Los gobernadores con Roberto…¿o con Felipe?
Columna JFM

Los gobernadores con Roberto…¿o con Felipe?

Los rumores que se sembraron en días pasados respecto al reemplazo de Roberto Madrazo como candidato del PRI no pueden separarse del bajo desempeño del candidato presidencial de la alianza por México, ni siquiera de la enfermedad que lo llevó a internarse algunas horas en un hospital privado pero mucho menos de la difícil situación que se ha generado entre los gobernadores de su partido y el candidato.

Los rumores que se sembraron en días pasados respecto al reemplazo de Roberto Madrazo como candidato del PRI no pueden separarse del bajo desempeño del candidato presidencial de la alianza por México, ni siquiera de la enfermedad que lo llevó a internarse algunas horas en un hospital privado (otra información difundida, como la del reemplazo, desde su propio equipo de campaña) pero mucho menos de la difícil situación que se ha generado entre los gobernadores de su partido y el candidato.

No es ninguna novedad el hecho de que para la mayoría de los gobernadores priistas, Madrazo no era el candidato idóneo. De todas formas, luego del fiasco del TUCOM y de la frustrada precandidatura de Arturo Montiel, los gobernadores, en el mejor sentido de la palabra, se alinearon con el candidato. Este, a su vez, estableció acuerdos con la mayoría de ellos: algunos son muy cercanos a Madrazo, como Ulises Ruiz o Manuel Andrade, otros están mucho más lejos de él, como Natividad González Parás o Enrique Peña Nieto, algunos están literalmente enfrentados con Madrazo, como Eduardo Bours, pero el hecho es que, en su momento, se establecieron contactos con todos ellos y se llegó a compromisos. El problema es que en muchos casos esos compromisos no se cumplieron ni en las candidaturas ni tampoco en la entrega de recursos para las campañas en los estados. El mensaje fue que en los estados gobernados por el priismo debían ser los propios gobernadores los que garantizaran los recursos para sus campañas. Incluso en estados no gobernados por el PRI se repitió el fenómeno: en Jalisco, por ejemplo, por la división panista, el priista Arturo Zamora tiene posibilidades de ganar la elección estatal: estamos hablando de uno de los estados más importantes del país. Pero el candidato a gobernador no ha recibido, dice su gente más cercana, ni el más mínimo apoyo del CEN o del equipo de campaña presidencial. Si a eso sumamos el hecho de que se hicieron más compromisos que los espacios disponibles para garantizarlos, el resultado es una profunda desazón de varios gobernadores con Madrazo. Con un factor adicional: en casi todos los casos, el magisterio es muy importante y no quieren ser parte de la pugna Madrazo-Gordillo.

Pero el problema mayor está en el desempeño electoral del candidato. Muchas veces hemos sostenido que el PRI, ganara o perdiera las elecciones, no se desfondaría por la presencia de sus gobernadores, presidentes municipales, legisladores, que le dan una formidable estructura nacional, como no tiene ningún otro partido.  Pero pareciera que el mal manejo de la campaña de Madrazo pudiera lograr ese imposible. Una de las quejas recurrentes de los gobernadores es que no sólo se dejó fuera mucha gente que hubiera permitido articular una política de amplio espectro y se hizo girar todo en torno al equipo más compacto del propio candidato, sino que, como consecuencia de ello, en muchas ocasiones las giras proselitistas, en lugar de mejorar la posición del tricolor en los estados, termina debilitándolo.

Esas quejas han estado presentes desde semanas atrás, y como comentamos en su oportunidad, hicieron eclosión en una reunión (convocada por ex gobernadores un día después del debate) para apoyar a Madrazo que terminó en una suerte de consenso de que lo mejor era cambiar al candidato. Tuvo que llegar aquel día Mariano Palacios a apaciguar los ánimos e intervinieron incluso algunos de los principales aportantes financieros a la campaña para advertir que esa operación ya no era posible.

En los hechos no es posible no sólo por recursos: a 45 días de las elecciones, con las listas de candidatos ya cerradas, con una campaña ya encaminada ¿quién o para qué podría estar interesado en reemplazar a Madrazo? No tiene sentido. Por el contrario, lo que pareciera que estamos observando es exactamente lo contrario: difundir la versión del reemplazo para, sabiendo que éste es imposible, buscar generar en el terreno declarativo una unidad partidaria, que es ficticia pero que puede presentar al candidato “arropado” incluso por sus adversarios internos y que permita luego distribuir culpas. Sirve también para ver si, entre los reales o supuestos amigos, hay voces disonantes o que se pudieran entusiasmar públicamente con la posibilidad del reemplazo.

Porque en el PRI todavía tenemos mucho por ver. Por ejemplo, luego de la incorporación de Diódoro Carrasco a las listas del PAN y de las reuniones (que anunciamos aquí y que fueron desmentidas en su momento por la dirección del PRI pero que ahora han sido plenamente confirmadas), entre Felipe Calderón y ex dirigentes y funcionarios priistas, como Genaro Borrego Estrada, Jesús Reyes Heroles, Carlos Ruiz Sacristán, Luis Téllez y Andrés Rosenthal, que han dicho que no abandonan el PRI (como sí hizo Carrasco) pero que consideran que el mejor proyecto para México es el de Felipe Calderón, la unidad interna del priismo puede tambalearse en un aspecto que no ha sido públicamente divulgado pero que está en el debate interno. ¿Qué sucedería si después del segundo debate y si la campaña presidencial no crece, un grupo de gobernadores priistas, confrontados con Madrazo, decidieran, públicamente o en forma informal, dejar de apoyar la campaña presidencial, pedir el voto para sus candidatos locales al congreso pero para Calderón para la presidencia? ¿usted cree que se trata de política ficción? Puede ser, pero no es una hipótesis descabellada. Sobre todo de cara al escenario del 3 de julio, y si las expectativas electorales no se cumplen.

Recordemos que para muchos gobernadores lo más importante es, por una parte, sacar su elección, por la otra garantizar la gobernabilidad y finalmente su propia sucesión en el estado. Para muchos gobernadores, ello está por encima de la elección presidencial, sobre todo si no han podido acortar las diferencias con el candidato de su partido. Una cosa es cierta: aún queda mucho por ver en el futuro muy próximo en el PRI.

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