Dice el presidente nacional del PAN, César Nava, que en su partido no hay divisiones sino pluralidad. Sin duda es verdad que existe pluralidad en el PAN como en muchos otros partidos, pero parece ser inocultable que el PAN está dividido, y lo ha estado antes, durante y sobre todo después de la aprobación del presupuesto.
Dice el presidente nacional del PAN, César Nava, que en su partido no hay divisiones sino pluralidad. Sin duda es verdad que existe pluralidad en el PAN como en muchos otros partidos, pero parece ser inocultable que el PAN está dividido, y lo ha estado antes, durante y sobre todo después de la aprobación del presupuesto.
Los daros son duros: la fracción del PAN aprobó, incluso con entusiasmo, la aprobación del presupuesto: sus principales dirigentes coincidieron en que el mismo era benéfico para el gobierno y para el país. En esta ocasión, el presidente Calderón no felicitó al congreso pero dijo que aceptaba lo aprobado y que el gobierno se restringirá en el gasto como lo ordenó el legislativo. Fuera de grabadoras en el gobierno federal, a pesar de la reducción de los recursos para Oportunidades, estaban muy satisfechos porque se conservaba el control sobre ese programa, sobre el Seguro Popular y sobre buena parte de Pro Campo. Y mientras tanto al coordinador de los senadores panista Gustavo Madero, le faltaron adjetivos para calificar el presupuesto: me quedó con dos, dijo que estaba “consternado y asustado” por los que habían aprobado los diputados, mientras que el también senador y ex gobernador de Aguascalientes, Felipe González, le pidió al presidente impugnar y vetar el presupuesto 2010.
De ese tamaño son las diferencias. Se podrá argumentar que, en realidad, las disputas estaban centradas en el tema de la falta de controles federales para los gobernadores y presidentes municipales que se aprobaron en San Lázaro y que a eso se referían sobre todo Madero y González al rechazar el presupuesto. Pero esa misma tarde del martes, los primeros que salieron a desmentir o minimizar esa falta de controles fueron los propios diputados panistas, incluso más allá de los de otros partidos. Escuché a Josefina Vázquez Mota y conmigo en radio estuvo Mario Becerra y ambos dijeron que era un error de interpretación decir que se habían quitado los controles a gobernadores y presidentes municipales, e incluso emitieron dos comunicados de prensa en ese sentido. Pero el hecho es que salvo los programas relacionados con el ramo 33 o sea los programas sociales, los demás quedarán fuera del ámbito de control de Ejecutivo federal y dependerán sobre todo los de obras públicas de comités locales que establecerán las reglas de operación de esos proyectos en cada estado.
Si a eso sumamos el lanzamiento virtual de Manuel Espino como precandidato a la presidencia de la república, con fuertes críticas a la actualidad del partido y al propio gobierno; si vemos que Santiago Creel sigue con su precampaña para buscar esa misma candidatura (y con discursos y comunicados que no necesariamente se enfrentan al gobierno pero sí ponen distancia con él); que buena parte de los gobernadores siguen sus propias líneas y agendas, y que, por ejemplo, en el tema de la seguridad los mayores opositores a que se establezcan 32 policías estatales son los gobernadores y presidentes municipales panistas, decir que el partido simplemente tiene pluralidad y no divisiones parece ser el intento de tapar el sol con un dedo.
El PAN tiene divisiones que se enmarcan en las tradicionales de ese partido entre la corriente doctrinaria, de centro derecha a la que pertenece el presidente Calderón, y los sectores más conservadores, que podrían representar algunos gobernadores o el llamado Yunque. Son diferencias de historia y de fondo que en otras ocasiones ya han causado rupturas en el partido. Pero esas diferencias hoy se suman a otras: las del foxismo con el presidente Calderón (una clara expresión de ello es el libro de Jorge Castañeda y Rubén Aguilar y las propias declaraciones del ex presidente Fox); las de los gobernadores con el centro; las tensiones evidentes de legisladores como Javier Corral que llevan su propia línea enfrentados con gubernamental y el hecho de que en los, por lo menos once, aunque podrían sumarse otros dos, proceso electorales que habrá en el 2010 los resultados serán magros. Y si a eso se agrega que hacia fin del año próximo se deberá ratificar a Nava o elegir un nuevo dirigente nacional para que se encargue del proceso de elección de candidato presidencial, todos los ingredientes para la división panista parecen estar presentes. Los puede unir sólo un capítulo, si es entendido como tal: la existencia de un enemigo común.