El aumento de precios y los espacios de confort
Columna JFM

El aumento de precios y los espacios de confort

No creo que muchos sectores significativos de la sociedad puedan estar interesados en el llamado debate petrolero. En un mecanismo que puede tener o no algún sentido, que se utilizó para encontrar una salida a una crisis legislativa y que para sectores políticos, de medios y algunos especialistas sirve por lo menos para saber quién está comprometido con qué en el escenario político. Pero a la gente de la calle sencillamente no le interesa. Cuando López Obrador dice que ordenó tomar las tribunas del congreso para evitar una rebelión popular sólo confirma que sigue viviendo en una realidad aparte, creada en torno suyo.

No creo que muchos sectores significativos de la sociedad puedan estar interesados en el llamado debate petrolero. En un mecanismo que puede tener o no algún sentido, que se utilizó para encontrar una salida a una crisis legislativa y que para sectores políticos, de medios y algunos especialistas sirve por lo menos para saber quién está comprometido con qué en el escenario político. Pero a la gente de la calle sencillamente no le interesa. Cuando López Obrador dice que ordenó tomar las tribunas del congreso para evitar una rebelión popular sólo confirma que sigue viviendo en una realidad aparte, creada en torno suyo.

Sin duda, la reforma electoral es importante, sobre todo para los partidos que han hecho de ese terreno un coto cerrado para la sociedad. Y en ese sentido, también es importante la elección de los nuevos consejeros del IFE. Pero ¿alguien sinceramente cree que ese es un tema que se debata en las casas, que sea de interés de la ciudadanía?

Pero a la gente sí le preocupan dos cosas: la seguridad y los precios de los productos de consumo básico. En el terreno de la seguridad no es suficiente con el ¡Ya Basta! esgrimido desde el gobierno federal. La conceptualización es correcta pero insuficiente: es verdad que la sociedad, el mundo político, los medios, nos debemos involucrar mucho más en la lucha contra el narcotráfico y que se debe pasar, por ejemplo, del recuento de muertos a la comprensión más profunda del proceso que se vive en esa lucha, con sus aciertos y sus insuficiencias. En ese terreno existe una estrategia definida y que si no se cometen errores y no se profundiza la división interna, a mediano y largo plazo tendrá que dar resultados palpables. Pero para involucrar a la sociedad ésta debe primero comprender plenamente qué es lo que está en juego y esa es una tarea en la que aún no han puesto todo su esfuerzo todos los involucrados en ella.

Más delicado aún en la percepción ciudadana es el aumento de precios. El momento más difícil que vivió el presidente Calderón en lo que va de este sexenio se dio cuando en enero del 2007 se disparó el precio de la tortilla. Es verdad que se tomaron medidas y días después de aquella burbuja especulativa la misma se pudo controlar. Pero los problemas estructurales que dieron origen a la misma persisten y hoy están más vigentes que nunca: la combinación de los altísimos precios del petróleo (de los que no sacamos ni remotamente todo el provecho posible porque no contamos con instrumentos materiales y legales como para hacerlo) con la llamada crisis alimentaria mundial, marcada por la incorporación al mercado de consumo de cientos de millones de personas, sobre todo en India y China y por la utilización de productos de origen agrícola para la generación de energías alternativas, ha generado un aumento generalizado de precios a nivel mundial. A pesar de los apoyos y subsidios, en México el precio de los comestibles ha crecido un 7.48 por ciento en los últimos doce meses y en las últimas semanas la tortilla, el arroz, el pollo, la harina de trigo, han sufrido aumentos drásticos que se reflejan ya en la vida cotidiana y en la inflación proyectada para el año. Los efectos de la desaceleración (para muchos franca recesión) que vive Estados Unidos también se ha reflejado en una disminución de la actividad industrial en las últimas semanas. Ello no implica que la economía mexicana esté desprotegida como para afrontar el entorno internacional, pero sería absurdo pensar que en un mundo globalizado y con una economía abierta, seremos inmunes a lo que sucede allá afuera.

Habrá aumentos de precios sobre todo de alimentos más allá de los esperado y se tendrán que tomar medidas de todo tipo para menguar los efectos de los mismos. Desde el año pasado se están tomando previsiones y en las últimas semanas, los anuncios de la estrategia de política social y de la reforma educativa coadyuvan, sin duda, a establecer un entorno mucho más estable para afrontar la crisis. Pero lo que no se ve es la política, el trabajo hacia fuera, la explicación de lo que se está haciendo. Es verdad que mucha de esa tarea la asume el propio presidente Calderón, pero ¿dónde está el gabinete directamente relacionado con estos temas?. Ernesto Cordero y Josefina Vázquez Mota han aparecido en sus respectivos espacios pero ¿el resto de los funcionarios relacionados con la economía, los precios, el abasto y la producción de alimentos, los apoyos o subsidios, dónde están?. Seguramente están realizando su labor de gabinete, pero eso no es suficiente y tampoco puede ser el presidente el único que dé la cara por las estrategias gubernamentales. El presidente Calderón hace bien en no dejarse atrapar por la coyuntura y salir de Los Pinos para afrontar una realidad en los estados y municipios que suele ser bastante diferente que la que se observa desde el Distrito Federal. Es un acierto que no se aísle, que ponga en la agenda, aunque no sea la nota principal del día, otros temas tanto o más importantes que los coyunturales, pero la pregunta es qué hace el resto del equipo de gobierno mientras tanto.

No dudo que algunos estarán haciendo su tarea, pero eso no se ve ni se percibe en la mayoría de los casos. Y lo que sí se percibe es que se ha entrado en una suerte de espacio de confort que, paradójicamente, se contradice con la lógica de redoblar la apuesta que afronta el presidente Calderón. Y como ocurrió en enero del 2007, si ese espacio de confort no se rompe y se reemplaza por el compromiso real y de cara a la gente, los costos serán altos. La gente puede tolerar discusiones inútiles en el congreso o la política, puede aceptar que la violencia es una consecuencia de una lucha de largo plazo, pero existe, con toda razón, una hipersensibilidad manifiesta respecto a la marcha económica y el manejo de los precios que no puede ser ignorada. Y tampoco sus funcionarios pueden dejar solo al presidente.

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