Los mejores días de Felipe, los peores de AMLO
Columna JFM

Los mejores días de Felipe, los peores de AMLO

Para el PAN estos días han sido los mejores del año. Felipe Calderón, parece haber superado, alcanzado o puesto a tiro de López Obrador, y la tendencia electoral es que mientras éste cae, la candidatura de Calderón crece. Y electoralmente revertir las tendencias es, quizás, lo más complejo del proceso. Si a eso le sumamos que los priistas se han enredado con sus listas, Calderón tiene motivos para estar satisfecho.

Para el PAN estos días han sido los mejores del año. Felipe Calderón, parece haber superado, alcanzado o puesto a tiro de López Obrador, y la tendencia electoral es que mientras éste cae, así sea gradualmente, la candidatura de Calderón crece. Y electoralmente revertir las tendencias es, quizás, lo más complejo de todo el proceso. Si a eso le sumamos que los priistas, como se preveía, se han enredado con sus listas, Calderón tiene motivos para estar satisfecho.

La campaña de Calderón, además, parece haber encontrado el tono que buscaba, por lo menos en la forma de enfrentar a López Obrador, que no es otra más que exhibir al candidato de la alianza por el bien de todos. Este ayudan con su radicalismo y con spots como el que utiliza a la escritora Elena Poniatowska para defenderlo de las acusaciones que se le hacen por el aumento de la deuda o la negativa a dar a conocer los verdaderos gastos de los segundos pisos. Es un doble error de los perredistas (al que se sumó generosamente el jefe de gobierno Alejandro Encinas, decidido a participar activamente en el campaña para tratar de rescatar una posición en el futuro si es que López Obrador gana las elecciones y lo “perdona”, pero ese tema será parte de otras razones) primero porque la señora Poniatowska no está a nivel de una lid electoral y, en términos de contenido parece un automensaje para el lopezobradorismo: doña Elena es del equipo de López Obrador, ¿qué sentido tiene lanzarla a una lucha que está por encima de su capacidad política? Lo importante sería que alguien reconocido por su autonomía o incluso por no ser lopezobradorista lo dijera. Incluso, ¿por qué no es López Obrador el que contesta a sus adversarios? Estos dirán, una vez más, al igual que con el debate, que es porque no tiene cómo defenderse o simplemente porque tiene miedo y envía a hacerlo a una mujer prestigiada en el ámbito literario pero muy ingenua en el político, que no está en condiciones de debatir sobre ese tema.

Es un error, también, porque demuestra a un PRD colocado a la defensiva por primera vez en la campaña. Ello ha provocado ya diferencias internas: no se trata ya de los muy fundados señalamientos de Cuauhtémoc Cárdenas (consecuencia del frío que se hizo evidente en la gira de López Obrador por Michoacán) sino también de su propio círculo interno. Dos políticos que vienen de corrientes antagónicas: Manuel Camacho y Jesús Ortega, el mismo día que su candidato neceaba diciendo que no había bajado en las encuestas y que no le habían quitado ni una pluma a su gallo, aceptaban que era verdad que sí había caído en las encuestas e incluso Camacho argumentaba que tenían que prepararse para una campaña cerrada y con poca diferencia entre los candidatos. Algo que suena muy contradictorio con lo que en privado ha expresado López Obrador a empresarios y sectores de poder tan importantes como la iglesia y las fuerzas armadas: de que si no le ganan con una amplia diferencia, él no reconocerá los resultados electorales, incluso sugiriendo que podría presionar para que haya una suerte de segunda vuelta. Incluso, según algunas fuentes perredistas, el propio primer círculo ha comenzado a analizar el daño de no participar en el primer debate, el 25 de abril, como anunció López Obrador cuando consideraba irreversible su ventaja. Pero el candidato no quiere ni hablar del tema.

El momento, sin duda, es el mejor para Calderón: pareciera que su estrategia deberá concentrarse en no equivocarse y seguir insistiendo en las deficiencias de su principal adversario, dejando a su vez que éste profundice en sus errores y en la percepción que se está generando en torno suyo. Pero debe tomar en cuenta un capítulo: evitar que otros panistas, léase la dirigencia de su partido, no cometa los errores que él mismo no debe realizar.

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