PAN: los costos de la sucesión adelantada
Columna JFM

PAN: los costos de la sucesión adelantada

La situación en el PAN está lejos de haber sido resuelta. Es verdad que en la reunión de meses pasados en León, el calderonismo, por llamarlo de alguna manera, se impuso ante las otras corrientes que se califican como espinistas, o foxistas. En aquella ocasión, el triunfo fue refrendado incluso con dureza y desde entonces se especula quién de los más cercanos colaboradores del presidente Calderón será el sucesor de Manuel Espino en marzo próximo.
Y se manejan dos nombres: Germán Martínez, actual secretario de la Función Pública, y César Nava, actual secretario particular del propio presidente. El primero, podría ser calificado como una suerte de compañero de ruta, de muchos años atrás de Calderón, el segundo como un discípulo aventajado.

La situación en el PAN está lejos de haber sido resuelta. Es verdad que en la reunión de meses pasados en León, el calderonismo, por llamarlo de alguna manera, se impuso ante las otras corrientes que se califican como espinistas, o foxistas. En aquella ocasión, el triunfo fue refrendado incluso con dureza y desde entonces se especula quién de los más cercanos colaboradores del presidente Calderón será el sucesor de Manuel Espino en marzo próximo. Y se manejan dos nombres: Germán Martínez, actual secretario de la Función Pública, y César Nava, actual secretario particular del propio presidente. El primero, podría ser calificado como una suerte de compañero de ruta, de muchos años atrás de Calderón, el segundo como un discípulo aventajado.

Pero el tema no es ese. El lunes, en un nuevo episodio en el entorno panista, se anuló la elección de Juan Carlos Martínez Terrazas, como nuevo dirigente juvenil del partido, efectuada en julio pasado en una convención del sector en Tlaxcala. La controversia a la que le dio curso el CEN panista está llena de anécdotas y opiniones enfrentadas, pero sería ocioso analizarlas con detalle. En realidad, lo que vuelve a enfrentar a los panistas, es la distancia que busca mantener Espino con el gobierno federal acompañada por la tendencia a alinear al partido con su corriente hegemónica en la presidencia. La anulación fue un aviso del CEN a Los Pinos. Así debe leerse.

Espino fue derrotado en la reunión de León, pero conserva amplios poderes en el partido, como establecen los estatutos del blanquiazul: controla buena parte de los órganos de dirección estatales y municipales y puede influir, para bien o para mal, en campañas y estrategias, sobre todo locales. Pero el tema va más allá: Espino no se ha descartado aún para buscar la reelección al frente del partido en la elección interna de marzo próximo e insiste en que si los candidatos a los que se debe enfrentar son César Nava o Germán Martínez, buscará repetir en la presidencia. Podrá ganar o perder, pero sin duda, polarizará la elección.

Su estrategia (y lo que sucedió el lunes es una demostración de ello) es que el partido no puede ser una prolongación del gobierno y que debe mantener independencia. El tema puede ser debatido desde distintos ángulos (Espino utilizará en ese sentido hasta discursos de Felipe Calderón cuando era presidente del partido con ese objetivo), pero puede ser atractivo para distintos sectores del panismo. El punto es especialmente complejo porque no cabe duda que Calderón requiere un partido en el que pueda apoyarse y sea verdad o no, lo cierto es que la percepción, en estos nueve meses, es que no se ha podido apoyar en él o que la desconfianza mutua que existe entre el presidente y Espino ha impedido ese acercamiento. Pero la operación política para consolidar ese paso debe ser delicada también: pocas cosas podrían ser más costosas para el propio PAN y para la administración Calderón que concluir el proceso de elección de dirigente en marzo, con un partido fracturado.

Al pensar en esa fractura quizás la imagen que tendría que venir a la mente debería ser diferente a la del supuesto nuevo partido que impulsan sectores de la derecha panista y la unión nacional sinarquista. Ese partido puede o no surgir pero de crearse no sería una ruptura significativa. Lo importante para el presidente Calderón es consolidar la estructura panista y, si está en esa lógica, establecer la hegemonía de su corriente sin forzar a las otras corrientes del partido, operando por supuesto en su cúpula pero también en las bases, donde existen los mayores vicios en un partido que está anquilosado en muchos estados.

Por eso, sobre todo si Manuel Espino insiste en mantener su candidatura para marzo, el presidente y su equipo deben tomar una decisión relativamente rápida. Si se mantiene la línea original, se debe decidir prácticamente desde ya cuál será el candidato del calderonismo para la presidencia partidaria. Si es Martínez o Nava, cualquiera de los dos debería abocarse desde ahora a tareas partidarias y a construir una base que no pasara por Los Pinos. En ese aspecto tiene razón Espino y depender del apoyo presidencial exclusivamente podría servir para la elección pero podría afectar la legitimidad del próximo dirigente. Desde septiembre u octubre habrá más de seis meses hasta marzo que cualquiera de los candidatos podrán utilizar para mostrar un perfil propio ante el panismo, hacer campaña y establecer su propio discurso y personalidad (y realizar todos los amarres internos que sean necesarios, dependiendo en la menor medida posible de la presidencia de la república). Si no es así, si no se consolida una presencia partidaria con amplio margen de autonomía, la otra opción podría ser buscar una personalidad intermedia, aceptable para todas las corrientes, algo que verían bien los sectores no calderonistas pero que me temo que no coincide con la visión del presidente sobre su propio partido. Existe otra posibilidad: demorar mucho las cosas a la hora de tomar una decisión y que crezcan los espinistas. No debería ser una posibilidad desechada sin más: mientras se mantengan en el aire los nombres de Nava y Martínez, por más que cada uno de ellos se haya comprometido a apoyar al otro cuando se tome la decisión, lo cierto es que, como en todo proceso de sucesión (y los priistas podrían dar lecciones sobre el tema), los grupos se van configurando, sumando, se toman posiciones, las relaciones personales se desgastan entre los precandidatos y, sobre todo, entre sus simpatizantes.

La solución ideal para ello hubiera sido no adelantar los tiempos de la sucesión. Pero lo hecho, hecho está y entonces se deben tomar decisiones. Porque si el calderonismo se divide en este proceso, Espino tendrá más oportunidades de lo que algunos creen. Y el actual presidente del PAN no abandonará la pelea.

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