AMLO: el neoconservadurismo; Patricia: la izquierda moderna
Columna JFM

AMLO: el neoconservadurismo; Patricia: la izquierda moderna

Aquellos que sostienen que Patricia Mercado tendría que resignar su candidatura para apoyar a López Obrador, con el argumento de que ambas son candidaturas de izquierda, no comprenden a ninguno de los dos aspirantes ni a su respectiva ubicación política. López Obrador, y la alianza que encabeza, no pueden ubicarse, bajo ninguna consideración, en la izquierda democrática: se puede destacar el compromiso con los pobres del tabasqueño; sus legítimas ambiciones de poder; su visión nacionalista de la política, pero nada de eso lo muestra como un hombre de izquierda. En realidad, su visión política es tradicionalista e incluso conservadora.

Aquellos que sostienen que Patricia Mercado tendría que resignar su candidatura para apoyar a López Obrador, con el argumento de que ambas son candidaturas de izquierda, no comprenden a ninguno de los dos aspirantes ni a su respectiva ubicación política. López Obrador, y la alianza que encabeza, no pueden ubicarse, bajo ninguna consideración, en la izquierda democrática: se puede destacar el compromiso con los pobres del tabasqueño; sus legítimas ambiciones de poder; su visión nacionalista de la política, pero nada de eso lo muestra como un hombre de izquierda. En realidad, su visión política es tradicionalista e incluso conservadora: López Obrador no defiende ninguna de las premisas actuales de la izquierda democrática en el mundo, comenzando con la tolerancia y terminando con la transparencia administrativa. En todo caso, la suya es una candidatura marcada por el personalismo y, como se ha dicho muchas veces, por un sentido de “misión”, que se ha identificado como una forma de mesianismo político y social, que no acepta ni divergencias ni opiniones diferentes y que no ha dudado en deshacerse de los mejores hombres y mujeres de su partido si no le son incondicionales.

Paradójicamente ese es el secreto de parte de su éxito: en su entorno no hay prácticamente nadie que no sea incondicional. En la presidencia del PRD colocó a Leonel Cota Montaño, un ex priista sin experiencia en el PRD que, en el mejor de los casos podría calificarse como un político tradicionalista, que no comulga con la izquierda. En su equipo no pueden decirse ni remotamente de izquierda Nicolás Mollinedo, Manuel Camacho, Federico Arreola, Octavio Romero Oropeza, Ricardo Monreal, Socorro Díaz, César Ojeda, Marcelo Ebrard. En sus listas de candidatos los ex priistas superan con amplitud a los hombres y mujeres de izquierda. Entre estos, salvo excepciones como Jesús Ortega o Alejandro Encinas, la mayoría proviene de sectores de la izquierda más retrógrada, representada por los partidarios de René Bejarano. Los cardenistas han sido literalmente segregados de las listas, del equipo de campaña, de las posiciones. De todo.

Quizás el rasgo más conservador de Andrés Manuel es su intolerancia. No acepta la crítica ni tampoco que le señalen errores: no escucha y ello se refleja en hechos tan disímiles como su decisión de no deslindarse de los Bejarano o los Imaz (ahí está Claudia Sheimabum como su principal escudera) como por su desinterés en siquiera conocer el mundo. ¿Qué le puede aportar el mundo a alguien que cree que tiene todas las respuestas?

En su libro más reciente, Federico Arreola, siguiendo la línea de su candidato, dice, por ejemplo, que quien esto escribe, critica a López Obrador, por “añejos agravios personales”. No es verdad. No tengo un solo agravio personal con López Obrador y estoy seguro que él no puede tener ninguno conmigo, porque nunca he incursionado, en ataques personales. He marcado con él diferencias, como con muchos otros hombres y mujeres de la vida política, primero porque esa es la labor de un analista político, y segundo, porque evidentemente no he coincidido con sus decisiones. Pero nada tiene eso que ver con “agravios personales”. Con López Obrador, como con cualquier político, siempre he tratado de mantener separadas al opiniones políticas de los agravios personales, y ése es un principio profesional que se mantendrá, gane o pierda López Obrador los comicios del dos de julio. El problema es que con muchos de sus críticos, tanto López Obrador como algunos de sus más cercanos colaboradores, sí asumen las diferencias como agravios personales y todo termina siendo parte de un enorme complot siempre en construcción. Y eso para gobernar un país tan grande, tan plural, con tantas posiciones divergentes como México, se torna en un lastre político indudable.

Si ello es en el terreno político, en el económico tampoco encontramos posiciones progresistas. Ninguna izquierda moderna apuesta al asistencialismo o el estatismo. Al contrario: no son estatistas ni Rodríguez Zapatero, ni lo fue Felipe González, pero tampoco Ricardo Lagos, Michelle Bachelet o incluso Luis Inácio da Silva Lula. Tampoco lo es, por ejemplo, Cuauhtémoc Cárdenas. Quienes hacen girar sus propuestas económica en torno al Estado, son hombres como Hugo Chávez, Evo Morales o Néstor Kirchner (o por supuesto, en un caso extremo, Fidel Castro), bien o mal intencionados pero con historias provenientes de corrientes, en todos los casos, autoritarias y con pocos lazos con una trayectoria de izquierda y mucho menos democrática. Incluso López Portillo o Echeverría se decían de izquierda, se abrazaban con los líderes del Tercer Mundo, pero eran, en los hechos, profundamente conservadores. Querer repetir su política económica será volver a repetir sus errores. La visión de que el Estado (o incluso el líder mesiánico) puede reemplazar al ciudadano no es progresista, es reaccionaria, independientemente del ropaje con el que se recubra.

Patricia Mercado, en ese sentido, es todo lo contrario. Es una mujer abierta, que sabe escuchar, que aprende, que ha hecho de la tolerancia y la transparencia su principal carta electoral. Mercado proviene de una izquierda no tradicional que nunca ha buscado en los modelos priistas su identificación y eso la hace completamente diferente a López Obrador. Votar por uno o por otra, implica elegir entre dos proyectos que son absolutamente divergentes. Patricia Mercado y Alternativa son un proyecto de futuro, tolerante, abierto, incluso provocador para ciertos sectores del establishment. Son una opción que, aunque sea en forma embrionaria, necesitaremos en el futuro inmediato de nuestro país para contraponerla a las distintas opciones tradicionalistas y conservadoras, incluyendo la del propio López Obrador.

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