempleo y la pobreza y desterrará la corrupción policíaca. ¿Y porqué no lo hizo en el Distrito Federal? No sólo no ha garantizado la seguridad pública sino que ésta se ha deteriorado en forma notable. No sólo no ha establecido una estrategia de seguridad viable y confiable sino que cuando las organizaciones sociales le han reclamado por la inseguridad, las ha atacado y difamado, como ocurrió con la marcha del 27 de junio del año pasado o ahora con los anuncios de México Unido contra la Delincuencia en contra del secuestro. No ha mejorado el empleo ni ha disminuido la pobreza en el DF, al contrario: la capital ha descendido varios puestos en empleo, rentabilidad, competitividad, en los últimos años con relación a otras capitales del mundo pero, sobre todo, a otras ciudades del país. De desterrar la corrupción policíaca mejor no hablemos. Tampoco de la propuesta de combatir a fondo la corrupción, como lo hemos visto en forma palpable con el trato que se le ha dado a René Bejarano o Carlos Imaz; una visión de lucha contra la corrupción que va de la mano con la promesa 49 del ideario lopezobradorista: “no usar la presidencia para ayudar amigos ni destruir adversarios”, como lo podrán comprender, por ejemplo, Bejarano y Carlos Ahumada. Finalmente promete someter al presidente al principio de revocación de su mandato. ¿No irá eso de la mano con la intención de mantenerse también, si “el pueblo lo pide” en ese cargo?

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