México después de la influenza
Columna JFM

México después de la influenza

Las víctimas, la enorme mayoría de ellas, fueron producto del desconocimiento de la enfermedad, pero también de la automedicación.
“Cómo será de grande esta ciudad que tenemos 400 años de estar tratando de acabar con ella y todavía no lo logramos”, escribe Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera. No sé si, como en la novela, algún Juventino Urbino encontró, en medio de la lucha contra la epidemia, a su Fermina Daza, por una “equivocación clínica” (¿quién no se ha topado con ella?, aunque Florentino Ariza, como debía ser, es el que se queda con Fermina con esa respuesta preparada “desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y 11 días con sus noches”: estarían juntos para “toda la vida”), pero la epidemia no ha generado romanticismo alguno sino una demostración evidente de que nuestros partidos no están a la altura de un Estado que, con sus aciertos y errores, se mostró superior a ellos.

“Cómo será de grande esta ciudad que tenemos cuatrocientos años de estar tratando de acabar con ella y todavía no lo logramos”, escribe Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera. No sé si como en la novela algún Juventino Urbino encontró en medio de la lucha contra la epidemia a su Fermina Daza por una “equivocación clínica” (¿quién no se ha topado con ella?, aunque Florentino Ariza, como debía ser, es el que se queda con Fermina con ese respuesta preparada “desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches”: estarían juntos para “toda la vida”) pero la epidemia no ha generado romanticismo alguno sino una demostración evidente de que nuestros partidos no están a la altura de un Estado que con sus aciertos y errores se mostró superior a ellos.

Las semanas que acabamos de vivir han cambiado México. No tenemos como en el 85, miles de muertos, edificios y un gobierno colapsados, pero ha sido una situación límite, en un contexto inédito, en donde se han exhibido talentos y miserias, aciertos y errores, limitaciones y posibilidades. El país cambió y tardaremos todavía un tiempo en comprenderlo plenamente. Pero, como ocurrió en 85, muchos siguen actuando como si no pasara nada.

Los terremotos del 85 cambiaron la forma de apreciar la política y a sus actores. El PRI en aquellos años nunca comprendió que el gobierno no estuvo a la altura, la oposición no lo pudo expresar porque prácticamente no existía, el gobierno que encabezaba Miguel de la Madrid siempre sostuvo que no había cometido errores, que había trabajado desde donde era posible, sin comprender, que la gente esperaba que se trabajara en los despachos pero que necesitaba una presencia pública, abierta, constante, en la calle, en los medios, junto a quienes tenían miedo y habían sufrido pérdidas.

Ahora fue diferente. La epidemia no causó más víctimas que la peor jornada de violencia criminal de la lucha entre grupos del narcotráfico, pero si no se hubieran tomado las medidas adecuadas los costos hubieran sido mucho mayores, ocho mil según la OPS. Las víctimas, la enorme mayoría de ellas, fueron producto del desconocimiento de la enfermedad, del virus al que nos enfrentábamos, pero también de la automedicación y en la enorme mayoría de los casos a de la pobreza y de dolencias mayores que no soportaron el nuevo invasor. Pero lo que debe ser valorado fue la acción del Estado, la participación de la gente, la aceptación (en el mejor sentido de la palabra) de la institucionalidad para salir adelante. El presidente Calderón ha salido muy bien valorado de esta crisis, aunque no todo su gabinete, pero lo importante es que en una sociedad en la que siempre el presidencialismo ha sido valorado y respetado (y temido) incluso por encima de sus verdaderas posibilidades y cualidades, en esta ocasión esa valoración pareció girar en torno a criterios diferentes. Se percibe en los contrastes: si López Obrador perdió en buena medida la elección presidencial del 2006 por aquel exabrupto del “cállate chachalaca”, ahora ha vuelto a cometer un error similar: ignorar o tratar de convertir la emergencia vivida en un capítulo más de la inabarcable conjura de la conspiración en su contra (aunque ello incluya hoy a la OMS, la OPS y buena parte de los gobiernos del mundo), esa exclamación de “qué influenza ni ocho cuartos”, atribuyendo la epidemia a una estrategia gubernamental, muestra a un político que simplemente, no está conectado con la realidad. Que los candidatos a diputados del PT, encabezados por Porfirio Munoz Ledo y Jaime Cárdenas, hagan un multitudinario mitin en el Angel de la Independencia con 200 personas (incluyendo curiosos y vendedores ambulantes) para anunciar que no van a respetar las medidas sanitarias impuestas por el Estado porque no creen en la existencia de la epidemia, los coloca en los mismos espacios que la ultraderecha más reaccionaria que no acepta la teoría de la evolución (decía Bill Mahler en su programa de televisión en Estados Unidos la semana pasada hablando de estos temas, que precisamente esta epidemia, este virus nuevo y desconocido era la mejor demostración de la evolución de las especies y que si alguien seguía refutándola entonces tendría que rezar en lugar de tomar un antiviral, y eso es lo que están haciendo los señores del PT y del lopezobradorismo). Lo paradójico es que uno de sus dirigentes, Manuel Camacho hubiera sido parte, él haciendo el papel de enfermo, de esta conjura.

Se han equivocado muchos gobernantes locales buscando, tarde, un protagonismo vacío, que demostrara que estaban a la altura de las circunstancias. Fue al contrario: Marcelo Ebrard actuó con acierto y tino hasta que quiso diferenciarse inútilmente del gobierno federal y cerró los restaurantes sin ninguna justificación ni coordinación las autoridades federales. Luego levantó con la misma prisa las medidas de contingencia porque fue obvio que se había equivocado, pero fuera de esos hechos, en general, el gobierno capitalino actuó bien y tuvo aciertos, como ir a la reunión de gobernadores en Los Pinos. La mayoría de los gobernadores han pasado desapercibidos, o por lo menos pasaban hasta que quisieron, luego de la etapa más dura de la emergencia, tener su cuota de protagonismo y nos encontramos con que algunos descubrieron brotes de la enfermedad y comenzaron a tomar medidas unilaterales sin consultarla con las autoridades para recordar que existían. ¿Cómo se reflejará ese cambio?. Quien sabe, por lo pronto, el PAN ha alcanzado al PRI en las encuestas y en el DF si bien Ebrard sale bien calificado, gracias a López y sus seguidores, el PRD cae aunque sigue siendo mayoría. El país cambio: no pueden coexistir una crisis de seguridad, una crisis económica financiera internacional y una epidemia de una enfermedad desconocida, sin dejar huellas en la sociedad.

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