El factor Calderón oxigena al panismo
Columna JFM

El factor Calderón oxigena al panismo

No hubo, sorpresa como se dijo, en el triunfo de Felipe Calderón: cualquiera que hubiera leído las encuestas con seriedad, hubiera comprobado cómo existía una tendencia ascendente acelerada de Calderón combinado con una caída, igual de rápida de Santiago Creel, la presencia de Alberto Cárdenas parece ser más simbólica.

No hubo sorpresa, como se dijo, en el triunfo de Felipe Calderón: cualquiera que hubiera leído las encuestas con seriedad, que hubiera comprobado cómo existía una tendencia ascendente acelerada de Calderón combinado con una caída, igual de rápida, de Santiago Creel; quien hubiera visto el debate del jueves pasado con ojos panistas; quien hubiera comparado hasta el lenguaje corporal de los distintos aspirantes del blanquiazul en esa competencia, hubiera llegado a la conclusión de que el domingo tenía más posibilidades de ganar Calderón que Creel (como ya dijimos, la presencia de Alberto Cárdenas parece ser más simbólica y/o como objeto de negociación que en la búsqueda real de la candidatura: el ex gobernador de Jalisco no está para esas ligas). Faltaba por analizar sólo un aspecto: si los supuestos operadores políticos del PAN que estaban trabajando con Creel podrían, en esos diez estados que lo beneficiaban electoralmente en esta primera etapa del proceso, sacar los suficientes votantes a la calle y revertir esas tendencias.

Me desilusionó Santiago Creel cuando el lunes en diversas entrevistas de radio, trató de justificar su derrota argumentando que el abstencionismo había sido mayor al esperado y que nadie había calculado una votación de aproximadamente 30 por ciento y que por eso fallaron las encuestas. En realidad, en muchos medios y en muchas ocasiones en las últimas semanas se habló de que votarían entre 80 y 100 mil personas en esta primera etapa de la elección interna: prácticamente se publicó en todos los medios. Y tampoco es verdad que las encuestas no acertaron. En realidad la única que no acertó fue la del propio equipo de Santiago Creel, realizada por una empresa casi desconocida en el mercado que se llama Marketing Group y que le daba hasta 20 puntos de ventaja al ex secretario de Gobernación. Nadie más, desde dos semanas antes de la elección veía un resultado siquiera similar. En todo caso, considerando que Creel cuenta con una estructura mayor, con una capacidad de movilizar votantes mucho más amplia que la de Calderón y con mayores recursos económicos, lo lógico hubiera sido, en todo caso, que el abstencionismo, como siempre ocurre beneficiara a quien cuenta con mayor aparato, no al que en ese aspecto está más débil.

Creel no ha querido comprender que el domingo perdió porque ya había perdido el debate del jueves; porque desde antes de su salida de Gobernación no tiene un mensaje claro y de futuro que ofrecer a la ciudadanía y si lo tiene no logra trasmitirlo; porque no sabe si enviar un mensaje de continuidad y oficialismo o distanciarse de la actual administración, por lo menos en las formas. Y finalmente porque se confirmó, este domingo, la que ha sido la mayor crítica a la gestión de Creel en Gobernación: la insuficiente operación política acompañada de la poca capacidad para leer y prever los escenarios políticos posibles. Por eso el domingo Santiago fue derrotado en forma tan abrumadora por un Calderón, que, como decíamos la semana pasada, estaba llevando su campaña exactamente al revés de Creel: dirigida a la base del panismo, en donde Calderón es más conocido y resulta más confiable, realizando una operación política por debajo que requiere de mayor esfuerzo pero no de mayores recursos, asumiendo que antes de desplegar una campaña nacional debía ganar la interna y explotando de esa forma ese gran intangible de la política que son las expectativas y la sensación de novedad. Todas las demás son figuras que han sufrido enorme desgaste, sin excepciones: López Obrador, Madrazo, Montiel, Creel, tienen un relativamente alto grado de reconocimiento pero también de negativos, de personas que jamás votarían por ellos. Calderón es menos conocido pero tiene muchos menos negativos y de allí se desprenden, si no se confía y sigue apostando más al futuro que al pasado, como lo ha hecho hasta ahora, posibilidades importantes para su candidatura, sobre todo si asumimos, como lo mostraba la encuesta de María de las Heras de la semana pasada, que existen 32 millones de electores, considerados cambiantes y que aún no han decidido su voto y que podrían optar por alguna figura que le otorgue un poco de aire fresco al enrarecido escenario político nacional.

El domingo, entonces, la única sorpresa fue la magnitud del triunfo de Calderón, la distancia que estableció con Creel en estados como el de México, Nuevo León, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí, donde el equipo del ex secretario de Gobernación estaba seguro de ganar con amplitud.

Ganó Calderón pero el único derrotado no fue Creel. Perdió el presidente Fox que mostrando en esta ocasión rápidos reflejos políticos (y quizás recordando como terminó imponiéndose en la lucha interna del panismo hace seis años) el mismo domingo llamó a Calderón para felicitarlo y el lunes lo recibió durante una hora en Los Pinos. Fue evidente que en altas instancias del gobierno federal, desde mucho tiempo atrás, se quiso boicotear e impedir la candidatura de Calderón (¿qué mejor ejemplo de ello que recordar su salida del gabinete?) porque se quería un continuismo lineal con el foxismo que, sencillamente, no parece ser posible. El presidente Fox, por otra parte, con este resultado electoral, que sería previsible que se mantuviera en el futuro, podría ganar mucho: podría olvidarse del compromiso que literalmente le habían impuesto algunos de sus colaboradores de sacar adelante el Plan A o el Plan B, asumir que poco puede y debe hacer en el proceso interno de su partido y dedicarse a tratar de sacar buenas iniciativas en el periodo que le queda en poder, que es lo que más ayudará a cualquiera de los candidatos del blanquiazul y a su propio futuro. Por lo pronto, ayer, su iniciativa energética fue buena y oportuna y si priistas y/o perredistas la bloquean, serán ellos los que se exhibirán.

Perdió también el presidente nacional del PAN, Manuel Espino que el domingo no atinaba siquiera a aparecerse en las oficinas del CEN panista. Y era lógico: si hubo alguien que se enfrentó injustamente una y otra vez a Calderón, que lo obstaculizó en forma casi abierta, fue Espino (lo último fue la filtración sobre una posible sanción a Juan Ignacio Zavala por haberlo criticado en un artículo periodístico) y, en su caso, nuevamente se confirma que no está a la altura de la responsabilidad que le ha sido encomendada. Perdió Alberto Cárdenas y la corriente que representa, la más conservadora del PAN y ligada al propio Espino. Pero no perdió Cárdenas por eso, sino porque su discurso no llega y si en un debate panista puede pasar sin sufrir mayores daños, enfrentado con adversarios externos podría ser, literalmente, destrozado.

La elección interna del PAN, por supuesto, aún no ha concluido. Por lo pronto, ayer, Calderón jugó una carta interesante y arriesgada. Podría haber retomado el llamado que hizo Creel el fin de semana, que había pedido a los otros dos contendientes que si perdían por 15 o 20 puntos, se retiraran de la contienda para no dificultar el proceso interno. Calderón ganó por más de 10 puntos y podría haber retomado ese llamado y presentar esa demanda al propio Creel y a Cárdenas. No lo hizo y dijo que mejor continuaran en la contienda. Es un acierto: primero porque le conviene, como van las tendencias, aprovechar el momento para crecer no sólo entre los panistas sino hacia fuera y qué mejor que hacerlo en una campaña donde no tendrá que variar su discurso y puede profundizarlo sin costos. Y segundo, porque en ese camino podrá ir afianzando una estructura política que, si finalmente gana la contienda, estará mucho más fogueada para enfrentar a priistas y perredistas. Claro, puede equivocarse o ser sorprendido por sus adversarios internos. La elección aún no está decidida. Pero lo decíamos la semana pasada y lo ratificamos hoy: Calderón ya se ganó un lugar en la contienda del 2006. Y puede resultar algo más que una grata sorpresa.

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