Las dos decisiones más controvertidas de López Obrador en la segunda mitad del 2006, las que mayor oposición tuvieron de sus propios colaboradores y que más lo alejaron de la ciudadanía fueron el plantón de Reforma y el Centro Histórico, convertido en una sangría política inacabable, con costos hasta el día de hoy; y la creación del llamado gobierno legítimo, que se convirtió, desde el día de su instauración más en motivo de chascarrillos políticos que en un ente con operatividad política real. No implica esto que el lopezobradorismo no tenga capacidad de operación, que sin duda aunque acotada la tiene, pero ella nada tiene que ver con ese intento que en realidad es un fracaso.
Las dos decisiones más controvertidas de López Obrador en la segunda mitad del 2006, las que mayor oposición tuvieron de sus propios colaboradores y que más lo alejaron de la ciudadanía fueron el plantón de Reforma y el Centro Histórico, convertido en una sangría política inacabable, con costos hasta el día de hoy; y la creación del llamado gobierno legítimo, que se convirtió, desde el día de su instauración más en motivo de chascarrillos políticos que en un ente con operatividad política real. No implica esto que el lopezobradorismo no tenga capacidad de operación, que sin duda aunque acotada la tiene, pero ella nada tiene que ver con ese intento que en realidad es un fracaso.
Ayer López Obrador festejó en un Zócalo a medias y con la notoria ausencia de la enorme mayoría de los dirigentes del PRD, el tercer año de aquella ocurrencia y no tuvo nada que presumir. Ese organismo no ha funcionado, no ha mostrado siquiera la capacidad que en otros países han tenido los llamados gabinetes en la sombra y nadie de ese equipo de trabajo, formado salvo alguna honrosa excepción por personajes de bajo perfil, ha mostrado una personalidad propia, ni exhibido propuestas significativas, siquiera un trabajo que tenga coherencia a lo largo de estos tres años. No pueden hacerlo muchos de ellos porque no están a la altura pero también porque pocos políticos son tan reacios a recibir opiniones de otros como López Obrador. Su estilo, como lo fue en el gobierno del DF, no se basa jamás en la toma de decisiones colectivas sino en el mucho más autoritario método de ordenar y exigir disciplina.
No hubo nada que presumir pero la ocasión sirvió para que en lugar de informar qué ha hecho, incluyendo por supuesto qué ha sucedido con los cientos de millones de pesos que ha recibido en estos tres años, López Obrador volvió a presentar un nuevo proyecto alternativo de nación que vuelve a caer, una vez más en los lugares comunes sin especificar en realidad qué se propone. ¿Qué dice el nuevo decálogo de López Obrador?. Cosas tan intangibles como “rescatar al Estado y ponerlo al servicio del pueblo y de la nación”; “ejercer la política como imperativo ético”; “promover una nueva corriente de pensamiento”, con una mezcla de discurso tradicional: “alcanzar la soberanía alimentaria” (¿aunque los alimentos cuesten más caros, no alcancen o no los podamos producir?); “establecer el Estado de Bienestar” o “fortalecer el sector energético” (¿qué implican esas propuestas en concreto?¿qué entiende por ello?) e incluso “crear una nueva economía”.
En realidad, todo ese rollo sirve para cobijar dos ideas muy concretas y dirigidas al 2012: primero, para dejar en claro que para López Obrador de aquí en más el enemigo ya no es el presidente Calderón (que según López “ya no es el pelele sino el chivo expiatorio”) sino el PRI y en particular Enrique Peña Nieto, convertido en el candidato de la siempre ubicua “mafia”. La forma en que está planteada esa tesis parece ser, además, una puerta para justificar las alianzas que se han planteado para algunas elecciones estatales del año próximo: ahora el enemigo no es Calderón y el PAN sino el PRI y Peña, entonces nos podemos aliar con el PAN contra el PRI.
Ligado con eso presentó una propuesta de reforma de medios que se basa en las ideas que han plasmado Hugo Chávez en Venezuela y Cristina Kirchner en Argentina que, argumentando la necesidad de “democratizar” los medios de comunicación lo que hicieron fue estatizarlos y distribuirlos entre sus simpatizantes, creando monopolios mucho mayores que los desaparecidos, pero al servicio de sus gobierno. Y López Obrador retoma esa tesis como la base de su propuesta política de cara al 2012. Y es lógico porque cualquiera que se plantee ejercer el poder en forma autoritaria (lo vivimos durante décadas) debe tener el control de los medios para hacerlo.
El nuevo proyecto dijo que deberá ser elaborado por un equipo de mediano nivel, casi sin perredistas, en el que una vez más no aparece ni un representante de la izquierda (quizás con la salvedad de Bolívar Echeverría) y pese a que López Obrador aseguró, con su prosa peculiar que “a todos nos mueven necesidades de intereses…aquí se está reafirmando que nos mueven valores más elevados que nuestras propias aspiraciones personales”, lo cierto es que esas aspiraciones personales siguen siendo, por sobre todas las cosas, el motor del “gobierno legítimo”. El objetivo es el poder y es el 2012, con o sin el PRD.