Cordero, la eficiencia y la percepción
Columna JFM

Cordero, la eficiencia y la percepción

Los movimientos que se realizaron en el equipo presidencial y en la dirigencia nacional del panismo, marcan la preparación de ese partido y del gobierno para la nueva etapa política que se abre, que será de mucha mayor confrontación política entre los diferentes actores, una etapa que exige del gobierno y su partido mucha mayor presencia y operación.

Los movimientos que se realizaron en el equipo presidencial y en la dirigencia nacional del panismo marcan la preparación de ese partido y del gobierno para la nueva etapa política, que será de mucha mayor confrontación entre los diferentes actores, una etapa que exige del gobierno y su partido más presencia y operación. Pero también se inscribe la lógica que ha marcado a la administración de Calderón desde sus inicios: la concentración de responsabilidades en el equipo más cercano, el de mayor confianza y lealtad, dos términos que son clave para comprender la forma de ejercer el poder de Felipe Calderón. Una lógica que se ratificará hoy con la salida de Francisco Ramírez Acuña de la Secretaría de Gobernación.

Es verdad que la de Desarrollo Social no lució en este año: no es que no haya cumplido su tarea, pero a la dependencia y a su titular, Beatriz Zavala, no se les vio, no generaron el peso político que se esperaba de esa dependencia. La pregunta es si Zavala no pudo con esa tarea o la idea era que la suya fuera una gestión de transición. Y por encima de sus aciertos e insuficiencias, todo indica que se trató más de lo segundo que de lo primero.

Ernesto Cordero, el nuevo titular de la Sedesol, es uno de los hombres más cercanos y de mayor confianza del presidente Calderón. Estuvo con él desde mucho tiempo atrás y fue clave en la precampaña y en la elección presidencial. Durante este primer año, fue un poderoso subsecretario de Egresos y trabajó en forma muy cercana con Agustín Carstens para la reforma fiscal y la elaboración del Presupuesto. Desde la Subsecretaría de Egresos es donde se tiene el panorama global de lo que se gasta y cómo se gasta; es allí donde tienen que ir los gobernadores y presidentes municipales para sacar adelante sus proyectos, sobre todo cuando el subsecretario, como era el caso de Cordero, tiene línea directa con el Presidente de la República. Eso le dio a Cordero una experiencia y una capacidad de interlocución que se suman a la confianza plena del mandatario y de su círculo más cercano.

En la discreta ceremonia donde se dio posesión a Cordero, lo más importante fue la frase final del presidente Calderón cuando instruyó al nuevo secretario a poner un “nuevo énfasis” en la política social y le ordenó “articular” la misma en consonancia con las políticas públicas del gobierno federal. Esa será la enorme diferencia: Zavala, con aciertos y errores, no era parte del equipo cercano del presidente Calderón y su operación, como la de muchos otros secretarios, pasaba por el filtro de la Oficina de la Presidencia que encabeza Juan Camilo Mouriño. Con Cordero no será así, va a trabajar en forma directa con el Presidente y desde la Sedesol se articulará el conjunto de las políticas sociales: esa es la instrucción para Cordero e incluso deberá ser con él, entonces, con quien tendrán que acordar, en ese ámbito, otros funcionarios. En los hechos se refuerza el esquema actual de concentración del poder y las decisiones en el equipo más cercano del Presidente, pero se abre un nuevo espacio de operación, desde el gabinete, para ello.

Durante la gestión de Zavala se realizaron algunos ajustes importantes que permitirán a Cordero, un actor clave en definir esos cambios desde los tiempos de la transición en el área de políticas públicas, trabajar con otra perspectiva en la Sedesol. Un punto fundamental es el del dinero: durante la administración de Zedillo y más aún con Vicente Fox se había tomado la decisión de entregar los recursos de política social, identificados con el Ramo 33 del Presupuesto, directamente a los estados y a los municipios, quienes elaboraban sus propios padrones de beneficiarios y decidían directamente la distribución de los recursos. Ello propició abusos notables, como los del gobierno de José Murat en Oaxaca, porque el control de esos recursos dependía exclusivamente de la fiscalización de los congresos locales, en muchas ocasiones controlados por el respectivo gobernador. Ahora se han introducido algunos cambios críticos: primero, son los municipios (y los estados) los que elaborarán los padrones de beneficiarios, pero en las nuevas reglas de operación el objetivo consiste en entregar los recursos en forma directa a los beneficiarios. En el contexto de la reforma fiscal se estableció un ordenamiento que obliga a todos los estados a designar, con una mayoría calificada de dos tercios de su Congreso local, una auditoría mayor que fiscalice la utilización de los recursos y ello se incorporó a la Carta Magna, apoyado por una resolución de la Corte, de que todos los recursos federales entregados a estados y municipios pueden fiscalizarlos la Auditoría Superior de la Federación, un cambio que impulsó Cordero y fue aceptado por legisladores de todos los partidos, pero que en el futuro puede, debería, atar las manos a muchos gobiernos estatales en el manejo a discreción de los recursos destinados al gasto social.

Allí estarán las grandes diferencias que implicará la llegada de Cordero en lugar de Zavala: operación en forma directa y personal con el Presidente, coordinación de facto del gabinete social desde la Sedesol, así como reglas del juego más transparentes, pero que también permiten una presencia mayor del gobierno federal en el seguimiento de las políticas sociales. Claro, para que todo esto funcione adecuadamente o al menos como está concebido se requerirá que Cordero, además del talento técnico, asuma que el suyo es un cargo eminentemente político. Desde la Sedesol debe haber política porque es uno de los principales instrumentos de cualquier gobierno: ninguna administración, de ningún color partidario, tendrá éxito, sin una política social que no sólo sea eficiente, sino percibida como tal, que obtenga logros concretos, pero también genere y catalice las expectativas de la gente. Por allí pasa el principal y más importante desafío de Cordero, pero, sobre todo, de la administración de Calderón. Hoy, el otro, se definirá con el reemplazo de Francisco Ramírez Acuña.

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