Apuestas, convicciones y políticas
Columna JFM

Apuestas, convicciones y políticas

Las medidas económicas anunciadas por el presidente Calderón el domingo para paliar las consecuencias de la crisis alimentaria mundial no alcanzan, por supuesto, para solucionar un problema que nos rebasa como nación, pero tienen un mérito: van en el sentido correcto. Abrir más los mercados, dar apoyos a la productividad del campo y quizás en su capítulo más controvertido, mantener los precios oficiales de varios productos básicos.

Las medidas económicas anunciadas por el presidente Calderón el domingo para paliar las consecuencias de la crisis alimentaria mundial no alcanzan, por supuesto, para solucionar un problema que nos rebasa como nación, pero tienen un mérito: van en el sentido correcto. Abrir más los mercados, dar apoyos a la productividad del campo y quizás en su capítulo más controvertido, mantener los precios oficiales de varios productos básicos.

Uno de los libros más interesantes, que relaciona la política, el poder real y la economía, es el de memorias de Alan Greenspan, titulado La era de la turbulencia. En él, el ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos dice que “el nuevo mundo en el que vivimos hoy está dando a muchos ciudadanos mucho que temer, incluido el desarraigo de numerosas fuentes de identidad y seguridad anteriormente estables. Donde más rápido es el cambio, las crecientes disparidades en la distribución de la renta supone una preocupación clave…sería imprudente e inmoral minimizar el coste humano. A la luz de la creciente integración de la economía global, los ciudadanos del mundo afrontan una trascendente elección: abrazar los beneficios a escala mundial de los mercados y las sociedades abiertos que sacan a la gente de la pobreza sin perder de vista las cuestiones fundamentales de la justicia; o rechazar la oportunidad y abrazar el regionalismo, el tribalismo, el populismo y todos los “ismos” a los que se acogen las comunidades cuando sus identidades se hallan bajo asedio y no pueden percibir una opción mejor”. A partir de allí, Alan Greenspan construye la historia económica desde los tiempos de Kennedy hasta ahora.

Es un acierto para tratar de contener el alza de precios abrir las importaciones y quitar los aranceles de varios productos básicos, comenzando por los granos. La otra opción es decretar un control de precios, que tendría que ir de la mano con un control de salarios, un mecanismo que ha llevado en demasiadas ocasiones a la especulación y el descontrol inflacionario. Por eso también buena parte de los subsidios y apoyos están destinados a hacer más productivo al campo mexicano: estamos manteniendo debates absurdos sobre distintos temas, incluyendo la conveniencia o no de utilizar semillas mejoradas genéticamente, o incluso de transgénicos, mientras otras naciones mantienen un grado de productividad mucho más alto que el nuestro en un momento de escasez de alimentos que podrían otorgar ventajas históricos a nuestros productores rurales.

La medida más controvertida para los defensores de los mercados completamente abiertos es el control de los precios de algunos productos básicos, sobre todo los distribuidos por los mecanismos públicos de comercialización. Pero la medida es necesaria, es el componente de “justicia fundamental” del que habla también Greenspan. Hay sectores en nuestro país que no están integrados a los mercados de ninguna manera y son los mismos que más pueden sufrir las consecuencias de estos cataclismos internacionales sin tener ningún lugar donde cobijarse y mucho menos sacarle provecho. Deben tener algún resguardo público y eso es lo que trata de hacer esa medida.

De todas formas, incluso en esta lógica, con este programa, se pueden apreciar a simple vista las carencias: la crisis alimentaria se deriva en parte de los altos precios del petróleo y sus derivados pero nuestra producción petrolera sigue cayendo, lo mismo que las reservas y la producción de petrolíferos. Estamos exportando mucho petróleo, pero la factura de sus derivados, comenzando por la gasolina, se lleva una buena parte de las utilidades. Pero nuestros políticos, que no han tenido problema alguno en modificar unas 480 veces la Constitución desde 1917 y el artículo 27 en particular por lo menos en una veintena de ocasiones, hoy están discutiendo la constitucionalidad de una iniciativa de reforma a las leyes secundarias.

Olvidan lo importante y hasta la coyuntura: como el precio del petróleo está por las nubes, hay que mejorar la industria petrolera pero habría que apostar a energías alternas, desde la eólica hasta las nuevas tecnologías para la energía nuclear, pero eso no está en la agenda. Tenemos en una situación crítica a muchos ingenios, pero podríamos utilizarlos mucho más si apostáramos a la producción de etanol, como ha hecho Brasil con la caña de azúcar. Estamos preocupados por la producción del maíz pero, en verdad, el negocios en el sector está en otros rubros, como la soya o incluso la industria maderera. Pero no diversificamos y enriquecemos la producción.

Las medidas adoptadas para afrontar esta situación, decíamos, son las correctas, pero serán insuficientes: si no se hace una apuesta real para abrazar la economía y las sociedades abiertas, siempre nos quedaremos expuestos a todos esos “ismos” de los que habla Greenspan y que se generan cuando una comunidad está “bajo asedio y no puede percibir una opción mejor”. Por eso se debe profundizar en ese camino, y la reforma petrolera no puede entenderse más que como un pequeño paso en el camino que se debe recorrer para cambiar todo el sector y a partir de allí generar nuevas palancas de desarrollo. Y el único sector productivo que puede hacerlo es el energético. La mayor parte de los demás, de una u otra manera, están o deberán estar relacionados con él. Y estamos desperdiciando esa oportunidad.

Por supuesto esa apuesta implica otra simultánea: la de la política. Y seguimos viendo a un presidente que hace sus apuestas mientras su gabinete, en buena medida, está desaparecido, viviendo, decíamos, en un espacio de confort. Reflexionaba Leo Zuckerman en relación a este tema, y decia que era así pero que también se debía a un problema de diseño, a una decisión del propio presidente Calderón. En todo caso, es desde allí, sólo desde allí, donde se puede romper un esquema que ata de manos al propio gobierno federal.

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