Esquizofrenia y responsabilidades políticas
Columna JFM

Esquizofrenia y responsabilidades políticas

La esquizofrenia perredista comienza a sumar costos cada vez mayores a ese partido y, en la misma medida en que se acercan los comicios del 2009 y se comprueba que sus oportunidades electorales quedan muy por debajo del 20 por ciento, diversos sectores del perredismo están buscando cómo poner distancia con la estrategia lopezobradorista, aunque no se atreven a exponerlo públicamente y ello, paradójicamente, les puede aumentar aún más los costos, porque los duros del ex candidato presidencial, no les perdonan su “debilidad”, mientras la ciudadanía e incluso los otros partidos simplemente no saben si creerles y si son capaces de cumplir los compromisos que asumen.

La esquizofrenia perredista comienza a sumar costos cada vez mayores a ese partido y, en la misma medida en que se acercan los comicios del 2009 y se comprueba que sus oportunidades electorales quedan muy por debajo del 20 por ciento, diversos sectores del perredismo están buscando cómo poner distancia con la estrategia lopezobradorista, aunque no se atreven a exponerlo públicamente y ello, paradójicamente, les puede aumentar aún más los costos, porque los duros del ex candidato presidencial, no les perdonan su “debilidad”, mientras la ciudadanía e incluso los otros partidos simplemente no saben si creerles y si son capaces de cumplir los compromisos que asumen.

El lunes fue un buen ejemplo de ello: mientras con un optimismo que rebasa cualquier dato duro, Manuel Camacho se felicitaba a sí mismo por el éxito de la llamada consulta petrolera (un nuevo fracaso político, en estados en los que se supone el PRD tiene presencia), anunciaba que el 25 de agosto el Frente Amplio, incluyendo al PRD, presentará su propuesta de reforma energética para que sea discutida en el congreso.
Sea buena o mala la iniciativa del perredismo, no deja de ser positivo que se presente una propuesta discusión. En cualquier lógica parlamentaria, al presentar su propuesta, el PRD está aceptando el debate y asumiendo que su iniciativa, lo mismo que las otras, puede ser aprobada o no, pueden ser incorporados o no parcial o totalmente algunas de sus propuestas a la iniciativa que finalmente salga de comisiones y que tendrá que ser aprobada por el senado y luego ratificada por los diputados. En última instancia de eso se trata la política legislativa. Como para ratificar esa posición, desde días atrás, el líder provisional del PRD, Guadalupe Acosta Naranjo, se había reunido con Beatriz Paredes, y German Martínez, presidentes del PRI y del PAN respectivamente y habían anunciado, los tres, que sacarían adelante una propuesta conjunta.

Pero al mismo tiempo, otros legisladores, de las corrientes lopezobradoristas, están anunciando que preparan la toma de tribunas si se aprueban reformas “en contra del pueblo de México”. Por supuesto, aunque sean una estrecha minoría, ellos se consideran a sí mismos, como sucede con su jefe político, los únicos depositarios de la verdad y de las verdaderas aspiraciones de toda la sociedad mexicana, aunque representen muy poco y salvo alguna excepción, jamás se los haya visto realizando algún trabajo legislativo significativo. Algunos dirán que es el reflejo de las diferencias internas en el PRD, otros que se trata de una estratagema para presionar en la negociación en el congreso (en otras palabras: si PRI y PAN no le dan lo que quieren a las palomas perredistas los halcones tomarán otra vez las tribunas e impedirán el trabajo legislativo), pero lo cierto es que ello les quita seriedad y acrecienta la desconfianza: porque no es la primera vez que se acuerda, luego de largas negociaciones, algo con un sector del perredismo o del FAP, mientras que otro grupo lo desconoce y los primeros no son capaces de rechazar públicamente a los segundos. Sin ir más lejos eso es lo que ocurrió en abril pasado cuando se reventó el debate petrolero, tomando las tribunas mientras Carlos Navarrete estaba negociando en comisiones la misma.

Eso le costó mucho al PRD en todos los terrenos, en el político, en el electoral y en el legislativo. Pero lo que sucede es que el lopezobradorismo, como ocurrió con la elección interna, con repercusiones que aún están muy lejos de concluir, no está interesado en que el PRD sobreviva y crezca si no es bajo la dirección unipersonal del ex candidato. Esa opción, la de que no sean sus incondicionales los que dirijan el partido, sencillamente no es negociable para López Obrador y en los hechos lo que está preparando es otra opción a partir del FAP y de sus aliados más cercanos, para desprenderse del PRD en cuanto las autoridades electorales terminen a aceptar, directa o indirectamente, el triunfo de Nueva Izquierda en las elecciones internas (lo que prácticamente ya ha ocurrido) y, sobre todo, cuando una fracción del grupo parlamentario participe y en su caso apruebe, reformas petroleras con el PRI y el PAN. Para Nueva Izquierda es difícil porque si participa gana ante el electorado, pero perderá (y eso sucederá más temprano o más tarde) parte del partido que nominalmente hoy dirige, y si se queda en una posición intermedia pierde aún más, porque sus potenciales aliados sabrán que no pueden confiar en ellos y sus adversarios internos seguirán tratando de destruirlos. El lopezobradorismo no tiene nada que perder, porque sus cartas no están en el terreno legislativo y en muchos casos, ni siquiera en el electoral.

La incógnita es qué hará Marcelo Ebrard. Si alguien ha podido comprobar los costos de la locura política del no reconocmiento al gobierno federal ha sido el gobierno del DF, el único, por cierto, que ha transitado por ese camino. Operativa y políticamente, es un error que cada día, con cada problema, se torna más difícil y complejo de resolver e incluso de explicar para Ebrard. Los casos News Divine y Fernando Martí, lo han exhibido y han demostrado su profunda debilidad a partir, precisamente, de esa decisión de no asumir la corresponsabilidad en los asuntos del Estado con el gobierno federal e incluso con las otras entidades federativas. Es verdad que hay contactos y en algunos casos colaboración con el gobierno federal, pero visto desde la ciudadanía, esa ausencia de reconocimiento se refleja como necedad y lo hace responsable, sin intermediarios institucionales, de todos los conflictos que se le presentan. Ebrard, ya lo hemos dicho, no puede seguir manteniendo una línea que sólo él cree intermedia: sin asumir responsabilidades y definiciones, quedará en medio, pero terminará abatido por fuerzas mayores a las propias.

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