La bomba oaxaqueña
Columna JFM

La bomba oaxaqueña

El único verdadero foco rojo que existe a doce días de las elecciones es Oaxaca: el conflicto político que se vive en ese estado, se ha salido de cauce, en buena medida por los numerosos y divergentes intereses que coexisten con la intención de mantener vivo el conflicto.

El único verdadero foco rojo que existe a doce días de las elecciones es Oaxaca: el conflicto político (que de magisterial tiene poco) que se vive en ese estado, se ha salido de cauce, en buena medida por los numerosos y divergentes intereses que coexisten con la intención de mantener vivo el conflicto.

En esta historia oaxaqueña se concentran, en buena medida, la decadencia política de los últimos años en el estado y ello es consecuencia de una forma de hacer y entender la política, de ejercer el poder, basado exclusivamente en intereses patrimonialistas y de corto plazo. La descomposición es consecuencia de una política de ocurrencias, de una estrategia de componendas continuas, de generar conflictos para solucionarlos con beneficio político personal, de la utilización sistemática de la fuerza cuando se lo considera necesario. No habrá una solución ni rápida ni pacífica en el conflicto oaxaqueño porque no existe interés de que así sea y, a esta altura, tampoco parecen existir posibilidades porque los “magos” de la alquimia política que en buena medida tienen el control del estado han perdido la capacidad de influenciar en el monstruo que crearon.

No es un tema menor: Oaxaca, según la última elección estatal, puede poner en la mesa poco más de un millón de votos. En los comicios para gobernador, Ulises Ruiz le ganó por un puñado de votos a Gabino Cué, que ahora es candidato de la alianza por el bien de todos al senado (en aquella oportunidad había sido candidato, también, del PAN). El gobernador Ulises Ruiz es uno de los principalísimos operadores de Roberto Madrazo y uno de los pocos mandatarios estatales cuyo destino está, en buena medida, ligado al de su candidato. Su antecesor, José Murat, se presenta también como un importante operador de Madrazo, pero desde siempre su agenda ha sido sólo la propia. Murat impulsa la idea de aliarse con López Obrador, algo que en buena medida ha logrado (la última vez que Madrazo criticó a López Obrador en su campaña fue en abril: desde entonces todos sus ataques han sido contra Vicente Fox y Calderón). Pero su idea parece ir más allá de una alianza tácita: apenas este fin de semana, quien fuera su líder del congreso, su operador y se dice que su socio, Juan Díaz Pimentel, estuvo en Chiapas, apoyando al equipo de campaña de López Obrador. El propio Murat habló, también la semana pasada, de que podría ser inminente una ruptura en el priismo oaxaqueño. Por cierto, fue el operador de Murat en el congreso federal, Heliodoro Díaz, fue quien propuso la iniciativa de “nacionalizar” Teléfonos de México. Pero además, fue durante la administración Murat que se desarrolló un estrecho acuerdo entre el gobernador y la sección 22 que incluyó la amnistía y liberación de todos los detenidos que estaban ligados al EPR y habían sido detenidos por su participación en los ataque armados a La Crucecita y Tlaxiaco. Muchos de esos hombres y mujeres han vuelto a ser hoy los dirigentes del movimiento que mantiene ocupado el centro de la ciudad de Oaxaca y que han anunciado que buscarán boicotear las elecciones.

En el inicio, el conflicto pareció ser provocado por el propio gobierno estatal. El gobernador Ruiz prometió a los maestros algo que no es viable, por lo menos en su ámbito de competencia: una rezonificación salarial. El acuerdo sindical entre los maestros (bajo control de la SNTE de Elba Esther Gordillo) y el gobierno federal se dio desde mayo pasado y el gobierno de Oaxaca no puede comprometerse a modificar la estructura salarial de un acuerdo federal. Ruiz los hecho a andar, en el contexto del conflicto minero y de la nueva estrategia de Madrazo de confrontarse con el gobierno federal para recuperarse electoralmente (y sentar las bases de una alianza con AMLO). La idea era presionar al gobierno federal y a la dirigencia nacional del SNTE, pero rápidamente el conflicto se salió de cauce porque son demasiadas las manos que están metidas en la propia sección 22. Por una parte está el gobernador, que como todos los mandatarios en turno del estado “patrocina” a un grupo de dirigentes locales; por otra parte está Murat que ha sido muy generoso con ese movimiento y que los mueve con su propia agenda personal. Está también el PRD que tiene influencia en la sección y que podría tener interés en mantener vivo un conflicto que puede utilizar el 3 de julio, pero que también sabe que puede perder allí un caudal de votos importantes si los maestros impiden la votación en buena parte del estado (incluso con la posibilidad de que se anulen las elecciones para diputados y senador, aunque algunos podrían preferir esa posibilidad para, después de las elecciones federales y de acuerdo al ganador, establecer nuevos acuerdos y estrategias). Está el EPR que tiene un añejo control sobre buena parte del sindicato local y bases de operación financiadas por éste y se han sumado los grupos del EZLN y sus organizaciones de superficie, que están tratando de operar allí el movimiento que abortó en Atenco. Ni EPR y ni EZLN quieren que se realicen elecciones en Oaxaca o por lo menos en la capital del estado. Para ellos se trata, sobre todo, de una demostración de fuerza de cara al futuro. Son los grupos que insisten en la renuncia de Ulises Ruiz y que exigen, al mismo tiempo, que sea decisión del gobierno federal, al mismo tiempo que el gobernador pide que el desalojo de los maestros lo haga el propio gobierno federal cuando sabe que no es factible hacerlo de manera eficiente, sin un costo muy alto de violencia. La idea es que ese costo, lo pague, precisamente el gobierno federal. Es un círculo sin salida.

En los hechos, el foco rojo de Oaxaca no se apagará, porque algunos no quieren asumir costos que no les corresponden, pero sobre todo porque unos quieren reventar el proceso electoral desde ahora, mientras otros prefieren mantener la bomba con una mecha corta, pero lista para ser encendida de acuerdo al resultado de los comicios.

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