Los números de la guerra contra el narco
Columna JFM

Los números de la guerra contra el narco

La burbuja de la violencia del narcotráfico se vive hoy en Chihuahua y particularmente en Ciudad Juárez. Son decenas los muertos por ejecuciones o ajustes de cuentas entre grupos del narcotráfico y los hechos de violencia con ello relacionados que van desde el incendio de restaurantes hasta una virtual epidemia de amenazas y extorsiones contra profesionistas, empresarios, comerciantes.

La burbuja de la violencia del narcotráfico se vive hoy en Chihuahua y particularmente en Ciudad Juárez. Son decenas los muertos por ejecuciones o ajustes de cuentas entre grupos del narcotráfico y los hechos de violencia con ello relacionados que van desde el incendio de restaurantes hasta una virtual epidemia de amenazas y extorsiones contra profesionistas, empresarios, comerciantes.

Lamentablemente no es una novedad: algo similar ocurrió primero en Guerrero y Michoacán; más tarde, en el sur del golfo de México, en Veracruz y Tabasco; la violencia se trasladó luego a Monterrey; de allí a Tijuana y a toda la frontera de Tamaulipas. Hoy los epicentros de la misma son Sinaloa y Chihuahua, los dos estados donde se está protagonizando el principal capítulo de la lucha entre los propios cárteles del narcotráfico, rotas sus antiguas alianzas y reconfiguradas las nuevas. Ese recorrido geográfico de la violencia de alguna manera fue el itinerario de un doble enfrentamiento: del Estado con el narcotráfico y de las organizaciones de éste entre sí. Básicamente, hoy la principal confrontación se da entre el viejo cártel de Sinaloa, que encabeza Joaquín El Chapo Guzmán, con presencia en buena parte del país y con viejos operadores como Ismael El Mayo Zambada, Ignacio Nacho Coronel o Juan José El Azul Esparragoza, contra sus antiguos aliados del cártel de Juárez, encabezado por Vicente Carrillo, hermano del fallecido Amado Carrillo, aliado a su vez con quienes habían sido en los últimos años los más importantes operadores del cártel de Sinaloa, los hermanos Beltrán Leyva, los cuales, por otra parte, han establecido una alianza con sus antiguos enemigos, los Zetas. Esa reconfiguración se ha trasladado a Tijuana, donde el viejo cártel de los Arellano Félix ya prácticamente no existe como tal, sino como una suma de organizaciones, descendientes de aquella, que están, a su vez, buscando controlar la plaza a través de nuevos aliados más poderosos.

A pesar de lo que se ha dicho, ha sido la estrategia establecida la que ha propiciado esa situación, esa ruptura de acuerdos, de disputas territoriales, de violencia. Es verdad que los primeros datos del enfrentamiento entre Sinaloa y Juárez, con todas sus consecuencias posteriores, se dieron desde 2005, cuando fue asesinado en Culiacán, junto con su esposa y en un centro comercial, el hermano menor de los Carrillo Fuentes, Rodolfo. Pero la violencia ha hecho eclosión por la reducción de espacios, el progresivo control de territorios y la destrucción de redes, dentro y fuera del país.

No se puede hablar de ganar o perder la guerra contra el narcotráfico basándose en la cifra de víctimas, pero incluso si nos basamos en ella con una mirada más profunda se puede observar otra realidad. Desde el inicio de los operativos contra el narcotráfico, hace 18 meses, han muerto, por diversas razones, porque cumplieron con su deber y no aceptaron corromperse o porque eran parte de algún mecanismo de corrupción, unos 500 elementos, entre militares y policías, el más importante de ellos Edgar Millán, jefe de la Policía Federal. En ese mismo plazo, la cifra de personajes relacionados con el narcotráfico que han muerto supera con amplitud los 4 mil. Cualquier muerte es una tragedia, pero estamos hablando de que sólo en la batalla entre organizaciones criminales más de 4 mil miembros han sido eliminados por ellas mismas. Si a eso sumamos los más de 22 mil detenidos por delitos relacionados con el narcotráfico y los 41 capos extraditados a los Estados Unidos se puede comprobar que incluso desde el estrecho y distorsionado espacio de la contabilización de la violencia el escenario ha cambiado y no es favorable a los criminales. A eso debemos sumar el decomiso de 55 toneladas de cocaína pura; 2 mil 800 toneladas de marihuana; mil 140 kilos de metanfetaminas y 42 mil kilos de sus precursores.

Se podrá argumentar que son sólo números, que el narcotráfico sigue actuando. Y es verdad. Según la Casa Blanca, en la zona andina de América del Sur se produjeron el año pasado mil 441 toneladas de cocaína, un cifra 40 por ciento superior a la del 2006 y de esa cantidad se han decomisado, a nivel mundial, poco más de 331 toneladas (una sexta parte del total sólo en México). Es verdad que esa cocaína se distribuye por el mundo y hay mercados en notable expansión como Europa y Brasil. O sea que cocaína hay, pero el mercado, vía México, se está encareciendo y por lo tanto reduciendo: en las pruebas que se hacen a trabajadores en los Estados Unidos respecto al consumo de cocaína, se ha registrado una caída en un año de poco más del 15 por ciento en los positivos, mientras que el precio de la cocaína ha aumentado en ese mercado un 44 por ciento y las metanfetaminas un 74 por ciento.

Eso es lo que explica la violencia: sin duda hay droga, pero el costo de trasladarla por México se está encareciendo y llega menos, por esta vía, a los Estados Unidos: por eso aumenta el precio, lo que va de la mano con una reducción del consumo, también porque la cocaína, como antes el LS, la heroína o el crack está pasando de moda entre los jóvenes que prefieren las drogas sintéticas. Es diferente con la marihuana porque ésta sigue de moda y con un incremento constante del consumo en la Unión Americana, la diferencia es que ahora, dentro de ese país, se produce entre la mitad y los dos tercios de toda la marihuana que consumen los estadounidenses, y cualquiera que lo dude que vea, simplemente el notable éxito de la serie Weeds.
Ante ello, la disputa por territorios en México, por espacios para la entrada y tráfico de drogas, por los espacios para el narcomenudeo, incluso por la preeminencia que vuelve a tener la producción de marihuana, se hace mucho más cruenta. Pero esos son, también, los números de la guerra contra el narcotráfico.

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