La dimensión política de la guerra
Columna JFM

La dimensión política de la guerra

Es difícil entender cómo funciona la geometría política en nuestros días y en nuestro país. Nuestra izquierda suele ser tan atrasada que define principios y personajes que en cualquier lugar del mundo perneado por la modernidad serían calificados, unos y otros como profundamente de derecha. Pero la pregunta es porque qué carril de la izquierda intentara rebasar. En días pasados decíamos que la administración Calderón tendría que decidir más temprano que tarde en si sería un gobierno liberal y de centro como lo propuso el profio Felipe Calderón desde la campaña electora, o se transformaría en un gobierno conservador y de derecha como lo intentan perfilar algunos elementos del panismo.

Es difícil entender cómo funciona la geometría política en nuestros días y en nuestro país. Nuestra izquierda suele ser tan atrasada que defiende principios y personajes que en cualquier lugar del mundo permeado por la modernidad serían calificados, unos y otros como profundamente de derecha. Esta, en nuestro caso suele ser tan conservadora que, en debates como el que se dio recientemente respecto al tema del aborto, terminó enarbolando un discurso que estaba, en los hechos, a la derecha del propio Vaticano. Felipe Calderón entendió esa situación cuando afirmó que su gobierno rebasaría por la izquierda a muchos de sus opositores en la campaña electoral.

Pero la pregunta es porque qué carril de la izquierda intentará rebasar. En días pasados decíamos que la administración Calderón tendría que decidir más temprano que tarde en si sería un gobierno liberal y de centro como lo propuso el propio Felipe Calderón desde la campaña electoral, o se transformaría en un gobierno conservador y de derecha como lo intentan perfilar algunos elementos del panismo o lo intentan mostrar algunas de sus oposiciones.

Paradójicamente y al contrario de lo que se ha dicho en algunos espacios, la lucha contra el crimen organizado es, hasta ahora, la decisión más progresista de la actual administración: nadie puede predecir que se acabará con la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico en sus distintas vertientes. Pero si se puede y debe acabar con sus manifestaciones más serias de control territorial y, de la mano con ello, romper con las relaciones que ha establecido ya con el poder político. El narcotráfico, el crimen organizado se convierten en el mayor enemigo, por su poder de corrupción, de un sistema democrático, de un mercado libre, de una economía próspera. Sin seguridad no tendremos democracia, mercado ni prosperidad, y ese debe ser el objetivo central de un gobierno progresista.

Pero no es suficiente. Se debe avanzar mucho más en el terreno de la política real y de la política social para darle a esa lucha contra el crimen organizado y su efecto corruptor de la sociedad, un contenido diferente. Un ejemplo de cómo se puede y debe gobernar construyendo desde fuerzas calificadas de centro derecha una opción diferente, la acaba de dar el recién electo presidente de Francia, Nicolás Sarkozy con la integración de su gabinete y con el perfil político que buscó darle al mismo. En las áreas más delicadas de la política social, como el comisariato de Solidaridad (un equivalente a nuestra Sedesol, su cargo completo es alto comisario de las solidaridades activas contra la pobreza) ha colocado a un reconocido hombre de la izquierda social, líder de Emaus, Martín Hirsch,  quien propone, sobre todo, una política social que busque reincorporar a todos los que están desplazados de él al mercado laboral y reformar “los mínimos sociales”. El canciller, es un hombre del partido socialista y que participó activamente en la campaña de la opositora a Sarkozy, Segolene Royal. Se trata de Bernard Kouchner, un personaje reconocido desde el Mayo del 68, fundador de Médicos sin Fronteras y Médicos del Mundo, con participación en varios gabinetes socialistas y experiencia en tareas humanitarias en todo el mundo, incluso fue administrador de Kosovo, luego de la intervención de la OTAN para frenar la masacre en ese país. Son parte del gabinete de Sarkozy, además, Jaen Pierre Jouyet, designado secretario de asuntos europeos, quien incluso había sido jefe de gabiente del socialista Lionel Jospin. Eric Besson, otro hombre proveniente de la izquierdda fue nombrado secretario de evaluación de políticas públicas y era el responsable de la política económica del partido socialista, políticas que ahora aplicará con un presidente de centro derecha. Un hombre de centro, Hervé Morín, estará a cargo del ministerio de Defensa y mientras el gabinete tomaba posesión, su jefe, el primer ministro Francois Fillon, visita un refugio para madres solteras sin ingresos. Y la lista podría continuar. Dicen los dirigentes del partido socialista, que muchos de esos nombramientos se dan en áreas reservadas al control directo del nuevo presidente y que será éste quien defina las políticas. Pero pareciera que de eso se trata y se tendría que tratar en casos como el nuestro.

No se está planteando que el presidente Calderón resigne espacios de poder, sobre todo en un contexto, como incluso se ha reconocido en el ámbito de la reforma del Estado en curso, en el cual se han desmantelado muchos espacios de poder presidencial, sin consolidar otros y también sin transferirlos claramente a otras instancias. Buena parte de las controversias constitucionales en curso tienen ese origen. El punto parece estar en otro tema: en el funcionamiento del gabinete y del gobierno en un contexto marcado por una guerra (esa es la palabra que utiliza el propio gobierno federal y como tal debería ser entendida y actuar en consecuencia), por una espacio social de fuertes desigualdades e injusticias y de profunda, también, divergencias políticas. Si la guerra es la continuación de la política con otros medios, según el clásico de Von Clausewitz, o si constituye, como aceptan todos los analistas modernos, no sólo formas militares, sino también una intervención de la opinión pública, la entrada en vigor de normas jurídicas especiales, y la necesidad de una integración política de las estructuras estatales, dándole una dimensión política, social, cultural. Concluyen los clásicos diciendo que si bien en la guerra los medios son diversos, el designio que guía la acción es único.

Por eso si el gobierno federal acepta que está en medio de una guerra atípica, diferente, pero una guerra al fin, en contra del narcotráfico, debe actuar en consecuencia. Debe modificar “la integración política de las estructuras estatales” y el “designio que guía la acción debe ser único”. Y la política-política, la relación con los medios y la política social, no pueden ser ajeno a ello. Sarkozy, sin estar en ninguna guerra parece haberlo entendido bien.

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