Veracruz: PRI ganador, PAN anquilosado, PRD se esfuma
Columna JFM

Veracruz: PRI ganador, PAN anquilosado, PRD se esfuma

Las elecciones del domingo en Veracruz han sido una demostración del profundo rezago que tenemos en los procesos electorales en los estados y un ejemplo más de la necesidad que tendríamos de que efectivamente se homologaran las legislaciones locales con las federales e incluso que el IFE pudiera intervenir directamente en la organización de los comicios en los estados. Un IFE que, por cierto, parece que no será defendido por las autoridades ni por el PAN con los costos que ello implicará para el futuro.

Las elecciones del domingo en Veracruz han sido una demostración del profundo rezago que tenemos en los procesos electorales en los estados y un ejemplo más de la necesidad que tendríamos de que efectivamente se homologaran las legislaciones locales con las federales e incluso que el IFE pudiera intervenir directamente en la organización de los comicios en los estados. Un IFE que, por cierto, parece que no será defendido por las autoridades ni por el PAN con los costos que ello implicará para el futuro.

No deja de ser paradójico que los mismos partidos que ven con cierta naturalidad que en unos comicios locales pueda haber de todo, desde irregularidades manifiestas hasta asesinatos y no cuestionan la legitimidad de los órganos electorales locales, impulsen el descabezamiento del Instituto federal por haber organizado unos comicios quizás perfectibles pero sin duda incuestionables en el ámbito nacional el año pasado. Pero sabemos que la coherencia no es el patrimonio de nuestros partidos.

En todo caso, y con todas sus irregularidades, la elección veracruzana, deja varios capítulos importantes para el futuro.

Primero, que continúa, en este tipo de comicios, la recuperación del priismo, que sólo se ha visto interrumpida por la derrota de Jorge Hank Rhon en Baja California (lo que demuestra también que cuanto es más los que está en juego, cuanto más interviene en unos comicios el nombre del candidato, sólo en ese caso la fama pública de éste termina siendo proporcionalmente más importante que el aparato partidario) y se confirmó ahora con una fuerte desempeño en Veracruz. Se argumentará que la elección fue atípica, y es verdad, pero los resultados allí están y dejan poco margen para la duda. En este sentido ocurrió lo mismo que hace unas semanas en Oaxaca y muy probablemente también volverá a suceder los mismo en las próximas semanas en Puebla: la percepción en el centro del país no es la misma en los estados y la fuerza de los aparatos partidarios en estos comicios es determinante.

De la misma manera que el priismo demostró que sí funciona como aparato en Veracruz y el gobernador Fidel Herrera sí sabe operar en ese ámbito (aunque los ejercicios tipo culto a la personalidad maoísta puestos en marcha por el gobernador no dejan de ser una rémora del pasado), lo cierto es que la estructura del panismo está fallando y lo está haciendo seriamente. Ya en otras oportunidades hemos dicho que el problema de la actual dirigencia del PAN no son las declaraciones de Manuel Espino o sus encontronazos con el presidente: el problema es que el partido no funciona como tal, está dividido, tiene carencias organizacionales increíbles para una fuerza política que lleva siete años en el poder y que ha ganado dos elecciones presidenciales. El panismo no está a la altura, como partido, de sus responsabilidades y de sus espacios de poder. Una vez más, en las elecciones de Veracruz, el panismo demostró que crece cuando recurre a otras fórmulas que se aparten de sus cotos de poder tradicionales. Su única victoria significativa fue en Boca del Río, donde Miguel Angel Yunes Márquez, logró un triunfo que debe ser más valorado aún porque se enfrentó a una alianza del PRI con prácticamente todo el espectro político, salvo el PRD. El hijo del director del ISSSTE pudo presentar batalla y ganar por amplio margen en unos comicios donde el panismo no supo o no pudo defender el puerto de Veracruz y la capital del estado Xalapa. Y en buena medida ello es porque los procesos de selección de candidatos y la organización electoral panista es de bajísima calidad y continúa estando cerrado a la ciudadanía. Cuando opta por candidatos que dicen algo fuera del panismo, como ocurrió con Yunes Márquez, gana, cuando se encierra en su estructura la derrota es casi segura.

En el perredismo, Veracruz fue otra debacle, más dolorosa aún porque López Obrador le dedicó largas semanas a hacer campaña de su “presidencia legítima” en el estado y porque allí Convergencia, su aliado, que encabeza el ex gobernador Dante Delgado, también tiene presencia. Lo cierto es que ni el PRD ni Convergencia tuvieron nada que hacer en el estado y el PT destacó sólo porque un grupo de sus militantes baleó y mató a unos jóvenes panistas en la madrugada del domingo. El PRD está en una ruta de derrumbe político-electoral inocultable que sólo sus propios dirigentes parecen ignorar. Mientras festinan absurdos tales como la declaración de Ruth Zavaleta calificando al presidente Calderón de ilegítimo o abandonando la sesión del Congreso; mientras su vocero nacional actúa como provocador de feria y su presidente de partido está ocupado en aclarar lo que quiso decir López Obrador, sus números electorales y el de sus aliados están por debajo ya no del 2006 sino incluso del 2003.

En buena medida los triunfos priistas terminan explicándose no sólo por la presencia de un sólido aparato electoral con un voto duro que es más evidente en los comicios locales sino también por esa paulatina desaparición del perredismo, que le termina regalando un espacio en el centro izquierda al priismo, una estrategia que, sobre todo Beatriz Paredes, quiere explotar al máximo y lo ha hecho, hasta ahora, con acierto.

Es verdad que las elecciones en Veracruz fueron enturbiadas por el desempeño de los partidos (casi todos) y del gobierno local, y en ocasiones también el federal. Que resultaron unos comicios al viejo estilo y que nadie puede quedar plenamente satisfecho con ellos. Pero sería un error de los distintos partidos no entender, no tratar de leer las lecciones que se desprenden de estos números electorales. El PRI sigue allí y gana elecciones. El PAN requiere una renovación a fondo de su estructura partidaria que ya no da más de sí. El PRD, atado al lopezobradorismo, va hacia una catástrofe en el 2009. Y ello se confirmará en las elecciones que faltan en este 2007.

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