El PRI, con la mesa puesta para el 2009
Columna JFM

El PRI, con la mesa puesta para el 2009

El triunfo del PRI en Guerrero, sobre todo en Acapulco, Ixtapa, Chilpancingo y Taxco, es una demostración más de que ese partido ha sabido operar en medio del conflicto político que se derivó de las elecciones de 2006, que aprendió, como ellos mismos han dicho, la lección de la división que los llevó ese año al tercer lugar y, sobre todo, que se ha convertido en el gran beneficiario del desastre al que el lopezobradorismo ha llevado a la centroizquierda en México.

El triunfo del PRI en Guerrero, sobre todo en Acapulco, Ixtapa, Chilpancingo y Taxco, es una demostración más de que ese partido ha sabido operar en medio del conflicto político que se derivó de las elecciones del 2006, que aprendió, como ellos mismos han dicho la lección de la división que los llevó ese año al tercer lugar y sobre todo, que se ha convertido en el gran beneficiario del desastre al que el lopezobradorismo ha llevado a la centroizquierda en México.

Si hay un responsable directo de la derrota del PRD en Guerrero es López Obrador, que decidió, en una prueba de cara al futuro, dividir a su partido y a las fuerzas que lo acompañaron en la elección del 2006, apoyando a Luis Walton, candidato de Convergencia en contra de Gloria Sierra, la candidata perredista. La derrota se repitió a lo ancho y largo de casi todo el estado, permeado por esa división que tanto le ha costado a la propia administración de Zeferino Torreblanca, que no ha podido unificar las fuerzas que lo llevaron al gobierno en una corriente homogénea. Pero también, en el caso de Acapulco, el desastre que implicó el gobierno de Félix Salgado Macedonio, desde el involucramiento del narcotráfico en el municipio hasta el desaseo en la que ha dejado el puerto. Para el perredismo, Guerrero es una triple derrota: perdió las elecciones por la división causada en sus propias fuerzas por sus mismos dirigentes; perdió porque luego de nueve años de gobernar la principal ciudad del estado, no ofreció ningún resultado tangible, fuera de un constante deterioro, y ello puso en duda su capacidad de gobernar; y perdió porque resultó evidente que muchas de sus autoridades no supieron o no quisieron hacerle frente a la delincuencia organizada. La mezcla de todos esos elementos se hicieron presentes en Guerrero y se trasminan a muchos de los lugares de influencia del partido del sol azteca.

El mismo día en que se derrumbaba electoralmente el perredismo en Guerrero, el senador Carlos Navarrete, decía que al interior del partido finalmente se había llegado a un acuerdo y que las distintas corrientes marcharían juntas a la cita del 2009. Puede ser, entre otras razones, para que el desastre electoral no sea aún mayor, pero la división ya está ahí, el daño ya está hecho y será imposible mostrar unificadas a corrientes que ya han demostrado no sólo en el discurso sino en la propia participación electoral, que son cosas distintas y adversarios políticos y electorales. Quizás el perredismo y sus aliados puedan salvar algo en las próximas elecciones federales pero la unificación, entendida como una medida de fuerza mayor, terminará radicalizando más a los sectores moderados porque lo que hizo López Obrador fue demostrarles que está dispuesto a romper, entre otras razones porque su interés no está en el terreno electoral. Y sus adversarios internos están aterrados de que eso ocurra porque temen perder espacios electorales, sin comprender que por esa misma radicalización e indefinición los están perdiendo.

El PRI, lo hemos dicho muchas veces, es el principal ganador de esa debacle perredista: los votos de lo que se considera centroizquierda, a falta de una verdadera expresión ideológica que pueda definirse como tal, se están moviendo (la expresión correcta es están regresando) al priismo, al que sus dirigentes le han preparado hasta una base política ad hoc definiéndolo, aunque ese partido en realidad no lo sea, como socialdemócrata. Y puede gustar o no, se puede estar de acuerdo o no con el viejo partido y sus políticas, pero el hecho es que el PRI está haciendo su tarea, está cumpliendo su objetivos y ha logrado no sólo buenos resultados electorales sino también un control sobre la agenda en el Congreso, que le otorga  un muy amplio margen de maniobra que se refleja en lo electoral y en lo legislativo.

Lo cierto es que hoy el único partido que tiene las cosas ubicadas donde quiere que estén es el PRI, mientras el PRD y sus aliados se deshacen, mientras López Obrador enseña en pleno Angel de la Independencia a sus simpatizantes cómo violar la ley, y el panismo parece estar aletargado sin saber (no lo supo el sexenio pasado y no lo está sabiendo en éste) operar, trabajar como lo que debe ser: el partido en el poder.

Es verdad que el PAN en estados como Guerrero prácticamente no existe, pero no logró defender ni siquiera sus pocos baluartes, como Taxco. Es verdad que Acción Nacional se plantea una profunda restructuración interna de cara al 2009 y también es verdad que tiene una base electoral que le permite en muchos puntos del país mantenerse en la pelea, pero el hecho es que si no puede mantener sus posiciones históricas, su futuro electoral no puede ser promisorio. Y el año próximo, habrá elecciones federales para renovar la cámara de diputados, pero también para gobernador en seis estados y en varios otras entidades, estado de México y el DF incluidos, comicios de mucha importancia para la gobernabilidad del país y el diseño político frente al 2012. Ante un PRD dividido y en caída electoral libre y un PAN aletargado, el PRI tiene todas las cartas en sus manos para llegar al 2009 en una condición privilegiada.

Por cierto, esa realidad tampoco pasa desapercibida para el crimen organizado. El asesinato del presidente municipal de Ixtapan de la Sal, Salvador Vergara Cruz, un hombre cercano al gobernador Enrique Peña Nieto, en uno de los municipios más importantes del estado y cuando ya había sido amenazado por el grupo de La Familia (que de Michoacán ha logrado extenderse al estado de México y el DF), no parece ser sólo la consecuencia de un ataque más del crimen organizado a un edil que no aceptó colaborar con ese grupos, es un mensaje al gobierno estatal y al priismo. O por lo menos así debería ser leído. Más aún, después de los resultados en Guerrero y Acapulco.

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