Decisiones impostergables
Columna JFM

Decisiones impostergables

“Putos, borrachos, asesinos, corruptos, depravados, mentirosos, ilegítimos”. Son sólo algunos de los adjetivos que se administraron diputados y diputadas en San Lázaro el miércoles pasado durante cinco horas para cerrar, esperemos, una de las semanas más vergonzosas de la vida política y legislativa del país. No fue un debate, fue una confrontación de los bajos fondos de la política que puso de manifiesto, exhibió a los partidos, a sus dirigentes y sus diputados, en su versión más baja, la real, la que muestra su verdadero nivel. Dicen que siempre hay que pensar en el peor escenario para poder analizar con certeza una situación: bueno ese peor escenario legislativo fue el que tuvimos en estos días en San Lázaro y nada, luego de la bochornosa confrontación, nos permite augurar que mejorará, por lo menos en la cámara baja, en las próximas semanas.

“Putos, borrachos, asesinos, corruptos, depravados, mentirosos, ilegítimos”. Son sólo algunos de los adjetivos que se administraron diputados y diputadas en San Lázaro el miércoles pasado durante cinco horas para cerrar, esperemos, una de las semanas más vergonzosas de la vida política y legislativa del país. No fue un debate, fue una confrontación de los bajos fondos de la política que puso de manifiesto, exhibió a los partidos, a sus dirigentes y sus diputados, en su versión más baja, la real, la que muestra su verdadero nivel. Dicen que siempre hay que pensar en el peor escenario para poder analizar con certeza una situación: bueno ese peor escenario legislativo fue el que tuvimos en estos días en San Lázaro y nada, luego de la bochornosa confrontación, nos permite augurar que mejorará, por lo menos en la cámara baja, en las próximas semanas.

Tienen un responsabilidad directa en todo esto, los presidentes del PAN y del PRI, César Nava y Beatriz Paredes, que no supieron ni quisieron  mantener un debate e incluso una confrontación de mínima altura (imagínese usted a los presidentes de los dos partidos más importantes del país decidiendo hacerse la prueba del polígrafo, como se comprometieron, para saber cuál dice la verdad) y no lo hicieron porque a través de ese tipo de enfrentamiento, tan visceral, tan radical, tan callejero, es la única forma en que podía garantizar que sus respectivas fuerzas, aunque sea de dientes para afuera, los apoyara y no les cobrara las cuentas por la torpeza política con que se han movido desde octubre hasta ahora, no les cobrara las cuentas por estar jugando, en ambos casos, con la vista puesta en el 2012 y no en el futuro del país y su gente.

El presidente Calderón tendrá que tomar decisiones en estos y en otros temas muy delicados. El equipo presidencial no puede estar sometido a esas tensiones internas; no puede ser que las mismas trasciendan al ámbito público sin que pase nada. No puede ser que la gobernabilidad del país y sus programas más sustantivos estén paralizados (o por lo menos eso es lo que parece) por diferencias internas, por faltas de consensos externos, porque el debate público ha adoptado un camino que no garantiza confianza ni en la gente ni en los inversionistas. No puede ser que ello se refleje en la política, en la economía y en la seguridad. Por supuesto que se debe decidir sobre escenarios concretos y, en el ejercicio del poder, sobre personas concretas y se debe ver el presente pero también el futuro. Pero la peor indecisión, tanto en la vida como en la política, es la indecisión, decía Benjamín Franklin.

Y es verdad: no se puede seguir especulando sobre si el presidente sabía o no de los acuerdos PAN-PRI o ahora de los PAN-PRD. Si tal o cual funcionario sigue contando o no con la confianza presidencial. Y no todos pueden adjudicársela simplemente por un pasado cercano o no. Algunos pensaron que el debate, en última instancia se quedaría localizado en la responsabilidad de los dirigentes partidarios, pero ha resultado que, como era previsible, el que ha pagado los costos de todo este mes de conflictos internos y externos, es el propio presidente. El miércoles en un exceso político lamentable, el diputado Rubén Moreira, hermano del gobernador de Coahuila Humberto Moreira, y principal aspirante a suceder a éste en el gobierno estatal, aseguró que Felipe Calderón “se robó” la presidencia, en un discurso que en los hechos rompe la posibilidad de una relación civilizada, ya no del PRI con el PAN, sino de un gobierno estatal con el federal. Y así se podrían seguir sumando costos de todo tipo por los excesos y el protagonismo de estos días.

Nadie sabe que debería decidir el presidente Calderón, pero varios puntos deberían, por el bien de su administración, quedar claros: ¿a quién apoya en todo este debate fraticida y entre partidos?¿quiénes tienen y quiénes no el aval presidencial?¿quiénes hablan por el gobierno federal o por sus intereses personales, legítimos o no?¿quiénes son sus interlocutores válidos, hacia dentro y hacia fuera?¿con quiénes y que qué manera, con qué objetivos y aliados, se gobernará en los dos años y medio próximos?. Parece preguntas sencillas pero responderlas desde Los Pinos debe ser complejo, difícil, más aún cuando hombres de confianza en muchos ámbitos fallan y de una u otra forma la vulneran, pero parecen ser decisiones impostergables.

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