Haití, no podrán solos
Columna JFM

Haití, no podrán solos

El terremoto en Haití ha sido devastador. Se perdió el palacio de gobierno, el congreso, la mayoría de los edificios públicos. El presidente René Pravel perdió su casa y sus oficinas; deambula por distintos lugares sin tener siquiera donde dormir y trabajar. En términos de salud pública será imposible sacar a la mayoría de las víctimas que permanecen bajos los escombros, con la secuela de enfermedades que ello provocará, no hay servicios básicos, desde luz, telecomunicaciones, agua.
Toda ayuda humanitaria por supuesto es bienvenida, pero ¿qué hacer ante el derrumbe de un país?

El terremoto en Haití ha sido devastador y sus consecuencias son aún imposibles de determinar: no se sabe ni la cantidad de víctimas, que superan las cien mil, ni hay lugar donde atenderlas; la ayuda casi no puede llegar porque la torre de control del aeropuerto está dañada y las grúas de los puertos fueron destruidas. Se perdió el palacio de gobierno, el congreso, la mayoría de los edificios públicos. El presidente René Pravel perdió su casa y sus oficinas, intentó despachar en el aeropuerto y le dijeron que no era seguro, está deambulando por distintos lugares sin tener siquiera donde dormir y trabajar. Y la situación no puede más que empeorar: en términos de salud pública será imposible sacar a la mayoría de las víctimas que permanecen bajo los escombros, con la secuela de enfermedades que ello provocará, pero tampoco hay servicios básicos, desde luz, telecomunicaciones, agua. No ayuda tampoco el saber que Haití, desgraciadamente, es considerado no sólo el país más pobre del continente (y uno de los más pobres del mundo) sino también uno de los más corruptos y con menor nivel de alfabetización, con una andamiaje institucional tan endeble como sus construcciones, andamiaje institucional que parece haberse colapsado tanto como la ciudad.

Toda la ayuda humanitaria por supuesto es bienvenida, pero ¿qué hacer ante el derrumbe de un país?. La historia haitiana es terrible, quizás con los Duvalier como paradigma de la corrupción, la ignorancia y la represión, pero nadie parece haberse salvado antes y después de ellos de un juicio histórico demoledor, incluyendo por supuesto a Jean Bertrand Aristide, que llegó al poder como el representante de los oprimidos y terminó repitiendo el patrón dictatorial y represor de tantos otros. La crisis no es reciente: la situación de ingobernabilidad nació con el país, el primero en independizarse en la América latina, luego de una insurrección de esclavos en 1804. Continuó sin poder consolidar instituciones y en luchas fraticidas hasta que en 1915 y hasta 1934 el país fue ocupado por Estados Unidos. Tampoco hubo soluciones, llegaron al poder los Duvalier y se quedaron en él 29 años. En 1994, el presidente Clinton nuevamente envió tropas para tratar de controlar la situación, sólo logró que Aristide, que había sido derrocado, regresara al poder, para irse, años después, en medio de una insurrección popular en su contra. Y desde entonces es la ONU la que tiene un cierto control, un equilibrio de la situación. Pero la delegación de la ONU se colapsó también con el terremoto, y murieron la mayor parte de sus principales representantes.

¿Quién y cómo gobernará Haití?. Nadie lo sabe, probablemente tendremos que prever una suerte de intervención de varios países, sobre todo de Estados Unidos en la isla, para ayudar en la restauración de un cierto orden, incluso para evitar que se roben la ayuda y los recursos destinados a la reconstrucción. Pero difícilmente ello será suficiente. Muchos han hecho un paralelo entre el terremoto en México del 85 y el de Haití, analizando la posibilidad de que la tragedia, como sucedió con nosotros, actúe como un revulsivo que permita una transformación del país, incluyendo la emergencia de la sociedad civil. Pero no hay paralelos posibles: México, institucional y socialmente es una nación, lo era en 1985 y más hoy, infinitamente más sólida que Haití. Es difícil pensar en una emergencia de la sociedad civil donde ésta no está constituida como tal.

En otras palabras, en Haití habrá que reconstruir el país como un todo, desde las instituciones hasta la infraestructura, desde el tejido social hasta el productivo. Y nadie sabe si ello será posible. Una cosa es segura, sin apoyo internacional será absolutamente imposible. Y allí México tendría que jugar un papel clave.

Las cuentas de Adame

Se juega políticamente demasiado con los temas relacionados con el narcotráfico. En estos días, por ejemplo, mucho se habló sobre el número de una cuenta del gobernador Marco Antonio Adame, hallada en la blackberry de un funcionario morelense detenido por sus vínculos con los Beltrán Leyva. Pero cuando se investiga la cuenta se descubre que la misma es la de nóminas del gobierno, tiene 7 mil 807 inscriptos que reciben en ella su salario quincenal, incluido el gobernador, además de unos mil 500 jubilados y 100 trabajadores de confianza. Como cuenta secreta no creo que funcione.

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