El carnaval termina el sábado
Columna JFM

El carnaval termina el sábado

Nuestra vida política, especialmente en el perredismo, se parece cada vez más a un carnaval veneciano, donde tras las elaboradas máscaras que buscan reflejar tristeza, alegría, lujuria, se esconden los rostros verdaderos de hombres y mujeres que las exhiben para esconder sus verdaderos sentimientos. Los datos duros, los que justifican esos juegos de máscaras, son dos: primero, que Felipe Calderón ya es presidente electo y toda la estratagema de reclamar por un fraude electoral que nadie vio y nunca se pudo comprobar, cayó por su propio peso. Pero tanto o más importante que eso es el derrumbe de la popularidad de López Obrador.

Para José Ramón Fernández, un periodista íntegro, por su pronta, necesaria, recuperación.

Nuestra vida política, especialmente en el perredismo, se parece cada vez más a un carnaval veneciano, donde tras las elaboradas máscaras que buscan reflejar tristeza, alegría, lujuria, se esconden los rostros verdaderos de hombres y mujeres que las exhiben para esconder sus verdaderos sentimientos.

Los datos duros, los que justifican esos juegos de máscaras, son dos: primero, que Felipe Calderón ya es presidente electo y toda la estratagema de reclamar por un fraude electoral que nadie vio y nunca se pudo comprobar, cayó por su propio peso. Pero tanto o más importante que eso es el derrumbe de la popularidad de López Obrador. La encuesta publicada ayer por Ulises Beltrán y asociados exhibe datos demoledores para el tabasqueño: sólo el 7 por ciento de los encuestados apoyan la llamada resistencia civil, mientras que apenas un 5 por ciento apoya los plantones en el Centro Histórico y Reforma. El 86 por ciento está en desacuerdo con la toma de la tribuna en San Lázaro. La imagen de López Obrador hoy es la que concentra más negativos en el escenario político nacional: 59 por ciento tiene una mala opinión del tabasqueño (hace dos meses las opiniones negativas eran de apenas 33 por ciento), mientras que el 66 por ciento tiene una buena o muy buena opinión de Felipe Calderón. Mientras que hace dos meses votó por López casi el 35 por ciento, hoy sólo votaría por él un 18 por ciento, el 61 por ciento opina que debe aceptar y aprovechar el diálogo que le ofrece Calderón. El 54 por ciento de los encuestados lo percibe “débil”, el 71 por ciento “fuera de sí”, el 74 por ciento “sin disposición a dialogar”, el 76 por ciento “desesperado”, el 74 por ciento “intransigente”. Pocas veces se ha visto un derrumbe político tan espectacular en apenas dos meses. Lo grave es que López Obrador no parece tomar en cuenta esos datos: quiere realizar una suerte de pulseada política con el presidente Fox el 15 de septiembre, el 16 convoca a una “convención nacional democrática” que no es ninguna de las tres cosas que pregona (no es convención porque no surge de una representación popular legítima, no es nacional porque se concentra en los organismos de masas que tiene el PRD en la capital del país, no es democrática porque sus objetivos pasan por desconocer las instituciones democráticas) y que sólo tiene como objetivo declarar a López Obrador “presidente legítimo” de los mexicanos. Dicen que cuando un enemigo se está equivocando no se le debe distraer. Adelante, pensarán los enemigos de López Obrador, con el capricho de dar el grito en el Zócalo al mismo tiempo que el presidente Fox, adelante con la llamada convención democrática y la decisión de declararse “presidente”.

El tabasqueño (que está logrando que el PRD pierda Tabasco en los comicios para gobernador de octubre, algo difícil de imaginar el dos de julio pasado) puede ignorar la realidad, hacer que la CND le cumpla sus más íntimas fantasías y autoproclamrse presidente, pero el PRD no puede seguir aferrado a una estrategia que lo llevará a la ruina. En términos políticos y electorales han perdido en dos meses todo lo ganado en años y de seguir así lo único que queda es seguir, como dice el tango, cuesta abajo en su rodada.

Por eso, han comenzado a revisar la estrategia: en la cámara de diputados, Javier González Garza acepta que dialogarán con Calderón pero sólo después de que éste tome posesión como presidente, mientras que la orden de López Obrador es que se le impida a Calderón tomar posesión; los gobernadores Lázaro Cárdenas Batel, Amalia García, Zeferino Torreblanca, participan de la reunión de la Conago y si bien emiten un comunicado criticando el discurso de Calderón el domingo en la plaza de Toros, aceptan participar en la reunión con el presidente electo y destacan que no renunciarán a ningún espacio institucional, al mismo tiempo que López Obrador está llamando a mandar “al diablo las instituciones”; los mismos gobernadores van a la reunión de Nuevo Vallarta, mientras que Alejandro Encinas se queda en el DF, inmovilizado en la trampa política que le tendió López Obrador con el plantón y en la que él, dócilmente, se encerró solo. Adiós a las aspiraciones de Encinas de presidir el PRD ante el inminente retiro de Leonel Cota Montaño. Entre sus aliados la confusión es brutal: el coordinador de los diputados de Convergencia, Alejandro Chanona, en una misma frase aseguró el lunes que reconocen a Calderón como presidente electo y que dialogarán y negociarán con él, pero que siguen apoyando a López Obrador y que participarán en una CND que busca desconocer al mismo presidente que ellos dicen reconocer.

Mientras tanto el priismo sigue, no sin contradicciones, hilando fino de cara a la próxima administración. Los dirigentes del tricolor se reunieron con Calderón, comenzaron a establecer acuerdos. En el congreso se están aprestando a distribuir las comisiones en las cámaras de diputados y senadores y mientras el PRD se mantenga en una posición intransigente, se podrá quedar sin nada sustantivo. Se debe reconocer que los panistas y priistas han tenido la mesura de esperar, para que se terminen de decantar las cosas entre el PRD y el lopezobradorismo, para cerrar ese capítulo, pero el tiempo en el congreso se  acaba y si el PRD no asume su responsabilidad se aislará cada vez más y quedará amarrado a su ex candidato, cuyas principales estrategias tienen un respaldo de apenas entre el 7 y el 5 por ciento de la población. A veces los políticos no quieren aceptarlo, pero los datos duros son esos, con base en ellos deberán los perredistas definir su futuro, deberán quitarse las máscaras, porque su carnaval veneciano termina el sábado 16.

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