Un silencio estruendoso
Columna JFM

Un silencio estruendoso

Se está preparando la visita de Estado del presidente Calderón a La Habana. Originalmente estaba pensada para abril del año pasado, pero problemas de agenda que se sumaron a la epidemia de influenza AH1N1, y los desencuentros que se dieron entonces con el gobierno cubano, obligaron a su postergación. Ahora, después de la cumbre de Cancún, todo parece estar preparado para que esa visita se dé durante este 2010.

Se está preparando la visita de Estado del presidente Calderón a La Habana. Originalmente estaba pensada para abril del año pasado, pero problemas de agenda que se sumaron a la epidemia de influenza AH1N1, y los desencuentros que se dieron entonces con el gobierno cubano, obligaron a su postergación. Ahora, después de la cumbre de Cancún, todo parece estar preparado para que esa visita se dé durante este 2010.

El problema es que en Cuba se está viviendo un notable deterioro de la situación económica, social y sobre todo política, con una oposición civil más presente que nunca y ante la cual los gobiernos de América latina, incluyendo el de México, ante tenido una actitud lamentable. No nos engañemos: después de más de medio siglo en el poder, la de Cuba, independientemente del ropaje con el que se vista, es una dictadura cada día menos tolerante con cualquier tipo de disidencia. Es en verdad vergonzoso que en la última cumbre de Cancún, se la haya aceptado como un régimen democrático, al tiempo que, por ejemplo, se excluía de la organización que se engendró en ese encuentro al nuevo gobierno de Honduras producto de una elección, esa sí democrática, aunque tuviera el antecedente del golpe de estado contra Manuel Zelaya.

México se encuentra ante un dilema que no tendría que ser tan difícil de resolver ante la situación en Cuba. El régimen cubano ha dejado morir de hambre al preso político Orlando Zapata Tamayo el mismo tiempo que se realizaba esa cumbre en Cancún. Zapata no era un terrorista ni había apelado a la resistencia violenta: era un disidente que había sido apresado una y otra vez, y que ya en la cárcel se le fue ampliando la condena de forma tal que no pudiera salir jamás de ese encierro. Inició una huelga de hambre exigiendo mejores condiciones para los presos políticos y se lo dejó morir. Su lugar lo ocupó otro disidente que ha iniciado a lo largo de los años varias acciones de resistencia civil contra el régimen, el periodista Guillermo Fariñas. Tampoco es un hombre violento, simplemente no está de acuerdo con el régimen y exige la libertad de 26 presos políticos, de conciencia, ninguno de ellos acusado, tampoco, de acciones violentas contra el gobierno.

Esta misma semana, el movimiento de las Damas de Blanco, encabezadas por la propia madre de Orlando Zapata, una treintena de mujeres que exigen también la liberación de los presos políticos, realizaron tres marchas. En la primera fueron relativamente ignoradas, en la segunda fueron rodeadas por grupos pro castristas y en la tercera fueron simplemente hostigadas, reprimidas, golpeadas y detenidas. Todo se hizo abierta y públicamente, como para que no quedaran dudas de la actitud que se adoptará contra cualquiera que se oponga al gobierno de los Castro. Inevitablemente recordé a las primeras movilizaciones que se realizaron en Argentina con las madres de Plaza de Mayo, que reclamaban por la aparición con vida de sus hijos e hijas, desaparecidos por la dictadura de aquellos años. También fueron reprimidas, en ese caso hasta la muerte de sus fundadoras, pero luego eran hostigadas, agredidas, tildadas de locas. Y terminaron siendo una pieza clave en la destrucción de aquel régimen militar y un ejemplo de dignidad en un momento de profunda decadencia y miedo de la sociedad. Resulta paradójico, pero después del secuestro y asesinato de un grupo de madres de plaza de Mayo en diciembre del 77, ese movimiento fue, como dijimos, hostigado y reprimido, pero nunca vimos públicamente imágenes de agresión tan abierta como la que atestiguamos esta semana contra las Damas de Blanco.

Y el gobierno de México no dice nada. Se ha limitado a pedirle al gobierno cubano que atienda a sus presos. Se podrá argumentar que no podemos quedarnos aislados: que Lula en una actitud que debería avergonzarlo, simplemente ignoró a los presos y fue displicente ante la muerte de Zapata (aunque ese día estaba de visita oficial en La Habana) y la huelga de hambre de Fariñas, a la que ridiculizó. Qué Chávez obviamente ni se ha referido al tema, ocupado como está en su propia represión y explicación de su patrocinio de las relaciones FARC-ETA. Que Evo Morales no sólo no se opuso sino que importó para su ejército el slogan del cubano: “patria o muerte, venceremos”. Pero nuestro silencio, del gobierno, de los partidos, de las instituciones, termina siendo igual de estruendoso que esas declaraciones de apoyo al castrismos. ¿Esos son nuestros socios, nuestras convicciones?¿tanto hemos abandonado los principios?

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