En la comida del presidente Calderón, el miércoles pasado, con los concesionarios de radio y televisión se esperaba una fuerte controversia. Existía la idea de que después de los evidentes distanciamientos que se habían dado entre los medios electrónicos y los legisladores por la reforma electoral, que obviamente fue avalada o por los menos contó con el visto bueno del ejecutivo, en ese encuentro, el primero público del presidente con los empresarios del sector, podrían surgir definiciones importantes.
En la comida del presidente Calderón, el miércoles pasado, con los concesionarios de radio y televisión se esperaba una fuerte controversia. Existía la idea de que después de los evidentes distanciamientos que se habían dado entre los medios electrónicos y los legisladores por la reforma electoral, que obviamente fue avalada o por lo menos contó con el visto bueno del ejecutivo, en ese encuentro, el primero público del presidente con los empresarios del sector, podrían surgir definiciones importantes.
Ocurrió y no de esa manera. No hubo ninguna confrontación pública pero tampoco acuerdos notables. Muchos concesionarios, sobre todo propietarios de frecuencias de amplitud modelada, una tecnología evidentemente ya sobrepasada que esperaban que se les otorgaran en automático concesiones de frecuencia modulada, fueron quienes, sobre todo, quedaron descontentos. Y es que el presidente Calderón en su discurso (creo que concientemente austero, preciso, casi sin giros retóricos) estableció compromisos pero sobre todo reglas del juego. Y no asumió los acuerdos que algunos concesionarios esperaban.
Quizás lo más importante del discurso presidencial fue el compromiso, ese sí explícito, de que se trabajará con la SCT (no nombró en ningún momento a la Cofetel) en la renovación de todas las concesiones de los empresarios que “hayan cumplido con la ley”. Para algunos podrá resultar innecesaria esa condición, pero resulta clave para entender cuál es el verdadero compromiso presidencial en el tema. En otras palabras y como se confirmó en el resto del discurso, ninguno de los compromisos que asumió el ejecutivo se dio sin pedir una contraparte a los concesionarios.
Insistió, y probablemente fue lo más acertado, en que no habrá ningún menoscabo a la libertad de expresión, que ya había sido amenazada con la reforma electoral, y que vuelve a estar amenazada por algunas de las iniciativas de la ley de medios que se está discutiendo en el congreso, sobre todo por esa propuesta que plantea la existencia de una suerte de “consejo de notables” que analizarían los contenidos de los medios, una especie de consejo de censura con nombre políticamente correcto, inadmisible en el contexto en que se está planteando. El tema de los contenidos, sin embargo, estuvo muy presente en los debates: habló de ellos el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, y el presidente de la Cofetel, Héctor Osuna. El presidente Calderón a cambio de garantizar la libertad de expresión pidió explícitamente responsabilidad en la utilización de los medios, calificados como un bien social.
Respecto al controvertido tema de entregar frecuencias FM a los actuales propietarios de estaciones AM, fue mucho más cauteloso. Dijo que reconocía el esfuerzo de familias que habían entregado toda su vida a la industria y sobre todo a los pequeños radiodifusores (por alguna razón prácticamente no habló de la televisión en particular) que cubren las zonas más marginales del país. Lo que dijo fue que instruía al secretario de comunicaciones Luis Téllez para que estableciera, de acuerdo con la industria, los mecanismos para avanzar en el proceso de digitalización del espectro, pero no fue más allá. Dicen algunos propietarios muy importantes de frecuencias de amplitud modulada que existe desde fines del gobierno de Vicente Fox un compromiso gubernamental de entregar 400 frecuencias de FM a esos mismos propietarios. Si entendí bien el mensaje presidencial, esa concesiones no se entregarán en automático, quizás porque distorsionarían en forma completa el mercado, y también porque consolidaría la concentración de algunos concesionarios en detrimento de otros. En realidad, no tendría que haber sorpresas, como el propio presidente Calderón dijo, su estrategia para el sector está basada en un conjunción de tres C: “cobertura, convergencia y competencia”. Las ideas presentadas en el discurso pasan por esos tres capítulos: garantizar y apoyar la más amplia cobertura nacional, establecer mecanismos para coadyuvar a la convergencia tecnológica y garantizar la competencia y ello implica, quizás, una redistribución de jugadores. Una redistribución que no será forzada pero tampoco automática, si nos atenemos a esa declaración de que refrendarán las concesiones de “quienes hayan cumplido con la ley”.
No son temas menores: estamos hablando de una industria que en buena parte es y en el futuro lo será más aún, uno de los grandes motores de desarrollo de México y del mundo.
El punto está en que no habrá acuerdos como los negociados en su momento con Miguel de la Madrid, o con Carlos Salinas o con Vicente Fox (hay que reconocer que Ernesto Zedillo fue quizás el menos complaciente en ese ámbito, aunque realizó operaciones importantísimas, con consecuencias de largo plazo, como el virtual rescate financiero de Televisa, después de la muerte de Emilio Azcárraga Milmo). Si el presidente Calderón fue claro en su discurso, la relación con los medios electrónicos (e insisto, llamó la atención que no hiciera casi referencia a las dos grandes televisoras, como si allí hubiera un capítulo aparte en la agenda gubernamental) se regirá por esos principios de cobertura, convergencia y competencia, y en un marco de quid pro quo, o en un tono mucho más popular, será dando y dando.
El discurso presidencial podrá haber gustado o no a algunos concesionarios, pero de lo que no cabe duda es que estableció, para el resto del sexenio, las reglas de un juego, de una relación, que apenas comienza.