Un sindicalismo sin principios
Columna JFM

Un sindicalismo sin principios

Este año no habrá ningún acto oficial con motivo del día del Trabajo. En realidad, desde hacía tiempo que esa ceremonia había perdido su sentido. Muchos recuerdan como el principio del fin de los actos que realizó en Los Pinos o en lugares cerrados el presidente Fox, pero, en realidad, fue en el muy lejano 1983, cuando personajes ligados a los que ahora conocemos como el EPR arrojaron una bomba molotov a uno de los balcones del Palacio Nacional, cuando quedó de manifiesto que aquel desfile oficial ya no tenía razón de ser. Al mismo tiempo, resultaba insostenible una celebración oficial con las marchas alternas que se realizaban en otros lugares.

Este año no habrá ningún acto oficial con motivo del día del Trabajo. En realidad, desde hacía tiempo que esa ceremonia había perdido su sentido. Muchos recuerdan como el principio del fin los actos que realizó en Los Pinos o en lugares cerrados el presidente Fox, pero, en realidad, fue en el muy lejano 1983, cuando un personajes ligados a lo que ahora conocemos como el EPR arrojaron una bomba molotov  a uno de los balcones del Palacio Nacional, cuando quedó de manifiesto que aquel desfile oficial ya no tenía razón de ser. Al mismo tiempo, resultaba insostenible una celebración oficial con las marchas alternas que se realizaban en otros lugares.

Con el paso de los años, además, las distintas corrientes sindicales fueron sufriendo mutaciones. Si la CTM fue “el sector obrero” del priismo, representado en la figura de Fidel Velásquez, con el inicio de una verdadera pluralidad y de la alternancia política (que se dio también por primera vez, en forma relativamente clara en 1983, cuando en aquellas elecciones locales sobre todo en Chihuahua y Durango, comenzó a aparecer con fuerza electoral el PAN y ya había nacido el PSUM, aglutinando a distintas fuerzas de izquierda) el mismo fue perdiendo sentido y, con él, el tipo de sindicalismo vigente, tanto entre el oficialismo como los grupos alternativos.

Lo cierto es que han pasado los años y este primero de mayo, por primera vez, no tendrá ningún acto oficial que conmemore el día del Trabajo. Y es bueno que así sea. El gobierno federal debe definir su relación con el movimiento sindical. Primero, porque el peso de éste en el mundo laboral ha disminuido en forma notable en los últimos años, dentro y fuera de México. Segundo, porque ese mundo sea ha tornado cada día más particularizado, con fuerzas más específicas, más difíciles de encuadrar. La CTM sigue siendo una parte del PRI, pero su peso como tal ha ido desapareciendo en forma gradual pero constante. Al mismo tiempo, el cetemismo sabe que podrá ser un sector del PRI, pero si no mantiene su relación con el gobierno en turno, su capacidad de negociación (y su poder) se pierden.

En la UNT coquetean constantemente con el perredismo y con un discurso alterno, que tampoco es real. La mayoría de sus dirigentes, comenzando por Francisco Hernández Juárez, iniciaron su carrera como exponentes de un nuevo sindicalismo que se ha convertido en una calca del anterior: la diferencia, en todo caso, es con quién establecen la relación privilegiada. Hernández Juárez comenzó oponiéndose a la reelección y ya lleva más de 30 años al frente del sindicato de telefonistas. Fue presentado como el paradigma del sindicalista renovador por Carlos Salinas y fue un personaje crucial en la transferencia de Telmex del sector público al privado. Desde entonces estableció una estrecha relación con Carlos Slim que ha sido decisiva para la viabilidad de esa empresa, sobre todo en sus primeros años. Lo cierto es que se trata, prácticamente, del mismo tipo de relación que tenían los antiguos sindicatos oficiales con el gobierno. No digo necesariamente que ello esté mal: cuida de sus intereses, el de sus afiliados y el de la empresa que les da trabajo. La diferencia se establece cuando se compara el discurso público con la actuación cotidiana, real.

Los antes llamados sindicatos alternativos, también han dejado de serlo. Algo no funciona cuando uno de los sindicatos más “combativos”, el Sindicato Mexicano de Electricistas, mantiene un discurso radical, posiciones políticas duras y, al mismo tiempo goza del mejor contrato colectivo del sector público en el país, en una empresa que está técnicamente quebrada desde hace años y brinda un pésimo servicio. Un sindicalismo renovador, alternativo, estaría dispuesto a mejorar las condiciones y el servicio de la empresa pública en la que trabajan. Pero en realidad pareciera que están decididos a ver hasta dónde se pueda estirar la liga antes de que la misma se rompa. Los sindicatos universitarios suelen funcionar de la misma manera: en ocasiones con fuertes enfrentamientos con las autoridades, en otras, como ocurre hoy en la UNAM, con una buena relación con ellas, pero en la mayoría de los casos sin colocar sus propios proyectos como parte del propio proyecto educativo del que deben formar parte. En el magisterio es peor: el liderazgo del SNTE que representa Elba Esther Gordillo puede tener innumerables defectos pero las secciones que se presentan con la oposición a Gordillo resultan impresentables, por su actitud profesional, política y sindical: ¿qué mejores ejemplos que los maestros de la sección 22, en Oaxaca, la 9 en el DF o la de los sectores duros de los maestros michoacanos?¿en esas manos podrá quedar la educación?.

Podemos ir, por ejemplo, a otras organizaciones: la CROC decidió apoyar a López Obrador el año pasado, pero se les pasó rápido la enfermedad y decidieron regresar al PRI. Están aliados al sindicato minero, por los menos a la fracción mayoritaria que encabeza Napoleón Gómez Urrutia. Este, disputó en febrero del año pasado la presidencia del Congreso del Trabajo y no la obtuvo por la oposición cetemista. Eso provocó, en parte, su caída, pero al mismo tiempo le generó un acercamiento con la CROC y con la UNT, que lo ha apoyado en forma ostensible. Ha recuperado el sindicato pero no ha dado ninguna de las explicaciones que se le piden, por ejemplo, sobre el fideicomiso resultante de la venta de las minas de Cananea. Para la UNT eso no es cuestionable.

Los sindicatos son necesarios y pueden ser útiles, el problema es que sus intereses específicos, los de sus líderes y sus juegos político partidarios los alejan cada día más de las necesidades de sus afiliados y de la sociedad. ¿Qué se puede festejar el día hoy?¿para qué necesitábamos una celebración oficial?. Por el contrario, la ausencia de ésta demostrará el arco iris de fracciones sindicales y sus inciertos devaneos.

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