La seguridad y los atentados: el largo plazo
Columna JFM

La seguridad y los atentados: el largo plazo

Cuando el martes pasado un grupo de sicarios asesinaba a siete personas en dos delegaciones de la policía ministerial en Acapulco, no sólo se estaba realizando una más de las numerosas operaciones de ajuste de cuentas que se han desarrollado en los últimos tiempos entre organizaciones del crimen organizado, sino también se buscaba detonar los operativos realizados por el gobierno federal en distintos puntos del país desde diciembre pasado. El objetivo se cumplía cada vez que una información registraba que esos asesinatos se habían cometido ?a pesar? de los operativos implementados en esa ciudad. Hechos similares habían ocurrido en Tijuana, en Michoacán, se darían después en el triángulo dorado (la zona serrana donde confluyen Sinaloa, Chihuaha y Durango), pero ninguno había tenido la repercusión y la espectacularidad de lo sucedido en Guerrero.

Cuando el martes pasado un grupo de sicarios asesinaba a siete personas en dos delegaciones de la policía ministerial en Acapulco, no sólo se estaba realizando una más de las numerosas operaciones de ajuste de cuentas que se han desarrollado en los últimos tiempos entre organizaciones del crimen organizado, sino también se buscaba detonar los operativos realizados por el gobierno federal en distintos puntos del país desde diciembre pasado. El objetivo se cumplía cada vez que una información registraba que esos asesinatos se habían cometido “a pesar” de los operativos implementados en esa ciudad. Hechos similares habían ocurrido en Tijuana, en Michoacán, se darían después en el triángulo dorado (la zona serrana donde confluyen Sinaloa, Chihuaha y Durango), pero ninguno había tenido la repercusión y la espectacularidad de lo sucedido en Guerrero.

Pasada una semana hay distintos elementos que podrían tomarse en cuenta respecto a lo sucedido en el puerto. Primero, que esos operativos (en realidad, se trató de dos ataques, realizados por comandos distintos, en las dos delegaciones, y de dos asaltos bancarios, uno efectuado antes y otro después de los ataques) se estaban preparando desde tiempo atrás: las casas de seguridad habían sido rentadas semanas antes, las dos a la misma persona, y estaban ubicadas suficientemente cerca de los objetivos como para llegar a las mismas antes del despliegue de seguridad. Segundo, se buscaba un efecto publicitario, generar un desafío a la autoridad pero también abarcar otros objetivos: los sicarios que operaron tanto en la delegación de la colonia Ciudad Renacimiento como en la colonia Zapata, siguieron un mismo esquema de operación pero también listas de las personas que querían: según fuentes cercanas a los hechos, se trataba de los comandantes de ambas delegaciones. El modo de operar fue el mismo: llegaron al lugar y se presentaron como militares, desarmaron a los agentes ministeriales, hicieron tiempo (incluso alguno de ellos se hizo bolear las botas mientras esperaba) hasta que algo se salió de control en la colonia Renacimiento: un funcionario que fue golpeado desconfió del operativo y comenzó a hacer llamadas desde su oficina para confirmar si efectivamente eran militares, aparentemente esas llamadas fueron interceptadas o alguien avisó a los sicarios que comenzaron entonces a disparar dentro de las oficinas, matando a tres personas, incluida una secretaria. A unos pocos metros del lugar estaba una patrulla de la policía municipal con varios elementos, ninguno hizo intento alguno para repeler la agresión que sufrían los municipales y tampoco fueron atacados por los sicarios. Los hechos se repitieron en la colonia Zapata, cuando los sicarios fueron avisados, aparentemente, de lo sucedido en Renacimiento, fueron presa de cierta desesperación, mataron a cuatro personas, incluyendo, otra vez, una secretaria, liberaron a tres personas que estaban presas por delitos menores y huyeron: en ninguna de las dos acciones parecen haber cumplido con el objetivo original que era asesinar a las personas que llevaban identificadas.

Tercero, el operativo no tuvo la eficacia que se esperaba en términos de organización: llegaron a las dos casas de seguridad ubicadas a pocos metros de los hechos pero tuvieron que abandonar una gran cantidad de armas en una de ellas y en la otra una parte del comando llegó primero, se cambió de ropas pero dejó cerrado el lugar y sus compañeros tuvieron que trepar por los muros para poder hacer lo mismo. Paradójicamente, las fuerzas federales de seguridad pudieron haber ubicado a los agresores desde un helicóptero que despegó casi al momento en que sucedían los hechos: el problema fue que la procuraduría local informó que debían buscar una camioneta verde y un automóvil gris. Los localizaron pero no eran los verdaderos objetos de la búsqueda porque la utilizada era una camioneta negra, que estaba estacionada a sólo cien metros del lugar localizado originalmente. Nadie ha podido esclarecer si la confusión sobre el color de la camioneta de los agresores fue voluntario o no. Lo cierto es que las fuerzas federales de alguna manera fueron sorprendidas, las ministeriales fueron el objetivo del ataque y las municipales no hicieron nada.

¿Por qué fueron sorprendidas las fuerzas federales?. Porque desde que comenzó el operativo en Guerrero, los grupos hegemónicos del narcotráfico en la zona, que son los que responden a los hermanos Beltrán Leyva y el cártel de Sinaloa, aparentemente se retiraron de la plaza, e incluso cerraron muchas de las narcotiendas que operaban. Los enfrentamientos se habían dado en la Costa Grande y en la zona montañosa del Filo Mayor, donde confluyen narcotraficantes con grupos armados. El ataque en Acapulco fue preparado con tiempo y con sicarios llegados de fuera (los automóviles tenían placas del DF y de Veracruz, y no eran robados). La intención sería, por parte de los Zetas, de provocar a las autoridades y hacer una demostración de fuerza, pero también de aprovechar el momento para deshacerse de los mandos que protegían a sus adversarios. Los hechos fortalecerían la hipótesis de que mientras las fuerzas policiales municipales están relacionadas con los Zetas, las ministeriales protegen a los Beltrán Leyva. Por eso también unos fueron víctimas y los otros no ofrecieron resistencia.

Pero quizás la mayor enseñanza que habrá que sacar de estos hechos, es que las provocaciones seguirán porque es demasiado lo que está en juego; que esas acciones no se producen “a pesar” de los operativos sino como respuesta a los mismos; que el crimen organizado tiene zonas de control, como Guerrero o el triángulo dorado, que no piensa entregar sin luchar; que las autoridades locales y sus policías deben ser parte del esfuerzo. Y que en muchas ocasiones no lo hacen porque son parte del esquema de protección de los criminales.

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