Se debilita la Casa Blanca, se fortalece la diplomacia
Columna JFM

Se debilita la Casa Blanca, se fortalece la diplomacia

En la misma medida en que los gobiernos estadounidenses son más débiles, más poderosas terminan siendo sus agencias, su congreso, sus gobernadores, sus centros de poder: se vuelven más autónomos, imponen su propia agenda con menor control de la Casa Blanca y ello se recrudece, con una elección todavía relativamente lejana pero cuya precampaña ha ocupado los espacios que dejó un gobierno estadounidense que se está vaciando por dentro.

En la misma medida en que los gobiernos estadounidenses son más débiles, más poderosas terminan siendo sus agencias, su congreso, sus gobernadores, sus centros de poder: se vuelven más autónomos, imponen su propia agenda con menor control de la Casa Blanca y ello se recrudece, con una elección todavía relativamente lejana pero cuya precampaña ha ocupado los espacios que dejó un gobierno estadounidense que se está vaciando por dentro.

Ayer fue la renuncia del procurador Al González; antes la de Karl Rove; la de Donald Rumsfeld; la de Paul Wolfowitz en el Banco Mundial. Al inicio del segundo periodo de la administración Bush ya se había ido Colin Powell. En el camino han quedado secretarios del Tesoro, del Homeland Security; directores de la CIA y de otras agencias. El deterioro del gobierno de Bush es tan profundo como debería ser preocupante para quienes somos sus más cercanos vecinos. Es verdad que un gobierno como el de Estados Unidos se asienta sobre una formidable máquina burocrática y que, aún en la mayor de las crisis, sigue funcionando con una relativamente alto nivel de eficiencia. Pero es el vacío en la Casa Blanca y la debilidad estructural de la administración Bush lo que debe preocuparnos y lo que abre una oportunidad.

El presidente Bush está fracasando en el manejo de la economía (la crisis hipotecaria tiene límites pero el déficit presupuestal es tan alto que tarde o temprano le pasará factura a la economía estadounidense y mundial); acaba de reconocer que el gobierno impuesto en Irak es un fracaso (lo que ya se había dicho desde años atrás por los propios administradores estadounidenses en Irak, ver por ejemplo los testimonios existentes en el libro de Bob Woodward, Negar la Evidencia) y más grave aún, lo hicieron luego de que fuera Hillary Clinton la que machacara en la precampaña con ese tema; sus principales funcionarios deben renunciar no sólo porque no han cumplido sus metas sino porque, como Rove y González, enfrentan graves acusaciones en el terreno legal. Bush no sólo no pudo pasar su reforma migratoria, con todas las limitaciones que esta pudiera tener, sino que prácticamente tendrá que tratar de administrar el país hasta la primera semana de noviembre del año próximo en el contexto de una campaña donde hasta los candidatos republicanos han tomado distancia con un mandatario que tiene los índices de popularidad más bajos de décadas.

En ese contexto, la opción de las agencias y áreas de seguridad, sobre todo, pero también de las comerciales y políticas, de los gobernadores y el congreso, es endurecerse: es lo que hace cualquier burocracia cuando percibe que el edificio que está encima de ella amenaza con desmoronarse. Por eso se han dado casos como el de Elvira Arellano y por eso se sigue endureciendo la frontera, mientras que los acuerdos bilaterales o regionales en todos los ámbitos se vuelven cada vez más difíciles de transformar en hechos. Para el presidente Calderón, el siguiente año y medio será muy complejo en la relación con Estados Unidos: habrá que estar muy atentos a cada uno de los capítulos de la agenda pero asumir que, menos que nunca, esa agenda se define necesariamente en la Casa Blanca.

Por eso mismo, el sistema de consulados y la coordinación con la embajada en Washington debe profundizarse. Es un momento idóneo para hacerlo, para establecer otro tipo de relaciones y de ampliar la esfera de las mismas, para establecer mecanismos más sólidos en las distintas regiones, con los diferentes sectores de poder, incluyendo nuestros migrantes, para articular una político de medios más estable que en el pasado. Al mismo tiempo habrá mayores dificultades porque, como decíamos, habrá menores controles internos y las agendas propias se dispararán y deberán tener respuestas puntuales pero que tampoco pueden generalizarse porque no provendrán de decisiones centralizadas. A todo ello hay que sumarle una campaña electoral que será tan encarnizada como atípica. Cuando Arturo Sarukhán llegó a Washington era consciente de esta circunstancia y en buena medida sobre eso ha girado su labor.

En los hechos, quizás ha sido la política exterior uno de los ámbitos más éxitos de estos nueve meses de gobierno. La canciller Patricia Espinosa ha cumplido con su responsabilidad y ha utilizado este periodo para recuperar las relaciones con América latina y Europa, deterioradas en el pasado. Es una política que ha dejado buenos réditos en la diplomacia pero también en la agenda interna. La semana pasada se confirmó que México buscará un lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y ello, a diferencia de quienes siguen propugnando por mantener una suerte de aislacionismo que confunden con neutralidad, es una buena noticia porque se podrá participar en un momento clave de definiciones internacionales desde un espacio privilegiado y hacerlo cuando se tiene mucha mayor claridad sobre la estrategia a seguir que en ocasiones anteriores.

Precisamente por eso toda la estructura de relaciones con Estados Unidos debería fortalecerse y convertir la embajada en Washington, como ya ocurrió en el pasado, sobre todo en el periodo de la negociación del TLC, en un centro de operación política que abarque mucho más que lo tradicional. Estamos viviendo un buen momento en la política internacional del país: quizás deberíamos aprovechar el impasse, la crisis en la Casa Blanca para fortalecer posiciones de cara al futuro, para operar cotidianamente recordando que si bien se debe esperar para establecer una nueva relación con un futuro gobierno estadounidense, éste asumirá, prácticamente, a la mitad del gobierno de Calderón. No se puede ni debe desperdiciar este periodo. Tanto en la cancillería como en Washington el gobierno federal está bien representado y en inmejorables condiciones como para sembrar estrategias que pueden ser muy útiles en nuestra vida política cotidiana.

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