Zelaya, el pragmatismo y los principios
Columna JFM

Zelaya, el pragmatismo y los principios

La diplomacia entre naciones requiere, ni duda cabe, de ejercer un sano y cotidiano pragmatismo que debe ser condimentado, de acuerdo con las circunstancia, con una dosis de principios. Ejemplos sobran, apenas esta semana el ex presidente Bill Clinton viajó a Corea del Norte para negociar la repatriación de dos periodistas estadounidenses detenidas por el régimen de Kim Jong Il y condenadas a doce años de trabajos forzados. Se sacó fotos con el dictador, platicó con diversos funcionarios y se trajo de regreso a los Estados Unidos a las reporteras de la página de Internet de quien fuera su vicepresidente Al Gore.

La diplomacia entre naciones requiere, ni duda cabe, de ejercer un sano y cotidiano pragmatismo que debe ser condimentado, de acuerdo con las circunstancia, con una dosis de principios. Ejemplos sobran, apenas esta semana el ex presidente Bill Clinton viajó a Corea del Norte para negociar la repatriación de dos periodistas estadounidenses detenidas por el régimen de Kim Jong Il y condenadas a doce años de trabajos forzados. Se sacó fotos con el dictador, platicó con diversos funcionarios y se trajo de regreso a los Estados Unidos a las reporteras de la página de Internet de quien fuera su vicepresidente Al Gore. Apenas llegó Clinton con las periodistas a Washington, su esposa Hillary, ahora secretaria de Estado de la administración Obama, declaró que la política de su país hacia Corea del Norte no se modificaría en absoluto y que la gestión de su esposo había sido de carácter personal. No les debe haber gustado en Corea del Norte pero se había logrado el objetivo: las dos jóvenes estaban en casa y no se había concedido nada a la dictadura norcoreana.

Todo esto viene a cuento por la visita que acaba de realizar a México el presidente depuesto de Honduras, Manuel Zelaya. Las naciones del continente, incluyendo a México y los propios Estados Unidos han condenado el golpe que derrocó a Zelaya, aunque existan diversas interpretaciones sobre las causas que llevaron al mismo. En México, Zelaya fue recibido por el presidente Calderón con honores de jefe de Estado, recibió de Marcelo Ebrard las llaves de la ciudad y pudo hacer uso de la palabra en el Senado de la República. ¿Lo merece? En términos estrictamente políticos no. Zelaya dijo ante Ebrard que había sido derrocado por haber combatido la desigualdad en su país. No es verdad: primero, porque no existe prueba alguna de que esa desigualdad haya disminuido durante su mandato, y segundo porque resulta evidente que la causa de su destitución fue la consulta que intentó realizar Zelaya para quedarse en el poder a través de una reelección prohibida en la constitución de su país. Fue destituido, además, por un acuerdo de los otros dos poderes: el judicial y el legislativo y la destitución tuvo el apoyo del propio partido que había llevado a Zelaya al poder. ¿Qué falló? Que el congreso y el poder judicial en lugar de seguir todos los pasos legales para destituir a Zelaya, presionados por la consulta que éste había ordenado para esa misma semana, recurrieron al ejército y decidieron poner al mandatario, vestido aún con su pijama, en un avión y enviarlo a Costa Rica.

Desde entonces Zelaya, alumno aventajado de Hugo Chávez, ha tratado de hacer una demostración de fuerza en su país que ha terminado siendo de debilidad y pasó de apoyarse en el discurso del chavismo (que incluso amenazó con “invadir” Honduras para restituir a Zelaya) a buscar el respaldo de Washington y México. Pero ha quedado atrapado en su propio discurso: el punto central que podría permitir el regreso de Zelaya al poder es el plan propuesto por el presidente costarricense Oscar Arias, que entre sus varios puntos propone el regreso al poder de Zelaya, pero también, en los hechos, frena sus intentos de forzar su reelección en las elecciones de noviembre próximo. Zelaya no ha aceptado el plan de Arias: dice que lo aceptará cuando esté en Tegucigalpa, y sus adversarios sostienen que si no hay una aceptación previa de todo el plan, no accederán a permitir su regreso.

Muchos observadores consideran que lo sucedido con Zelaya es un duro golpe a la estrategia que han seguido varios mandatarios que han caminado hacia la dictadura utilizando métodos democráticos, siguiendo el ejemplo de Hugo Chávez. Allí están la propia Venezuela (que acaba de confirmar con el estatuto de prensa que intenta aprobar en el congreso que quiere convertir en ley restricciones a la libertad de expresión similares a las de cualquier dictadura sudamericana de los años 70, con la diferencia de que éstas tenían por lo menos el prurito de no convertirlo en ley), Ecuador y Nicaragua. Y a punto estuvo de integrarse a ese bloque Zelaya. ¿Cuál sería el éxito de la gestión diplomática de otros países ante el golpe en Honduras? demostrar que se rechaza cualquier ruptura institucional del orden democrático y, al mismo tiempo, trasmitir la idea de que tampoco se pueden modificar desde el poder las reglas de la democracia. ¿Cuál es la falla de todo esto? Que el golpe de Honduras es condenable pero no se hace nada ante la evidente violación a los derechos humanos y la abolición de las normas democráticas en el bloque chavista.

Porque allí es donde las dosis de pragmatismo y principios entran en contradicción. Por ejemplo ¿cuál es la lógica de expulsar de la OEA a Honduras por el golpe de Estado y casi al mismo tiempo invitar al régimen cubano, que no tiene elecciones ni libertades públicas desde 1959, a que se reincorpore al organismo continental?¿alguien puede argumentar hoy que existen más libertades para la oposición en Cuba, Venezuela o Nicaragua que en Honduras?¿no son condenables las modificaciones constitucionales para permitir una reelección indefinida de un presidente o las violaciones más brutales a la libertad de expresión, que resulta la base de cualquier sistema que se diga democrático?

Zelaya no es un presidente del agrado de muchos, incluyendo este autor, pero debería terminar su mandato e irse a su casa. En ese sentido el golpe se debe condenar. Pero ya es hora de que las verdaderas democracias de la región, incluyendo a México, dejen también su cuota de pragmatismo para asumir con mayor firmeza sus principios.

El ministro en Facebook

Resulta incomprensible que un ministro de la Suprema Corte como Genaro David Góngora Pimentel divulgue el contenido de una propuesta de la propia Corte que aún no ha sido discutida, en su página de Facebook. ¿No existen normas éticas y de secrecía básicas para quienes ostentan esas responsabilidades? Parece que no.

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