Las libertades acotadas
Columna JFM

Las libertades acotadas

Tiene razón, mi amigo, el director de Milenio Diario, Carlos Marín: con el secuestro y asesinato del periodista Eliseo Barrón, reportero de ese grupo editorial en Torreón, las campanas doblan por todos. Para aquellos que piensan que en la lucha contra la delincuencia organizada se debe actuar con “cortesía” y con formas “políticamente correctas”, el asesinato, uno más, de un comunicador respetado y respetable, de un medio con influencia regional y nacional debería ser, por lo menos, motivo de vergüenza propia o por lo menos de una profunda reflexión sobre los verdaderos adversarios de la sociedad mexicana.

Tiene razón, mi amigo, el director de Milenio Diario, Carlos Marín: con el secuestro y asesinato del periodista Eliseo Barrón, reportero de ese grupo editorial en Torreón, las campanas doblan por todos. Para aquellos que piensan que en la lucha contra la delincuencia organizada se debe actuar con “cortesía” y con formas “políticamente correctas”, el asesinato, uno más, de un comunicador respetado y respetable, de un medio con influencia regional y nacional debería ser, por lo menos, motivo de vergüenza propia o por lo menos de una profunda reflexión sobre los verdaderos adversarios de la sociedad mexicana.

El hecho es que la prensa se ha vuelto incómoda, no sólo para el crimen organizado, sino también, y sobre todo para los partidos. Es verdad que en muchas ocasiones, para bien o para mal, nos hemos ganado esa animadversión. Es verdad que se cometen errores, existen manipulaciones, que en muchas ocasiones priva el amarillismo. Pero en muchas otras es sólo a través de los medios donde se conocen los entresijos de la vida nacional y ello ha sido especialmente notable en temas como la delincuencia y el crimen organizado. Difiero de los amigos que dicen que en ese terreno no hay investigación periodística de fondo. La hay buena, mala o regular, pero existe y mucha. Lo que no hay es una escuela que sistematice y profundice en esos métodos de investigación más allá de las individualidades. Y en buena medida por eso, lamentablemente, se pierden los Eliseo Barrón.

Pero con todos los defectos e insuficiencias, con todos los desafíos y oportunidades que tenemos en los medios, debería quedar en claro un punto que permanece en muchas ocasiones en la oscuridad: sin medios libres, sin el ejercicio sin trabas de esta profesión, incluso con el margen de error o de mala fe con que se puede hacer uso de ese derecho, sin libertad de expresión no existe ningún régimen democrático.

Preocupa que sea un tema recurrente en muchos políticos limitar, poner coto a la libertad en los medios (lo vimos con la reforma electoral pasada y las expresiones de muchos legisladores sobre el tema). Primero porque esos límites existen, legal y éticamente, en todo caso deben ser respetados. Y segundo, porque son una expresión de ese autoritarismo que sigue siendo parte de la genética política mexicana y latinoamericana. El pasado fin de semana se reunieron en Ecuador, los presidente de ese país, Rafael Correa, y de Venezuela, Hugo Chávez. Su opinión fue compartida también por el mandatario boliviano Evo Morales y uno de los ejes de ese encuentro fue presentar una propuesta a otros países de la región para limitar la libertad de expresión, para acotar a los medios que se oponen, dijeron, a sus proyectos emancipadores y son reflejo de los intereses de las minorías. Es la primera vez en muchos años, por lo menos desde la recuperación de la vida democrática en casi toda la región, que mandatarios de tres países expresan públicamente su deseo de vulnerar la libertad de los medios y tratar de convertirlo en norma legal por la simple razón de que no coinciden con sus intereses políticos particulares, sean “emancipadores” o no. En la prensa mexicana esa declaración prácticamente no se reflejó.

Chávez, que encabeza esa ofensiva, ya había declarado días atrás que en su país, Venezuela, se quitarían las concesiones a los pocos medios electrónicos independientes que confundían “la crítica con la conspiración”, todo por la cobertura sobre las deficiencias mostradas por el gobierno ante un temblor. Cumpliendo sus amenazas, allanó la casa de uno de los pocos espacios de medios no controlados por el estado en su país. Luego anunció que para celebrar los diez años de su propio programa de televisión realizaría una transmisión en cadena nacional de apenas cuatro días consecutivos (imagínese un Teletón chapista al cuadrado y conducido el propio Chávez).  Y luego, hizo detener durante horas en el aeropuerto de Caracas primero a Alvaro Vargas Llosa y días después a su padre, Mario Vargas Llosa, argumentando la necesidad de revisar sus documentos y equipajes. Con ambos, que iban a un coloquio organizado por un organismo empresarial opositor a Chávez, los agentes de migración fueron sinceros: les advirtieron que en ese país no podían hablar de política, lo cual, como debe ser, ambos ignoraron.

¿Recuerda usted cuando en el foro de la revista Vuelta Mario Vargas Llosa calificó a México como una dictadura perfecta?¿recuerda cómo Vargas Llosa tuvo que abandonar el país?¿recuerda a todos los que se indignaron entonces porque se consideró que el escritor peruano había sido censurado?¿dónde están ahora?. En México, con todas las limitaciones del caso, con todas las presiones (e incluso la violencia), ese momento ya pasó. Pero ahora nos encontramos a personajes e incluso medios que no critican ni con el pétalo de una rosa a Chávez, Correa, Morales y sus pretensiones de tener medios a modo. Tampoco dijeron nada cuando, por ejemplo, en los días previos a la elección del 2006, la gente de López Obrador estaba “informando” a distintos propietarios de medios cuáles de sus comunicadores tendrían que dejar de trabajar una vez que ganara su candidato. No se los vio entonces, no se los ve ahora y tampoco parecen preocupados por lo que pueda suceder con los Eliseo Barrón, que día con día se juegan todo por cumplir, en la mayoría de los casos muy humildemente, con esta profesión.

Archivos recuperados

Se puede acertar en política y enviar mensajes precisos sin caer en la guerra de lodo. Eduardo Sánchez, actual diputado federal y candidato a diputado local por el PRI en el DF, colocó frente al edificio del comité ejecutivo nacional del PAN una manta asegurando que si ganaba las elecciones “a ustedes, refiriéndose a los panistas, también los voy a defender”. No sé si Eduardo ganará o no, pero demostró estar muy lejos de los creadores del “virus FCH1”.

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