El debate que inició la otra campaña
Columna JFM

El debate que inició la otra campaña

Se dice que el debate se gana en el post debate. En buena medida es verdad, incluso si vemos que el rating televisivo del debate osciló entre el 5 y los 7 puntos, son muchos más los que se deben haber enterado del mismo después que durante el mismo. Pero ¿cómo ganar el post debate de una confrontación en la que no se participó?. En el debate del martes, sin duda hubo ganadores y perdedores. Todas las encuestas serias señalan que el gran ganador fue Felipe Calderón: demostró que se había preparado bien, no cayó en las provocaciones y presentó un cúmulo de propuestas que demostraron que cuenta con un proyecto de país que se podrá compartir o no pero que resulta viable.

Se dice que el debate se gana en el post debate. En buena medida es verdad, incluso si vemos que el rating televisivo del debate osciló entre el 5 y los 7 puntos, son muchos más los que se deben haber enterado del mismo después que durante el mismo.  Pero ¿cómo ganar el post debate de una confrontación en la que no se participó? En el debate del martes, sin duda hubo ganadores y perdedores. Todas las encuestas serias señalan que el gran ganador fue Felipe Calderón: demostró que se había preparado bien, no cayó en las provocaciones y presentó un cúmulo de propuestas que demostraron que cuenta con un proyecto de país que se podrá compartir o no pero que resulta viable. Además, logró trasmitir una imagen presidencial, incluso en detalles tan menores como el haber sido el único que saludó a sus contrincantes al inicio del debate, el único que reconoció propuestas de sus rivales e incluso tuvo la inteligencia de deslindar dentro del priismo, a los madracistas de otros militantes de ese partido. Finalmente, no se dejó atrapar por el fantasma de AMLO y los pocos golpes que dirigió al perredista fueron precisos y difíciles de rebatir. El más importante, sin duda, aquella afirmación de que el debate es un derecho de los ciudadanos, no de los candidatos.

Patricia Mercado aprovechó también muy bien su oportunidad. Para mucha gente que nunca había escuchado a Patricia el descubrirla significó un soplo de aire fresco en un discurso que dirigió efectivamente a su “target” electoral, pero así debía ser. Paradójicamente, Patricia que está en la lucha para obtener el registro para su partido fue la única, junto con Calderón, que ofreció una imagen presidencial. Se podrá argumentar que no tenía nada que perder y sólo en parte es verdad (Alternativa quiere el registro y quiere obtenerlo mostrándose, como dijo Mercado, como una nueva opción de izquierda, diferente al PRD), pero lo hizo sin renunciar a su agenda, a sus temas y con el mérito de englobar los diferentes temas tratados a partir de la misma.     Roberto Campa resultó desconcertante. Presentó buenas propuestas, honestas, dio un golpe demoledor a Madrazo con la exhibición de que no había pagado nunca impuestos, pero Campa estaba sobreactuado y maquillado en exceso, debe haber sido mucho más aceptable para quien lo escuchó por radio que para quien lo vio en televisión. Su imagen y su discurso parecía que iban por andariveles completamente diferentes.

Pero el que perdió mucho más fue Roberto Madrazo. En lo personal me resultó incomprensible la actitud del candidato priista. Nunca supo hacia dónde iba y tampoco pudo definir con claridad cuál era su objetivo: nunca pudo afianzar la credibilidad en su persona. Es desconcertante que un político con su experiencia interprete tan mal la marcha de un debate, pero sobre todo que constantemente esté leyendo tarjetas en lugar de dirigirse al auditorio: la interpretación es que, simplemente, leía un scrip en el que no sabemos si creía. Cuando Campa lo acusó de no haber pagado nunca impuestos, simplemente no contestó las acusaciones y quedó en una situación muy difícil porque su credibilidad, a partir de allí quedó aún más vulnerada. Y en cada supuesto contraataque ésta se diluía más.

Y la silla vacía, como decíamos el martes, se convirtió en lo que debía ser: un elemento más de la escenografía. López Obrador perdió y mucho al no participar. Perdió porque ya no está arriba en las encuestas, porque la versión del complot en su contra ya sólo es para el consumo de algunos de los suyos. Porque como no estuvo en el debate tampoco pudo figurar en el post debate. Su equipo, en realidad parte del mismo (otros son incapaces de opinar frente al jefe) le había pedido que ratificara hace dos, tres semanas y, como siempre, no los escuchó. Hoy se encuentra inmerso en la mayor crisis desde que inicio la campaña. Puede salir de allí, pero no podrá hacerlo sin escuchar y ratificar. Su problema es que no parece estar dispuesto a hacerlo.

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