Envueltos en la bandera
Columna JFM

Envueltos en la bandera

No suelo estar de acuerdo con Andrés Manuel López Obrador pero en esta ocasión tanto él como Jesús Ortega me parecieron los más sensatos al hablar del caso José María Aznar: mientras buena parte de los priistas y perredistas en la cámara de diputados pedían nada más y nada menos que le aplicaran el artículo 33 constitucional a Aznar, o sea que lo expulsaran del país, López Obrador y Ortega coincidieron en que las declaraciones del ex presidente del gobierno español no constituían un delito y que lo mejor era simplemente hacer un llamado para que no se contaminara con declaraciones de personajes internacionales el proceso electoral.

No suelo estar de acuerdo con Andrés Manuel López Obrador pero en esta ocasión tanto él como Jesús Ortega me parecieron los más sensatos, incluso mucho más que el siempre alebrestado vocero perredista, Gerardo Fernández Noroña, al hablar del caso José María Aznar: mientras buena parte de los priistas y perredistas en la cámara de diputados pedían nada más y nada menos que le aplicaran el artículo 33 constitucional a Aznar, o sea que lo expulsaran del país, aunque Aznar ya había abandonado México el miércoles en la mañana, López Obrador y Ortega, sin dejar de llevar agua a su molino, coincidieron en que las declaraciones del ex presidente del gobierno español no constituían un delito y que lo mejor era simplemente hacer un llamado para que no se contaminara con declaraciones de personajes internacionales el proceso electoral.

Tienen toda la razón. Se podrá o no estar de acuerdo con el ex presidente de gobierno español pero Aznar no violó la constitución y no intervino en asuntos internos mexicanos: se limitó a declarar, ante una pregunta, que esperaba que ganara las elecciones Felipe Calderón. Recuerdo, por ejemplo, posiciones similares de Luis Inácio Da Silva Lula, en la sede del PRD, en el 2000, e innumerables reuniones de la COPPPAL, cuando el PRI hegemonizaba esa organización de partidos latinoamericanos con declaraciones similares. Aznar no estuvo en actos proselitistas, no es parte de la campaña del panista Felipe Calderón, no aportó recursos a ella: simplemente declaró su deseo de que un candidato ganara.

Es una tontería y una demostración de una política aldeana decir que con una simple expresión de deseos de un ex mandatario extranjero, éste se está involucrando en la política interna de nuestro país. Siguiendo esa lógica, México tendría que haber roto relaciones hace ya demasiado tiempo con varios países, comenzando por Cuba y Venezuela, cuyos mandatarios hablan en forma constante de la política interna de México, califican y descalifican políticos y partidos y nadie, en el congreso, parece escandalizarse por ello. Todos recordamos los desplegados de innumerables figuras internacionales apoyando a López Obrador contra el desafuero o el desfile de personajes para visitar a Marcos cuando éste aún residía en Chiapas y no pasó nada. Pueden gustar o no esas opiniones y visitas, pero considerar cada opinión como una intervención en los asuntos internos del país es ridículo. Porque con esa lógica, también opinan en forma constante sobre el proceso político mexicano innumerables académicos, periodistas, empresarios extranjeros que viven o visitan México, lo hacen en nuestro país y en el mundo y a nadie se le ocurre pedirles una aplicación “retroactiva” del artículo 33 constitucional. Es absurdo y es, insistimos una muestra de un primitivo aldeanismo político.

Es inevitable recordar ante esta suma de declaraciones vacías de varios personajes de la política nacional, aquella ocasión en que en un foro académico organizado por la revista Vuelta y dirigido por Octavio Paz, Mario Vargas Llosa tuvo el tino y la osadía de calificar a los gobiernos posrevolucionarios del priismo como “la dictadura perfecta”. El magnífico escritor peruano tuvo que abandonar el país al día siguiente de la declaración porque muchos de los mismos que ahora se indignan por la declaración de Aznar iniciaron una guerra tan virtual como inútil apelando a un patriotismo vacío que, en realidad, lo único que buscaba es ocultar o disfrazar la verdad. La historia parece repetirse, la enorme diferencia es que entonces todavía vivíamos en un sistema político relativamente cerrado, pero ahora han pasado muchos años desde entonces y la realidad nacional ha cambiado en forma notable. Los que no han cambiado son muchos de nuestros políticos.

En realidad, el foro que organizaron la Fundación Preciado Hernández (del PAN) y la Fundación para el análisis y los estudios sociales (FAES) que encabeza el propio Aznar, fue notable y debería ser reseñado por otras razones mucho más importantes que las declaraciones del ex mandatario español. Fue un encuentro en el cual las intervenciones de Enrique Krauze con un magnífico “decálogo del populista” mexicano, de Alvaro Vargas Llosa y del propio Aznar, fueron mucho más importantes. Y se podrán compartir o no, pero obligarían a los partidos y candidatos a debatir la sustancia de lo que allí se dijo y no las declaraciones de coyuntura. No recuerdo, en mucho tiempo, que los sectores liberales (en el sentido más estricto de la palabra, otros los llamaría de centroderecha y tampoco estarían equivocados) pudieran presentar en forma tan clara y ordenada cuáles son sus diferencias y los peligros que advierten en la llamada, por Aznar, marea populista que se abate sobre algunos países de América Latina. Insisto, no necesariamente se debería estar de acuerdo con esos juicios, pero todos ellos fueron sensatos, documentados y sustentados. Ante ello, si Krauze opinó que López Obrador podría ser un presidente autoritario y mesiánico, si Vargas Llosa dijo que las políticas populistas llevan a los países al despeñadero o si, en otro evento, Aznar dijo que deseaba que ganara Felipe Calderón es absolutamente instrascendente.

Incluso con matices que deben reseñarse: entrevisté a Aznar el martes pasado y le pregunté sobre su decisión de intervenir en Irak y le pregunté sobre la posición adoptada por el gobierno mexicano. Se limitó a decir que él había tomado, en su opinión, una buena decisión, y que lo que había decidido el presidente Fox la dejaba al juicio del propio Fox. Ayer, Felipe Calderón agradeció la declaración de Aznar pero también dijo que en el caso Irak él tampoco hubiera apoyado la intervención en esa nación árabe. Por allí pasa, en todo caso, el debate sobre la presencia de Aznar. Lo demás, es un regreso a una forma de nacionalismo mal entendido que la realidad ya ha quedado atrás. Algo que incluso el propio López Obrador, que podría haber sido el que más explotara esos sentimientos revisionistas, reconoció implícitamente.

Proyecto 40

Inició sus trasmisiones el martes Proyecto 40, el nuevo canal 40, bajo la dirección ahora de la nueva administración de esa empresa encabezada por Hernán Cabalceta y con una fuerte participación de TV Azteca. Desde mi punto de vista, no hay conflicto legal alguno para el inicio de esas trasmisiones, pero lo importante, en lo personal no es eso, sino comprobar que un grupo de comunicadores de todos los colores y sabores pero con un grado de compromiso y reconocimiento profesional indudable, pueden permitir integrar una de las parrillas de programación más interesantes del país para la política, la economía, la cultura y el espectáculo. Para quienes participamos de alguna manera en el Canal 40 y ahora lo haremos en Proyecto 40, quizás la mayor diferencia es refrendar un ambiente de libertad y calidad profesional que demuestre, desde una perspectiva diferente a la del pasado, que se pueden construir espacios que vayan más allá de lo que suele ofrecer la televisión comercial mexicana. Proyecto 40 tiene todas las posibilidades como para hacerlo. El auditorio es el que decidirá si se está a la altura de esa oferta tan ambiciosa que se ha presentado.

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