Sin competitividad, la democracia se pervierte
Columna JFM

Sin competitividad, la democracia se pervierte

Ayer inició formalmente la reforma del Estado. Es, sin duda, un paso positivo, el inicio de un proceso que contribuirá, si es bien llevado, a mejorar sensiblemente la gobernabilidad del país. Ya lo analizaremos mucho más al detalle. El lunes, en la Asamblea Legislativa del DF se aprobó la despenalización del aborto, una decisión controvertida pero que implica, también, un cambio trascendente en la forma en la que se desarrollan las relaciones sociales, los derechos individuales en nuestro país. Se dio, además, una muestra más de la sensatez de la gente: las posiciones más polarizadas quedaron neutralizadas, y nadie pudo movilizar a grupos significativos para imponer o reventar la decisión. La gente sigue demostrando que está, en muchas ocasiones, por encima de los partidos y sus dirigentes.

Ayer inició formalmente la reforma del Estado. Es, sin duda, un paso positivo, el inicio de un proceso que contribuirá, si es bien llevado, a mejorar sensiblemente la gobernabilidad del país. Ya lo analizaremos mucho más al detalle. El lunes, en la Asamblea Legislativa del DF se aprobó la despenalización del aborto, una decisión controvertida pero que implica, también, un cambio trascendente en la forma en la que se desarrollan las relaciones sociales, los derechos individuales en nuestro país. Se dio, además, una muestra más de la sensatez de la gente: las posiciones más polarizadas quedaron neutralizadas, y nadie pudo movilizar a grupos significativos para imponer o reventar la decisión. La gente sigue demostrando que está, en muchas ocasiones, por encima de los partidos y sus dirigentes.

Todo eso es positivo, deben ser entendidos como avances, pero en lo más importante, en lo que le da sustento a cualquier esquema de desarrollo democrático, estamos retrocediendo de una forma que sobrepasa ya lo preocupante. En términos de competitividad, México retrocedió tres lugares en apenas dos años (entre el 2004 y el 2006) y hoy nos ubicamos en una lejana posición 33 entre las 45 naciones analizadas en el Indice de Competitividad 2006. Casi ninguna nación retrocedió tanto. Es más, sólo seis países vieron disminuir la inversión en ese bienio y México también es uno de ellos, junto con Venezuela, Israel, Bolivia, El Salvador y Polonia.

Es grave: tenemos una economía que gira entre el lugar 10 y 12 en el mundo y en términos de competitividad estamos debajo no sólo de países que se han convertido en un ejemplo a seguir como Irlanda o las naciones nórdicas, sino también muy por debajo de Chile (que se encuentra en el lugar 18), Brasil, Costa Rica y Colombia, en América latina y de naciones como Malasia o Israel. Y la razón es sencilla: en ningún ámbito México ha hecho las reformas necesarias para atraer la inversión y tener condiciones competitivas en el concierto internacional, en un mercado global que, cada día, exige más y tiene mayores posibilidades de mover capitales e industrias a los lugares con mayor competitividad. La relación directa entre la competitividad de una economía y las inversiones es inocultable: el país que se ubica en el primer lugar desde hace cuatro años en ese índice, Irlanda, es que el mayor inversión ha recibido: Irlanda ha recibido, en el índice por persona siete veces más inversión que México en el último bienio.

En realidad no se debe descubrir nada para saber cómo colocarse en esas condiciones, tampoco es una cuestión de economías altamente desarrolladas: las naciones que encabezan la lista son Irlanda (que vivió prácticamente una guerra civil hasta hace una década), Australia, Suiza, Dinamarca, Noruega a nivel mundial y Chile en el ámbito latinoamericano. Todos esos países tienen un sistema fiscal eficiente, un sistema de justicia que funciona, mercados libres y engarzados a la globalidad, gobiernos estables. Todos tienen esquemas fiscales similares: cobran altas tasas al consumo y sobre todo Irlanda ha reducido las tasas a la renta; permiten y fomentan la inversión en casi todos los ámbitos de su economía; Irlanda se convirtió en sólo una década en el país de mejor calidad de vida del mundo y el más competitivo cuando era considerado en los últimos eslabones de toda Europa; Noruega era el más pobre de Escandinavia y hoy está sobre Dinamarca y Suecia administrando su riqueza petrolera, con una empresa pública autárquica que acepta toda la gama de inversión privada necesaria. Chile es una nación con un sistema político y económico estable y con un esquema de seguridad y justicia rápido y eficiente. No hay secretos: todas esas naciones han tomado las mismas medidas y todas han tenido el mismo tipo de éxito. Sólo cuando se intenta descubrir en estos ámbitos el hilo negro o destacar la “singularidad” nacional se llega al fracaso.

El Instituto Mexicano de la Competitividad que preside Valentín Díaz Morodo, establece cinco frentes en los cuales se debe avanzar para colocar a México en los niveles que la economía exige: un gobierno eficiente (a lo cual podría ayudar la reforma del Estado); políticas que faciliten la incorporación de las micro, pequeñas y medianas empresas a esquemas viables de negocios; aumentar las exportaciones no petroleras; facilitar el comercio exterior. Incrementar el mercado interno y las inversiones. Pero para ello se requiere de nuevos marcos legales y políticas agresivas en lo fiscal, en lo energético, en la desregulación de la economía. Mientras México sea una de las naciones donde se castiga mucho más rentabilidad que el consumo; mientras seamos uno de los países del mundo donde más cuesta generar un empleo y más aún despedir a un trabajador, por la causa que sea; mientras el sistema de seguridad y justicia no otorgue certidumbre, tranquilidad y rapidez en los procesos; mientras tengamos sectores enormes de la economía ocupados por empresas monopólicas o hegemónicas a un grado tal que torna casi imposible la competencia; mientras nuestra legislación en el terreno energético sólo sea equiparable a la Corea del Norte, será imposible ingresar a esos primeros lugares en términos de competitividad y por lo tanto de inversión, lo único que generará los empleos y la disminución de la pobreza que son, junto con el combate a la inseguridad, los tres objetivos de esta administración.

Insistimos: no hay secretos, las recetas están probadas y comprobadas en la práctica y en los niveles de desarrollo y calidad de vida alcanzadas por las naciones que están en los primeros lugares de la competitividad mundial. Todos asumieron las mismas políticas y todas han tenido un resultado similar. Mientras tanto, en México seguimos paralizados, tratando de descubrir el hilo negro de nuestra “singularidad” como nación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *