La extradición de varios de los más importantes narcotraficantes del país a los Estados Unidos, sumadas a las que se darán en los próximos días, es el golpe más trascendente al crimen organizado de los últimos tiempos.
La extradición de varios de los más importantes narcotraficantes del país a los Estados Unidos, sumadas a las que se darán en los próximos días, es el golpe más trascendente al crimen organizado de los últimos tiempos. No se trata de una medida aislada ni mediática: es un golpe al corazón del círculo vicioso que ha permitido el crecimiento de este fenómeno: mientras los capos de los distintos grupos estuvieran en México, aunque fuera en penales de alta seguridad, no se podría romper ese círculo porque vía la corrupción o la intimidación podían mantener un cierto control sobre sus grupos en el exterior y tampoco se podía tener un control real sobre los penales porque quienes allí trabajan sabían que el poder de los narcotraficantes seguía estando vigente. Para doblegar al crimen organizado se debe acabar con la impunidad: el nuevo diseño de las áreas de seguridad; el trabajo conjunto de los distintos cuerpos y mandos de seguridad pública y nacional; los operativos en las zonas de mayor control territorial del narcotráfico; la detención de narcotraficantes notables que gozaban de fuerte protección local, como Pedro Díaz Parada y sobre todo las extradiciones del viernes pasado, terminan de consolidar un escenario completamente diferente en este ámbito al que teníamos hace apenas 50 días.
Es verdad que con ninguna de estas medidas, por sí solas, se acabará con el narcotráfico. Pero con la combinación de todas ellas se recupera el control territorial y se pone límites a la violencia. El tema de las extradiciones estaba en el escritorio del presidente Fox desde mucho tiempo atrás. En marzo del año pasado, ya existía una estrategia y una propuesta concreta para operar en este sentido. Por diferentes razones, la principal de ellas el temor de que hubiera represalias, el presidente Fox decidió no avanzar en el tema y ello provocó, paradójicamente, una mayor violencia y fortalecimiento de los grupos del narcotráfico en distintos puntos del país, porque consideraron que el gobierno se doblaba bajo esa presión. Al mismo tiempo, la indecisión gubernamental provocó un nuevo distanciamiento con las áreas de seguridad de los Estados Unidos y desencuentros diplomáticos de distinta magnitud (¿recuerda usted aquellas cartas del embajador Tony Garza?).
La administración Calderón decidió implementar lo que ya se había comprobado que funcionaba y lanzó una estrategia que complementa distintas medidas que se fortalecen con las extradiciones. Es muy similar a la exitosa estrategia implementada en Colombia por el presidente Alvaro Uribe para recuperar el control de Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena, entre otras ciudades que, en los hechos estaban bajo el dominio del narcotráfico: operaciones especiales, detenciones de líderes, extradiciones, son todas armas que permiten romper redes y recoger información real. En México la situación es diferente pero se pueden aprovechar las oportunidades que el sistema legal vigente ofrece y también crear, como se está haciendo, una instancia policial centralizada que pueda operar a nivel federal y también en estados y municipios, en forma coordinada con el ejército y la marina.
¿Qué escenario nos deja este proceso?. Los cárteles siguen allí, nadie lo duda. Pero la desorganización es la norma en estos momentos. La extradición terminan de romper la relación que se mantenía entre Osiel Cárdenas y el resto del cártel del Golfo. Desde que Osiel fue prácticamente aislado en La Palma, el control de la organización quedó en manos de Heriberto Lazcano, el jefe de los llamados Zetas. Este grupo, por su parte, ya casi nada tiene que ver con los Zetas originales, que fueron casi todos ellos detenidos o muertos en distintos enfrentamientos. En realidad, los que ahora se hace llamar Zetas no son más que simples sicarios, entrenados, muchos de ellos, por ex integrantes del ejército guatemalteco, los llamados kaibiles. Pero su situación es difícil, porque han sido golpeados en Tamaulipas y también en sus principales centros de aprovisionamiento de los últimos tiempos: Michoacán y Guerrero. También han sufrido, siendo el grupo que más ha intervenido en la política activa y habiendo apostado muy alto en las recientes elecciones federales, varios golpes decisivos para su futuro. Los sucesores de los Zetas siguen siendo un grupo peligroso, pero en declive.
Los Arellano Félix están en una situación muy compleja y su estructura ha cambiado. En los hechos, buena parte de sus principales operaciones devienen del manejo de sus redes dentro de los propios Estados Unidos. En México, dependen del control que lograron establecer en la policía municipal de Tijuana y en parte de la policía estatal. El operativo en esa zona de la frontera (precedido por la detención en San Diego de Eduardo Arellano Félix) ha sido clave para contener ese esquema de control y hoy los Arellano está buscando una salida.
La caída de Díaz Parada afecta y mucho al cártel de Sinaloa, lo mismo que los operativos en el norte de ese estado, en el llamado triángulo dorado, al tiempo que está inmovilizado en Guerrero y Michoacán. Falta ver más en esta historia: en el norte de Tamaulipas, en Chihuahua, en el Distrito Federal y el área metropolitana, con más detenciones y extradiciones. Pero el camino recorrido parece ser el más fructífero de los implementados, en este ámbito, por una administración federal en mucho tiempo.
Una invitación, un compromiso
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