Que Chávez diga lo que quiera
Columna JFM

Que Chávez diga lo que quiera

Lo que servía para José María Aznar me imagino que debería ser útil en el caso del presidente venezolano Hugo Chávez: pensar que en un mundo globalizado, donde podemos conocer las noticias de cualquier parte del mundo prácticamente en tiempo real, ningún extranjero se va a entrometer, opinar, sobre la política mexicana, es una tontería. Opinan sobre México en el extranjero los políticos, los medios, los empresarios, los religiosos, y nosotros opinamos sobre lo que sucede en cualquier parte del mundo, y así debe ser. ¿Por qué entonces rasgarse las vestiduras y envolverse en la bandera si Aznar dice que espera que Calderón gane las elecciones o si Chávez asegura, en un capítulo más de su paranoia intervencionista, que el incluirlo en un spot electoral es parte de la campaña de ?la derecha mexicana? para evitar el triunfo electoral de López Obrador?

Lo que servía para José María Aznar me imagino que debería ser útil en el caso del presidente venezolano Hugo Chávez: pensar que en un mundo globalizado, donde podemos conocer las noticias de cualquier parte del mundo prácticamente en tiempo real, ningún extranjero se va a entrometer, opinar, sobre la política mexicana, es una tontería. Opinan sobre México en el extranjero los políticos, los medios, los empresarios, los religiosos, y nosotros opinamos  sobre lo que sucede en cualquier parte del mundo, y así debe ser. ¿Por qué entonces rasgarse las vestiduras y envolverse en la bandera si Aznar dice que espera que Calderón gane las elecciones o si Chávez asegura, en un capítulo más de su paranoia intervencionista, que el incluirlo en un spot electoral es parte de la campaña de “la derecha mexicana” para evitar el triunfo electoral de López Obrador?

Los problemas con Chávez son otros. Puede declarar lo que sea sobre México y sus elecciones (aunque en su caso se trata de un mandatario y no de un ciudadano cualquiera y, por ello, sus declaraciones pueden tener una repercusión oficial que, por ejemplo, las de Aznar no tendrían), pero lo que no puede hacer es intervenir. Y allí el tema no son los círculos bolivarianos, conformados por agrupaciones que en el mejor de los casos operan en el límite de la legalidad y que aparentemente son financiados por el gobierno venezolano. No se trata de meras suposiciones: apoyado por los recursos petroleros, el gobierno de Chávez ha intervenido abierta o solapadamente, en las elecciones argentinas, en las brasileñas, en las uruguayas, en forma notable en el apoyo a Evo Morales en Bolivia (tanto que la gira que realizó Morales como presidente electo la hizo en el avión presidencial del venezolano) y lo está haciendo en la campaña de Ollanta Humala en Perú. Mantiene una fuerte disputa con Colombia porque funcionarios venezolanos han apoyado y permitido la presencia de campamentos de las FARC en la zona fronteriza entre los dos países y, en relación con ello, éstos están utilizando la costa de Venezuela para enviar drogas a México y Europa. Incluso dirigentes de la FARC han utilizado documentación venezolana para moverse por el mundo. Al mismo tiempo, Chávez invitó al nuevo mandatario iraní, Mahmud Ahmadineyad a su país y es uno de los pocos gobernantes del mundo que le ha brindado su apoyo al programa nuclear iraní, condenado por el consejo de seguridad de la ONU.

En su escalada con el gobierno estadounidense, Chávez ha suspendido la colaboración antidrogas con Washington, después expulsó a todos los representantes de la DEA, más tarde al agregado naval de la embajada estadounidense y finalmente anunció que prohibiría los vueltos de las aerolíneas de ese país. Todo ello en un contexto en el cual Chávez asegura, un día sí y el otro también, que existen complots de la Casa Blanca en su contra, que van desde intentos de asesinato hasta golpes de estado. En este sentido, que califique a “la derecha mexicana” como parte de ese complot internacional sí constituye un acto intervencionista y resulta alarmante.

La información existente sobre los círculos bolivarianos o acciones como el “convenio” que firmó el edil de Carrillo Puerto en Quintana Roo, para atender pacientes con problemas oftalmológicos en Caracas (una vez al mes se llevarán en avión a los pacientes que requieran alguna operación en los ojos a Caracas para que allí sean intervenidos y regresados semanas después a México: un absurdo, un despilfarro, cuando sin duda los servicios de salud en nuestro país tienen muchas deficiencias pero son mucho mejores, o por lo menos tan buenos, como los venezolanos) son los temas que deberían estar en el centro de atención de autoridades y legisladores, no el que Chávez declare a favor o en contra de un candidato. Lo preocupante es que, una vez más, no pase nada: que la cancillería no intervenga ante la firma de “convenios internacionales” de un municipio con un gobierno extranjero; que la PGR no investigue las denuncias presentadas sobre el financiamiento del gobierno venezolano a los círculos bolivarianos; que sólo haya un acta circunstanciada y no una indagatoria de la denuncia sobre la venta de armas venezolanas a grupos guerrilleros en México. Hugo Chávez es un factor de desestabilización en la región y lo seguirá siendo mientras cuente con recursos para ello gracias a los altos precios del petróleo: lo será además porque el suyo es un gobierno militar y autoritario, arropado en una escenografía civil y democrática. Lo que opine de las elecciones mexicanas es lo de menos.

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