Este sábado será clave para el futuro de la sucesión en la dirigencia panista. El lunes Germán Martínez dejó su cargo en la secretaría de la Función Pública para convertirse en precandidato a la dirigencia blanquiazul. Como el propio Germán ha dicho su precandidatura fue una decisión que se tomó, en un grupo político, el grupo, nos había dicho semanas atrás en el programa México Confidencial, “que ganó las elecciones”, o sea en el corazón del calderonismo.
Este sábado será clave para el futuro de la sucesión en la dirigencia panista. El lunes Germán Martínez dejó su cargo en la secretaría de la Función Pública para convertirse en precandidato a la dirigencia blanquiazul con la mira puesta en llegar en esa condición a ese consejo. Como el propio Germán ha dicho su precandidatura fue una decisión que se tomaría y se tomó, en un grupo político, el grupo, nos había dicho semanas atrás en el programa México Confidencial, “que ganó las elecciones”, o sea en el corazón del calderonismo. La otra opción que se había manejado era el secretario particular del presidente Calderón, César Nava, otro hombre de absoluta confianza del propio mandatario. La diferencia estuvo en las consultas que se hicieron entre los propios consejeros panistas que definirán la elección, y también en los perfiles de cara al futuro: Germán, siendo un político joven, tiene mayor experiencia política y parlamentaria que César y eso será muy importante en el futuro.
Para la administración Calderón el apoyo del panismo es decisivo. Por las razones que sean, justificadas o no, ese apoyo no se ha percibido de la gestión de Manuel Espino y de su comité ejecutivo. Un gobierno, lo hemos dicho muchas veces, se sustenta en tres patas: la conducción política (incluyendo la seguridad), que tendría que estar en la secretaría de Gobernación, la política social y su propio partido. En las tres tiene problemas el gobierno de Felipe Calderón y en el caso de su partido eso se ha puesto de manifiesto con la lejanía con que la dirigencia partidaria, más preocupada por promocionar, es un decir, a Vicente Fox, ha visto las negociaciones con los demás partidos en este ciclo de reformas. Puede ser verdad, como dice Espino, que ello ha sido así porque no existe confianza del equipo gubernamental en la dirigencia panista, pero esa desconfianza se ha generado a través de tres años de continuos desencuentros.
Lo que no es verdad es que los principios panistas indiquen que el partido debe tener distancia con su gobierno. Por supuesto que el partido en el poder no puede ser una simple sucursal del gobernante en turno, pero es absurdo que el presidente no pueda apoyarse para sacar adelante su programa en su propio partido. El punto es más importante porque según los estatutos del PAN, el dirigente del partido tiene atribuciones muy amplias, como la selección de los coordinadores parlamentarios, que responden al dirigente del partido y no al presidente. Y al controlar el partido, la corriente que encabeza Espino ha logrado colocar muchas de las dirigencias estatales y candidatos locales.
Ello ocurre, también, en un momento muy especial, cuando existe una estrategia evidente del PRI y el PRD (acompañados por sectores panistas) de reducir al máximo los espacios del poder ejecutivo, para ampliar discrecionalmente los del congreso y los gobernadores. Simplemente, los controles que se buscan imponer (o ya se han impuesto) al ejecutivo y en parte al poder judicial, no han sido ni siquiera considerados para el legislativo o para los gobernadores. En el contexto de una reforma electoral con capítulos positivos pero que en su esencia lo que hace es fortalecer el control de las dirigencias de los tres principales partidos sobre todo el sistema político, se comprende la intención de Espino de pelear la presidencia del PAN, aún cuando le cueste enfrentarse al gobierno federal. También en México Confidencial, Espino nos dijo hace unas semanas, que si desde el gobierno de Felipe Calderón se impulsaba alguna candidatura, él se opondría y consideraría buscar la reelección al frente del partido. La suerte de precampaña que lanzó uno de sus hombres de mayor confianza, Gerardo Priego, apenas un día antes de la renuncia de Martínez, fue un adelanto de ese intento, cuya viabilidad dependerá de lo que suceda este sábado en la reunión del consejo nacional panista donde la actual dirigencia intentará cambiar los estatutos y reivindicar la imagen de Espino.
Para Germán Martínez la tarea es compleja: debe buscar la presidencia sabiendo que la suya es una candidatura que cuenta con el beneplácito del calderonismo, y ello implica cambiar la correlación de fuerzas que se ha mantenido en el PAN desde que Luis Felipe Bravo Mena reemplazó en la presidencia del partido precisamente a Felipe Calderón, una correlación que se agudizó con la llegada de Espino, en una elección interna que estuvo marcada por el abierto apoyo de Los Pinos a ese aspirante. En los hechos la llegada de Germán a la presidencia panista tendría que implicar un movimiento del partido hacia el centro, hacia posiciones más liberales y doctrinarias. Pero Germán Martínez debe tratar de mantener el partido unido: el aviso que le enviaron los sectores más conservadores del PAN al presidente Calderón se concentra en ese engendro de partido neosinarquista que impulsan algunos dirigentes medios de la derecha extrema. La advertencia es clara: si el calderonismo gana el partido, podemos romper: no es diferente a lo que hizo a principios de los 90 el llamado Foro Democrático cuando don Luis H. Alvarez presidía el PAN. Lo difícil de la tarea, sin embargo no será sólo ganar la presidencia del PAN, sino desmontar una estructura en cargos de dirección, sobre todo estatales, que ha perdurado los últimos nueve años y que se ha reflejado en puestos de elección popular. El fracaso partidario de esa estrategia se confirma hoy cuando, pese a ver ganado dos elecciones presidenciales y de haber tenido una treintena de gobernadores, el panismo casi no tiene cuadros de primer nivel que hayan surgido de ese ámbito como para hacerse cargo de responsabilidades federales. Viene, por lo tanto, un proceso largo de renovación que para el éxito de la administración Calderón es ineludible. El primer paso tendrá que darse este sábado.