Es un ?pato cojo?, pero es el presidente de EU
Columna JFM

Es un ?pato cojo?, pero es el presidente de EU

Terminó la visita del presidente George Bush y no hubo, era previsible, acuerdos notables entre el mandatario estadounidense y Felipe Calderón. Se habló de muchas cosas pero los ejes quedaron donde se esperaba: seguridad fronteriza, el combate al narcotráfico, la búsqueda de algunos acuerdos comerciales y migratorios. La diferencia más importante estuvo en el tono, en la forma y el fondo, con que se presentaron los temas, incluyendo las divergencias. El presidente Calderón había dicho que no había que generar expectativas respecto al encuentro y así trabajó la presidencia desde que el mismo fue anunciado, hace ya un mes. El tono fue de amistad, de reconocimiento y con la intención de volver a analizar, como se dijo, prácticamente desde cero la agenda bilateral.

Terminó la visita del presidente George Bush y no hubo, era previsible, acuerdos notables entre el mandatario estadounidense y Felipe Calderón. Se habló de muchas cosas pero los ejes quedaron donde se esperaba: seguridad fronteriza, el combate al narcotráfico, la búsqueda de algunos acuerdos comerciales y migratorios. La diferencia más importante estuvo en el tono, en la forma y el fondo, con que se presentaron los temas, incluyendo las divergencias. El presidente Calderón había dicho que no había que generar expectativas respecto al encuentro y así trabajó la presidencia desde que el mismo fue anunciado, hace ya un mes. El tono fue de amistad, de reconocimiento y con la intención de volver a analizar, como se dijo, prácticamente desde cero la agenda bilateral.

Y es una buena estrategia. Difiero de las versiones que sostienen que con el presidente Bush y la Casa Blanca ya no hay nada que hacer. Es verdad: la gestión de George Bush ha sido mala, sus niveles de popularidad son bajos, ha ignorado a América latina, es, como le dicen a un mandatario que llega al último cuarto de su gobierno es esas condiciones, un “pato cojo”. Todo eso y más lo escribimos en este espacio y lo han analizado muchos otros. Pero de todas maneras parece que olvidamos que Bush sigue siendo el presidente de Estados Unidos, y que ese país es nuestro principal socio comercial (y nosotros el segundo de ellos); que doce millones de compatriotas viven del otro lado de la frontera; que muchos de nuestros principales problemas de seguridad sólo tendrán solución con una estrategia por lo menos binacional, y ello abarca desde el narcotráfico hasta el comercio, desde la migración hasta el terrorismo.

Por eso, sería un error resignarse a que nada se podrá hacer en la relación bilateral hasta el 20 de enero del 2009 cuando asuma el próximo presidente (o presidenta) en la Unión Américana. Con Bush aún se pueden trabajar muchos temas puntuales que requieren solución y en los cuales la intervención de la Casa Blanca es definitiva. Con el padre del actual mandatario, su antecesor, si bien el escenario era diferente, se pudieron establecer acuerdos benéficos para México (incluyendo la culminación del TLC) en el último tramo de su mandato, cuando buscaba la reelección y todas las encuestas mostraban que estaba siendo claramente superado por Bill Clinton, como finalmente ocurrió. De allí se tendría que aprender también una lección: en aquella dinámica el entonces presidente Salinas acompañó a George Bush padre a un juego de béisbol en San Diego que fue entendido como un respaldo a su candidatura, gesto que pudo haber tenido un costo más alto si Clinton no hubiera sido, como lo fue, un presidente con una visión global que iba mucho más allá de esas circunstancias.

Pero volviendo al tema: con Bush aún se puede llegar a muchos acuerdos puntuales importantes. Los ejemplos son muchos: desde el ingreso de los transportistas mexicanos a Estados Unidos, hasta la autorización para la comercialización del aguacate en toda la Unión Americana. Se podrá argumentar que es muy poco: será cosa de preguntarle a los transportistas o a los productores de aguacate. Lo mismo podría operarse en muchos otros capítulos, como lo relacionado a la apertura comercial para el maíz y el frijol para el año próximo o la ampliación del rango de operación del llamado banco del TLC ahora restringido a proyectos fronterizos. Están pendientes temas como los acuerdos de agua en la frontera, algunos relativos al tráfico de armas y el narcotráfico. Y no olvidemos todo el capítulo migratorio, en el cual los intereses coyunturales de la elección del 2008 pueden hacer confluir al presidente Bush y a un grupo de republicanos con los demócratas para sacar adelante una reforma benéfica para nuestros compatriotas. Alguno ha dicho que Bush no quiere una reforma migratoria y que preferiría que los recursos que envían los migrantes se quedaran en su país. Es una tontería: la riqueza que generan los migrantes en Estados Unidos y su consumo es infinitamente mayor que el monto de la remesas. Poner orden en el tema migratorio es, hoy, tan importante para Estados Unidos como para México sacar de la ilegalidad a millones de compatriotas. Es verdad que ciertos candidatos apuestan al discurso xenofóbico pero muchos otros saben que, siendo conservadores o liberales, requieren del voto latino para ganar las elecciones. Incluso en eso las tendencias han cambiado y en estos dos años (recordemos que faltan 20 meses para las elecciones en los Estados Unidos) mucho se puede hacer.

Sobre todo si entendemos las relaciones bilaterales como algo vivo y que incluye a diversos interlocutores. Los próximos días vendrá a México, invitado por el gobierno federal, el líder del senado estadounidense, el demócrata Jack Reed, de Rhode Island, un hombre que permanecerá en su cargo más allá del cambio en la Casa Blanca en el 2009 y con el cual se pueden tejer diversos acuerdos de largo plazo. Lo mismo sucede con otros grupos legislativos, con gobernadores y con distintos sectores influyentes en la Unión Americana. Si todo eso se puede lograr con un mayor respaldo de Washington mejor, sino debe trabajarse en ello de todas maneras.

Bush puede ser un “pato cojo” pero es también el mandatario de nuestro principal socio en casi todos los ámbitos y el presidente de la principal potencia mundial. Hoy casi no se recuerda que otro “pato cojo”, el Richard Nixon de la última etapa, estaba en medio del escándalo Watergate mientras establecía acuerdos con China, la Unión Soviética y negociaba la paz con el Vietcong. Las expectativas desmesuradas en la relación bilateral son infundadas, pero también el pensar que no hay nada que hacer hasta el 2009 o que, de aquí hasta esa fecha, en Washington se dedicarán a hacer turismo, es no comprender la realidad.

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