Échenle güevos….
Columna JFM

Échenle güevos….

El fútbol, en un país como el nuestro, representa mucho más que un juego, que un deporte es, para bien o para mal, un símbolo, un exponente de nuestros triunfos y fracasos y también, de nuestra indiosincrasia. Hugo Sánchez es, quizás, el peor técnico que ha tenido el seleccionado nacional en muchos años, pero está allí porque es un acabado exponente de esa indiosincracia y de lo que se mueve detrás del fútbol en México.

El fútbol, en un país como el nuestro, representa mucho más que un juego, que un deporte: es, para bien o para mal, un símbolo, un exponente de nuestros triunfos y fracasos y también, de nuestra idiosincrasia. Es además, un enorme negocio. Hugo Sánchez es, quizás, el peor técnico que ha tenido el seleccionado nacional en muchos años, pero está allí porque es un acabado exponente de esa idiosincrasia y de lo que se mueve detrás del fútbol en México.

Toda la estrategia y la lógica futbolística de Sánchez se concentra en dos principios: a esto hay que “echarle güevos” porque el técnico y por ende así debe serlo su equipo es muy “macho”. Allí acaba el planteamiento táctico y estratégico. Así Sánchez ganó con los Pumas dos campeonatos pero los dejó peleando el descenso; así el técnico boicoteó descaradamente a su antecesor en el cargo porque argumentaba que era extranjero y no le ponía “las ganas” suficientes. Así insulta, grita, se mete a la cancha, intenta imponer por la fuerza, por los huevos, los argumentos que no puede aplicar su equipo, ante sus endebles planteamientos estratégicos. No es un ejemplo de caballerosidad sino de patanería: pero así son los “machos”. Porque Sánchez disfruta que se lo reconozca como el “macho” y tiene razón: tiene las peores características del machismo. A la falta de preparación la compensa con la “voluntad”, a la falta de sentido deportivo lo quiere compensar con la fuerza. Como todo buen “macho” oscila entre la masculinidad exacerbada y la debilidad por actitudes estereotipadas como femeninas: quiere ganar a como dé lugar pero siempre justifica sus derrotas por causas externas y jamás asume sus errores, su responsabilidad. Como muchos “machos” de nuestro país se vanagloria de su supuesta virilidad pero son incapaces de sostener un proyecto, o en su caso un hogar, de educar a sus hijos, de ser un ejemplo, de aceptar a las mujeres como iguales y en ocasiones como superiores.

En esa lógica es comprensible que a su xenofobia una un acendrado malinchismo. El mismo Sánchez que exigía la renuncia de La Volpe por ser extranjero es el que a poco de vivir en España tenía un acento más castizo que el rey Juan Carlos. El mismo que se indignaba porque eran convocados jugadores nacionalizados (aunque alguno de ellos, como Gabriel Caballero, hubiera sido todo un ejemplo, dentro y fuera de la cancha para el fútbol nacional) pero apuesta todas sus cartas a un jugador, Nery Castillo, sin duda talentoso, pero que ha pasado más tiempo en México en la reciente concentración de la selección que en toda su vida adulta previa, como si el acta de nacimiento fuera más importante que los sentimientos y el compromiso que se adquieren en la vida.

Sánchez, como hace un año López Obrador, prometía una existencia de prosperidad y  bienestar, pero sin decirnos cómo lo lograría, pidiéndonos sólo que nos encomendáramos al rayito de esperanza que él decía representar. Sánchez prometió nada menos que el campeonato del mundo, pero no puede ganar la Copa de Oro. Si López Obrador para conseguir ese nuevo México se limitaba a proponer lo mismo que había hecho el PRI hasta los años 80 y se rodeaba de priistas de bueno, dudoso y vergonzoso pasado, Sánchez termina recurriendo a Cuauhtémoc Blanco y otros jugadores que son el pasado, que están descartados, aunque fuera sólo por su edad, para el próximo mundial; no apuesta por los jóvenes y su esquema estratégico es tan confuso que algunos como Carlos Salcido, prefieren tomase vacaciones que ir a la Copa América. Pero ¿cómo apostar al futuro, cómo establecer un programa de trabajo, como recurrir a Giovanni de los Santos o a Carlos Vela, cómo establecer un proyecto estratégico, paso a paso, buscando un objetivo de mediano y largo plazo si todo se reduce a “echarle güevos” al asunto; si, además, todo se limita a ser condescendiente con los intereses que lo llevaron a ocupar el lugar que ahora ocupa?.

Nadie niega que Sánchez fue un gran jugador, aunque no tuviera la técnica individual de un Rafa Márquez o aunque destacara como parte de esa maravillosa maquinaria que fue el Real Madrid de la quinta de Butragüeño. Pero también es verdad que Hugo, le hizo mucho daño al fútbol nacional: es un hombre que como jugador, recurrió a la trampa (un faceta más de los güevos y el machismo inherente) al trampear con su fecha de nacimiento para poder jugar, con dos años más de lo reglamentario, un mundial juvenil, y, ello dejó a México fuera de un mundial. Es un profesional que hace la apología del machismo pero que cuando tuvo que hacer gala de su entereza, ya sea en Honduras o en el mundial de Estados Unidos, simplemente falló: erró o no quiso jugar. Pero no acepta responsabilidades y siempre encuentra excusas, coartadas, agentes endógenos, complots que justifiquen su fracaso.

El echarle güevos y el machismo, un rasgo inherente a esa actitud, han sido dos de los grandes responsables de muchos de nuestros fracasos deportivos pero también, y ello es mucho más importante, de nuestros fracasos como nación. No importa si hace 30 años, España, Corea del Sur o Irlanda, tenían un nivel de desarrollo inferior a México: ellos, a diferencia nuestra, planificaron, abandonaron los dogmas y transformaron su sociedad (y vaya que españoles, coreanos e irlandeses hubieran podido presumir de machismo y voluntad, léase güevos) y hoy tienen un nivel de vida muy superior al nuestro.

No necesitamos líderes paradigmáticos, ni visiones marcadas por un nacionalismo que se cree inédito y que es sólo anacrónico, ni tampoco machos que cumplan con ese destino autodesignado. Necesitamos de planificación y visión, necesitamos más de esa visión femenina que piensa en el futuro y trabaja cotidianamente para lograrlo. Casi un tercio de nuestros hogares son sostenidos, mantenidos, por mujeres, con hombres ausentes. Esos son los machos que, mientras tanto, le echan güevos para justificar sus fracasos y traumas.

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