Lo sucedido ayer, durante la entrega de la medalla Belisario Domínguez, a la familia de Carlos Castillo Peraza, hubiera generado un ataque de risa o transformado en irónica crónica de los hechos, en la voz o la pluma del propio Castillo Peraza. Hubiera demostrado, también, que lo peor de nuestra política predemocrática, sigue tan viva como siempre entre nosotros. A mediados de 1968, Castillo Peraza, compartía las oficinas de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, con Ignacio Salas Obregón, un joven jesuita que fundó, y eso le costo la vida, la Liga 23 de Septiembre. Castillo Pereza nunca apoyo la violencia, pero su visión ecuménica le permitía tener todo tipo de amigos, de diálogos, de debates, de aceptar la política sin dejar de ser un humanista.
Lo sucedido ayer, durante la entrega de la medalla Belisario Domínguez, a la familia de Carlos Castillo Peraza, hubiera generado un ataque de risa o transformado en irónica crónica de los hechos, en la voz o la pluma del propio Castillo Peraza. Hubiera demostrado, también, que lo peor de nuestra política predemocrática, sigue tan viva como siempre entre nosotros.
Hagamos una recapitulación. Esta semana el presidente Calderón visitó Guerrero y Zacatecas, donde gobiernan los perredistas Zeferino Torreblanca y Amalia García. Zeferino fue enfático en reconocer la relación con el gobierno federal y al día siguiente de la visita fue a Los Pinos, con el también perredista Juan Sabines, gobernador de Chiapas, para pedirle al presidente que impulse el llamado Plan del Sur, que involucra a esos dos estados y el de Oaxaca. En Zacatecas, el presidente Calderón tuvo una amena gira con Amalia, plantaron árboles, entre ellos unos pinos que el mandatario le dijo que no sabía si se deban en el estado pero que si se regaban podían tener un futuro allí, en un doble sentido que trascendió en muchos ámbitos. Amalia le pidió al presidente que regresara pronto a Zacatecas para una gira más prolongada.
En Michoacán, en apenas dos días, se dieron tres declaraciones notables. Primero, Leonel Godoy, el candidato perredista, senador con licencia de ese partido y que en su momento rompió con Cuauhtémoc Cárdenas para apoyar a López Obrador, dijo en un acto público que no reconocer al presidente Calderón era digno de alguien “afectado de sus facultades mentales”. El gobernador Lázaro Cárdenas, aseguró que él mantiene una muy buena relación con el presidente Calderón y que obviamente lo reconoce como tal. Su padre, el fundador del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas dijo que “hay que reconocer la realidad: hay un gobierno constituido, reconocido por otros gobiernos, que emite decretos, que nombra funcionarios y que toma decisiones, que maneja el presupuesto, que envía iniciativas y que de hecho está reconocido por todos los sectores de la sociedad”. Y mientras todo eso sucedía, la fracción perredista en el senado, encabezada por Carlos Navarrete, boicoteaba, en un acto mezquino, la candidatura de Castillo Peraza a la Belisario Domínguez, votaba en contra y abandonaba la sesión, porque participaría el presidente Calderón en la ceremonia en la que sería reconocido quien fue, sin duda, su principal maestro político.
¿Qué les pasa en el perredismo, a quién hay que creerle?¿A Amalia García, a Cuauhtémoc Cárdenas, a Lázaro, a Leonel Godoy, a Zeferino Torreblanca, a Juan Sabines o a sus senadores, encabezados por Carlos Navarrete?¿con cual Navarrete habría que acordar, cuál es el que dice la verdad y actúa en consecuencia: el que habla desde su posición de dirigente de Nueva Izquierda, de la renovación del perredismo y de dejar atrás el pasado y hacer política mirando el futuro, con todos los sectores y grupos, o el que respalda una actitud infantil, ratificada, en las afueras del senado, por el inefable Gerardo Fernández Noroña acompañado de sus provocadores de planta, a quien, por cierto, Navarrete y Nueva Izquierda quieren, con razón, fuera del CEN del partido?
Se podrá argumentar que dependiendo de la situación es cómo actúa el partido, pero ¿dónde quedan entonces los principios?¿Godoy realmente cree que desconocer al presidente Calderón es digno de alguien afectado de sus facultades mentales?¿quiere decir el candidato del PRD que, por ejemplo, López Obrador y los senadores perredistas están afectados de sus facultades mentales? Se dirá que Godoy dice esto porque si ataca al presidente Calderón en su propio estado no ganará las elecciones del 11 de noviembre próximo. Es lógico, pero si gana, ¿cuál de los dos Godoy gobernará el estado: el que era lopezobradorista y desconocía al presidente Calderón o el que califica a esa política de demencial?¿a cuál Amalia hay que creerle: a la que invita al presidente Calderón a que haga giras más prolongadas por su estado o a la que apoya la candidatura del muy lopezobradorista Alejandro Encinas para presidir el PRD?
Castillo Peraza se hubiera divertido enormemente con lo sucedido con el PRD en estos días. Creo que también hubiera tenido algún arrebato de cólera al ver cómo se perdían los interlocutores sensatos en un centroizquierda que siempre consideró necesario y útil para los verdaderos equilibrios políticos democráticos en el país. Y finalmente hubiera buscado cómo transitar del mundo ideal al de la política real.
Porque, como escribió Javier Sicilia en Letras Libres en enero de este año, “para Castillo Peraza no había soluciones fáciles. Entre el todo y la nada, esa “cultura de la derrota”, el mundo de la política era el de “la contingencia humana, insuficiente y perfectible, de la que todos somos responsables”. Desde esa base luchó y discutió; desde esa base también, pactó, como presidente del PAN, con el sistema, se opuso a él, negoció y logró, frente a un PRI ya debilitado por las largas luchas de la izquierda y de la derecha, abrir el corredor hacia la transición democrática”.
Quizás quienes se retiraron de la sesión extraordinaria del congreso no sabían o no quisieron recordar, que a mediados de 1968, Carlos Castillo Peraza compartía las oficinas y el magro salarios de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, en la calle de Xalapa, en la colonia Roma del DF, con el otro joven dirigente de esa asociación, que ya estaba imaginando otro proyecto completamente diferente. Era Ignacio Salas Obregón, un joven jesuita que fundó, y eso le costó la vida, la Liga 23 de Septiembre. Nunca apoyó Castillo Peraza esas estrategias, rechazaba la violencia visceralmente, pero su visión ecuménica le permitía tener todo tipo de amigos, de diálogos, de debates, de aceptar la política real sin dejar de ser un humanista.