Tarde o temprano tendría que ocurrir. El PRD entrampado como está en su propia lógica de destrucción, se tenía que topar en algún momento con la realidad: reconocer o no al gobierno, es sólo un síntoma de un problema mucho que pasa, básicamente, por aceptar la realidad política o no. En este sentido, el reconocimiento o no del gobierno actúa como una suerte de coartada para que las distintas corrientes perredistas puedan dirimir sus conflictos sin abordar éstos de manera pública. Y los mismos estallan ahora porque lo que está en juego es, por una parte, la renovación de la dirigencia nacional y por la otra las elecciones del 11 de noviembre en Michoacán.
Para Oralia
Tarde o temprano tendría que ocurrir. El PRD entrampado como está en su propia lógica de destrucción, se tenía que topar en algún momento con la realidad: reconocer o no al gobierno, es sólo un síntoma de un problema mucho que pasa, básicamente, por aceptar la realidad política o no. En este sentido, el reconocimiento o no del gobierno actúa como una suerte de coartada para que las distintas corrientes perredistas puedan dirimir sus conflictos sin abordar éstos de manera pública. Y los mismos estallan ahora porque lo que está en juego es, por una parte, la renovación de la dirigencia nacional y por la otra las elecciones del 11 de noviembre en Michoacán.
¿Cuál es el escenario de la lucha interna del perredismo?. Comencemos por Michoacán. Lo mismo que sucede con cualquier otro aspirante a ese cargo o gobernador en funciones, resulta imposible buscar o ejercer esa posición sin reconocer al gobierno federal y sin establecer todo tipo de negociaciones con él. Leonel Godoy, hace apenas unos meses era incondicional de López Obrador: hoy lo trata, de enfermo de sus facultades mentales. ¿Qué cambió?. El toparse y tener que trabajar políticamente con la realidad, no con los delirios de profeta. Si Godoy mantenía su discurso estaba condenado a perder la elección: Salvador López Orduña lo había alcanzado. Godoy tuvo, primero, que pedir que el PRD no reventara la sesión del informe de gobierno, el primero de septiembre y lo divulgó. Segundo, buscó una reconciliación con los Cárdenas, a pesar de que había apostado en su contra tanto en el periodo pre y post electoral como en la elección interna del PRD. Vaya a saber cómo pero lo logró: reapareció, manteniendo su posición crítica hacia la actual línea del partido Cuauhtémoc Cárdenas, y ello dio pie para que Godoy pudiera realizar su tercer gesto: un dramático cambio de discurso para pasar de la defensa del “presidente legítimo” a decir que quien no reconociera al actual gobierno estaba “enfermo de sus facultades mentales”. O sea, López Obrador y el ala dura del perredismo, están locos. Y ello se trasladó a buen parte de la corriente que apoyó a Godoy, sobre todo a Nueva Izquierda y se hizo más notable con Ruth Zavaleta, quien prácticamente repitió esta semana las palabras de Cárdenas y Godoy sobre el reconocimiento al gobierno.
Desentonaron otros dos dirigentes de Nueva Izquierda, que se embarcaron en un galimatías imposible de sostener para explicar la inexplicable posición del perredismo ante la entrega de la Belisario Domíguez a Carlos Castillo Peraza. Ni Carlos Navarrete ni Guadalupe Acosta Naranjo supieron qué quisieron decir en sus últimas declaraciones sobre estos temas. O quizás, no quisieron explicarse para dejar abiertas algunas puertas que les permitan moverse con mayor espacio de aquí a la elección de la nueva dirigencia en marzo, para asegurar la llegada de Jesús Ortega.
¿Qué sucede el en terreno lopezobradorista?. Los que aseguran que el ex candidato presidencial estaría preparando la ruptura con su partido si se imponen los dialoguistas no están equivocados. Y existen corrientes, varias, en el PRD que ya han asumido que a estas alturas el tabasqueño ya no es un aporte sino un lastre para el partido. No sólo no gana elecciones sino que para tratar de ganarlas los candidatos se deben deslindar de él, como le está sucediendo a Godoy. Se dirá que Marcelo Ebrard sigue fiel al su ex jefe. Pero esa es una verdad a medias: si hubiera hoy elecciones en el DF y Ebrard mantuviera en todos los terrenos la fidelidad a los postulados de López Obrador se vería en problemas: la gente no asume ni entiende lo del no reconocimiento a un gobierno que existe y con el que de una u otra forma, todas las estructuras políticas del país, incluyendo las controladas por el perredismo, interactúan constantemente. Lo que hace Ebrard es mantener una parte del discurso porque el jefe de gobierno hoy no tiene base política propia y si gana Nueva Izquierda la presidencia del partido tendrá mayores problemas en el seno del PRD manteniendo sus actuales posiciones. Por eso, las tribus bejaranistas se han dedicado a atacar y tratar de boicotear a Víctor Hugo Círigo en la Asamblea Legislativa del DF, porque es un posición muy importante de Nueva Izquierda y porque si gana esa corriente la presidencia del partido, Ebrard tendrá que inclinarse hacia ella e ir abandonando al bejaranismo (y a López Obrador) si es que quiere disputar la candidatura en 2012. Pero el hecho es que todos los funcionarios del GDF trabajan con el gobierno federal mientras su jefe dice que no lo reconoce.
La situación del lopezobradorismo también se deteriora porque además de Alejandro Encinas han aparecido otros dos precandidatos de la misma corriente. Por una parte Camilo Valenzuela, que se caracteriza además, por ser el más “chavista” de los dirigentes del PRD en la actualidad y ello le ha permitido contar con mayores apoyos de los que tenía originalmente. Y Ricardo Monreal, de regreso luego de que el Tribunal Electoral cancelara la sanción que le había aplicado la dirección de su partido por su participación en el proceso de Zacatecas, también ha dicho que buscará la dirigencia partidaria, presentándose como el que pudiera conformar una corriente de distintas fuerzas en torno al ex candidato. Sin embargo, pareciera que tanto en el caso de Valenzuela como de Monreal, existen algunas cuentas que ajustar con López Obrador que los ha llamado a tomar distancias o establecer nuevas negociaciones.
Y queda un capítulo que puede ser interesante a futuro. ¿No percibe usted en las corrientes de Nueva Izquierda un súbito interés por acuerdos que pudieran ser algo más que coyunturales con el priismo, interés que por cierto parece ser recíproco, por lo menos en varias corrientes de ambos partidos?