Zapatero, la antítesis de López Obrador
Columna JFM

Zapatero, la antítesis de López Obrador

El despeñadero en el que ha caído el lopezobradorismo lo ha mostrado, más que nadie, Gustavo Iruegas. ¿Qué pasó con Gustavo Iruegas?. Este diplomático de carrera, subsecretario para América Latina durante la gestión de Jorge Castañeda en la cancillería, es un hombre serio, con experiencia, que tuvo algunas responsabilidades notables, sobre todo en Centroamérica y en la relación con Cuba sorprendió su presencia en esa aventura llamada ?gobierno legítimo?, pero ahora lo hacen más sus declaraciones.

El despeñadero en el que ha caído el lopezobradorismo lo ha mostrado, más que nadie, Gustavo Iruegas. ¿Qué pasó con Gustavo Iruegas?. Este diplomático de carrera, subsecretario para América latina durante la gestión de Jorge Castañeda en la cancillería, es un hombre serio, con experiencia, que tuvo algunas responsabilidades notables, sobre todo en Centroamérica y en la relación con Cuba. Pero luego de su salida de la cancillería, Iruegas se h perdido en esa aventura llamada “gobierno legítimo” donde primero sorprendió su sola presencia, pero ahora lo hacen más sus declaraciones.

Que un hombre como Iruegas, termine coincidiendo con Gerardo Fernández Noroña debería ser preocupante. Si para el vocero perredista, Rodríguez Zapatero es, ni más ni menos, que un “traidor” (¿alguien le habrá explicado a Fernández Noroña que la concepción de la política y de la izquierda que siempre ha tenido el PSOE está a años luz de la que manejan los sectores duros del PRD de los que forma parte el vocero del partido?) por haber reconocido el triunfo de Felipe Calderón, para Iruegas, designado “canciller” de la república imaginaria de López Obrador, el presidente del gobierno español “no es bienvenido en México”, es una “persona non grata” y “no cuenta con la confianza del pueblo mexicano”. ¿Cómo concebir semejante tontería en un diplomático de carrera tan capacitado como Iruegas?

Para el PRD las declaraciones de López Obrador, de Fernández Noroña, de Iruegas, son catastróficas: implican romper con la corriente más importante en la centro izquierda iberoamericana. Romper de esa manera con Zapatero y con el PSOE, implica, también, distanciarse de Lula, de Bachelet, de Kirchner, incluso de Evo Morales, Correa, Chávez, Castro y Ortega, que mantienen buenas relaciones con el gobierno español y su partido. Y todos, con la excepción formal de Chávez, han reconocido plenamente al gobierno de Calderón, y todos, ellos o sus representantes, han tenido encuentros con el gobierno calderonista: Cristina Kirchner acaba de estar en México; también Daniel Ortega; en las próximas semana estará Lula; la relación con Cuba transita hacia una normalización. Y López Obrador decide quedarse cada vez más solo.

Pero las razones profundas son otras: Rodríguez Zapatero es golpeado por estos grupos no por haber reconocido el triunfo de Calderón, sino porque se atrevió a criticar públicamente a López Obrador y su desconocimiento de los resultados electorales. Porque rechazó, públicamente, la llamada resistencia civil y los plantones, porque dijo que ese no era el camino para la izquierda progresista. Y ese es el debate interno del perredismo en estos días. Zapatero representa todo lo que López Obrador quiere erradicar del PRD: el progresismo, la apuesta por la democracia, el rechazo a la violencia y al terrorismo. El mandatario español intentó negociar con la ETA y comprobó que no era posible, los denunció como grupos terroristas, pero en el lopezobradorismo y en los grupos cercanos a éste, se siguen refiriendo a la ETA y a sus satélites, incluso mediáticos, como grupos de izquierda o movimientos de liberación. López Obrador no sólo no ha condenado los ataques terroristas del EPR sino que su círculo más cercano los han justificado en la prensa y el ex candidato ha tratado de mostrarlos como cortinas de humo, cuando los propios integrantes de esa agrupación y sus distintos desprendimientos los han aceptado como propios.

Mientras el lopezobradorismo no rechaza la violencia ni a los grupos que la impulsan, y mientras considera que la lucha contra el narcotráfico es simplemente otra cortina de humo, Rodríguez Zapatero sabe que su país es el principal consumidor de drogas de Europa, que está inundado de cocaína y que la misma proviene de Colombia y México, que quienes la envían son los grupos ligados a las FARC (relacionados por múltiples vías con la ETA) y en nuestro caso por organizaciones como el cártel del Golfo, por los Zetas, que casualmente tienen los mismos proveedores de armas que los grupos armados identificados con el EPR y todos tienen relación con las FARC. Para Rodríguez Zapatero combatir esos fenómenos: el terrorismo, en sus dos vertientes, la islámica y la etarra, y el narcotráfico, es su principal desafío de política interna. No está ni puede estar de acuerdo con el lopezobradorismo que los intenta justificar o minimizar. Esa es la razón de la virulencia del ex candidato.

Pero el problema es que el movimiento que encabeza López Obrador, no puede enfrentarse a la realidad. Buena parte de la izquierda mexicana, incluyendo la mayoría de las fracciones del PRD, buscan el reconocimiento y el acercamiento con Rodríguez Zapatero y el PSOE porque saben que éste es imprescindible para su legitimidad internacional. Los gobernadores perredistas quieren acercarse a España y a su gobierno. Marcelo Ebrard, el más cercano de los mandatarios perredistas a López Obrador, recibió al líder español con toda la pompa. En la UNAM, el rector Juan Ramón de la Fuente, que puede ser una opción para las corrientes de centroizquierda en el futuro, recibió y condecoró al mandatario español. El cardenismo será reconocido públicamente por Zapatero en la figura de doña Amalia Solórzano de Cárdenas. 

La disyuntiva es simple: apostar a la ruptura con la izquierda progresista, con partidos como el PSOE es arrinconar a las fuerzas de centroizquierda en México, junto con los grupos más radicales de la política nacional e internacional. Es una demostración, también, de que López Obrador no representa una opción de izquierda sino simplemente autoritaria, nacionalista, marginal en los ámbitos más trascendentes de la política global. Ello es parte de lo que está decidiendo el perredismo en estos días: ser parte de la vida y el juego político real o seguir moviéndose en los márgenes y aislamiento.

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